En sentido
general, una ESTRELLA es
todo objeto astronómico que
brilla con luz propia;
mientras que en términos más técnicos y precisos podría decirse que se trata de
una esfera de plasma que
mantiene su forma gracias a un equilibrio
hidrostático de fuerzas. El equilibrio se produce esencialmente
entre la fuerza de gravedad, que empuja la materia hacia el centro de la estrella, y la presión que ejerce el plasma hacia fuera, que, tal como sucede
en un gas, tiende a expandirlo. La presión hacia fuera depende de la temperatura, que en un caso típico como el del Sol se
mantiene con la energía producida en el interior de la estrella. Este
equilibrio seguirá esencialmente igual en la medida de que la estrella mantenga
el mismo ritmo de producción energética. Sin embargo, como se explica más
adelante, este ritmo cambia a lo largo del tiempo, generando variaciones en las
propiedades físicas globales del astro que constituyen parte de su evolución.
Estas esferas de gas emiten tres
formas de energía hacia el espacio, la radiación electromagnética, los neutrinos y el viento
estelar y esto es lo
que nos permite observar la apariencia de las estrellas en el cielo
nocturno como puntos
luminosos y, en la gran mayoría de los casos, titilantes.
Debido a la gran distancia que suelen
recorrer, las radiaciones estelares llegan débiles a nuestro planeta, siendo
susceptibles, en la gran mayoría de los casos, a las distorsiones ópticas
producidas por la turbulencia y las diferencias de densidad de la atmósfera terrestre. El Sol, al estar tan cerca,
no se observa como un punto, sino como un disco luminoso cuya presencia o
ausencia en el cielo terrestre provoca el día o la noche, respectivamente.
Las estrellas se forman en las
regiones más densas de las nubes
moleculares como
consecuencia de las inestabilidades gravitatorias causadas, principalmente, por supernovas o colisiones galácticas. El proceso se
acelera una vez que estas nubes de hidrógeno molecular (H2) empiezan
a caer sobre sí mismas, alimentado por la cada vez más intensa atracción gravitatoria. Su
densidad aumenta progresivamente, siendo más rápido el proceso en el centro que
en la periferia. No tarda mucho en formarse un núcleo en contracción muy
caliente llamado protoestrella.
El colapso en este núcleo es, finalmente, detenido cuando comienzan las
reacciones nucleares que elevan la presión y temperatura de la protoestrella.
Una vez estabilizada la fusión del hidrógeno,
se considera que la estrella está en la llamada secuencia principal, fase que ocupa
aproximadamente un 90 % de su vida. Cuando se agota el hidrógeno del
núcleo de la estrella, su evolución dependerá de la masa, detalles en evolución estelar y puede convertirse en
una enana blanca o explotar como supernova, dejando
también un remanente
estelar que puede ser
una estrella de neutrones o un agujero negro.
Así pues, la vida de una estrella se caracteriza por largas fases de
estabilidad regidas por la escala de tiempo nuclear separadas por breves etapas
de transición dominadas por la escala de tiempo dinámico.
Muchas estrellas, el Sol entre ellas,
tienen aproximadamente simetría esférica por tener velocidades de rotación
bajas. Otras estrellas, sin embargo, giran a gran velocidad y su radio ecuatorial
es significativamente mayor que su radio polar. Una velocidad de rotación alta
también genera diferencias de temperatura superficial entre el ecuador y los
polos. Como ejemplo, la velocidad de rotación en el ecuador de Vega es de 275 km/s, lo que hace que
los polos estén a una temperatura de 10 150 K y el ecuador a una
temperatura de 7 900 K.
La mayoría de las estrellas pierden
masa a una velocidad muy baja. En el Sistema Solar unos 10 gramos de materia estelar son expulsados por
el viento solar cada año. Sin embargo, en las últimas
fases de sus vidas, las estrellas pierden masa de forma mucho más intensa y
pueden acabar con una masa final muy inferior a la original. Para las estrellas
más masivas este efecto es importante desde el principio. Así, una estrella con
120 masas solares iniciales y metalicidad igual a la del Sol acabará expulsando
en forma de viento
estelar más del 90% de
su masa para acabar su vida con menos de 10 masas solares. Finalmente, al morir la estrella se
produce en la mayoría de los casos una nebulosa planetaria, una supernova o una hipernova por la cual se expulsa aún más materia
al espacio interestelar. La materia expulsada
incluye elementos pesados
producidos en la estrella que más tarde formarán nuevas estrellas y planetas, aumentando así
la metalicidad del Universo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario