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miércoles, 18 de enero de 2017

INTRÉPIDO



INTRÉPIDO es un término que en nuestro idioma se puede usar para referir a aquel individuo que no presenta temor ante los peligros que se le puedan presentar de pronto en la vida; y por otra parte, también es posible usar la palabra cuando se quiere expresar que alguien es osado a la hora de actuar, de comportarse, o en lo que atañe a la realización de alguna actividad especial, deporte, entre otros.

La persona intrépida dispone de un notable coraje, valor y fuerza de voluntad que es lo que le facilitará someterse a los más difíciles entornos y situaciones sin temor a fracasar en ese intento. Como generalmente los obstáculos provocan en las personas miedo, la disposición de coraje es lo que le permite a una persona neutralizar el temor y seguir adelante en la acción propuesta.

Ahora bien, cabe destacarse que intrépido no es una palabra que esté muy extendida en nuestro idioma para justamente expresar las cuestiones indicadas. La realidad es que para expresar tal situación solemos usar un término mucho más popular y extendido, como ser el de valiente y que es el sinónimo más reconocido de la palabra que nos ocupa.

El concepto de valiente es el que habitualmente usamos cuando queremos expresar que un individuo sobresale por su arrojo y que por tanto no demuestra miedo a la hora de actuar o ante aquello que está por venir y tendrá que enfrentar. Para el valiente es algo natural invertir esfuerzos para conseguir cosas para sí mismo o para el entorno que lo rodea.

Entonces, intrépido, así como su sinónimo más popular, valiente, pueden ser usados para dar cuenta de aquellas acciones que implican un importante valor y osadía. Arrojarse al mar para salvarle la vida a una persona que se está ahogando es de intrépido, de valiente. Entrar a una casa que se está incendiando para salvar a un anciano, asimismo, es ser intrépido.

El concepto opuesto al de intrépido es prudente, ya que refiere a aquella persona que se caracteriza por actuar con cautela y moderadamente.

viernes, 1 de abril de 2016

PEREGRINO



PEREGRINO se refiere en su significado más clásico al viajero que, por devoción o por voto, visita un santuario o algún lugar considerado sagrado. En su acepción más general es todo aquel que anda por tierras extrañas. En sentido estricto, para el español de religión católica, peregrino es aquél que se dirige a la Catedral de Santiago de Compostela a visitar la tumba del apóstol. Así, por el destino de su peregrinación, se lo diferencia de los caminantes que se dirigen a otros sitios de honda significación espiritual en el catolicismo: el romero, que lo hace a Roma, donde mora el papa, considerado sucesor de san Pedro, y el palmero, que se encamina a Jerusalén y en general a los Santos Lugares.

La concepción de la vida del hombre como una peregrinación es común a muchos pueblos y tradiciones.

De hecho, el camino constituye una de las cuatro o cinco metáforas mayores primordiales, que pertenecen al acervo cultural de todos los tiempos. Se trata de un símbolo arquetípico, presente ya en las civilizaciones más antiguas y en la psique profunda de los seres humanos, y que se refleja en expresiones cotidianas relativas al llamado «camino de la vida». 

Eso permite definir al hombre como un «animal itinerante» De allí que la consideración de «la vida como peregrinación» se vincule en muchas culturas y religiones con la idea del origen transcendente del hombre, al tiempo que se consideran los tropiezos y caídas de los caminantes como una representación de sus fallos, carencias y errores. 

El deseo o su aspiración de retornar al estado inicial de inocencia o de pureza, le otorga al hombre un carácter de «extranjero en esta vida terrena», a la vez que recuerda su condición de transitorio y perecedero en todos los pasos de la misma.

PLEBE



PLEBE y plebeyos era la denominación de un grupo social de la Roma antigua. Lo formaban, según la terminología empleada por la historiografía PLEBE y plebeyos era la denominación de un grupo social de la Roma antigua. Lo formaban, según la terminología empleada por la historiografía romana clásica, los que no tenían gens, es decir, los que no podían remontar su origen a las primeras familias que míticamente fundaron Roma con Rómulo y que se denominaban patricios patres, patricii; y, al menos inicialmente, no formaban parte del populus Romanus ni de ninguna de sus tribus o curias. La etimología de plebs, no aclarada, parece sugerir la condición de los plebeyos como "hijos de la tierra"; que no tienen antepasado conocido, a diferencia de los patricios, y ser las divinidades terrenales las que les protegen, mientras que los patricios se vinculan a los dioses olímpicos.

Si inicialmente el término pudo hacer referencia a población de procedencia foránea como eran los metecos en Atenas, tal condición dejó de tener sentido con el paso del tiempo, pues los plebeyos no se consideraban extranjeros bárbaros sino ciudadanos romanos; y tenían como tales obligaciones destacadamente el servicio militar y ciertos derechos políticos. No eran tampoco una clase social basada en la riqueza; por lo que para designarlos suele utilizarse la expresión "ordo plebeius" "orden plebeyo", no exenta de impropiedad. El término en sí era de una gran extensión pues entre los plebeyos existían situaciones muy diferentes a todos los niveles.

La tradición atribuye al rey Servio Tulio (siglo VI a. C.) la inscripción de la plebe en registros públicos, organizándola en corporaciones artesanas (los collegia), siguiendo la clasificación que Plutarco atribuye a un rey muy anterior, Numa Pompilio: flautistas, tintoreros, zapateros, orífices, broncistas, carpinteros, curtidores y alfareros. Estas reformas de Servio Tulio, basadas en el censo, permitieron que la plebe entrara a formar parte del ejército y de los comicios centuriados y, posteriormente, en el contexto de las luchas entre patricios y plebeyos que caracterizaron los primeros siglos de la República romana, hasta del mismo Senado, accediendo a todas las magistraturas. Presionados por las demandas de la plebe, los patricios consintieron la redacción de un código legal público y escrito (Ley de las XII Tablas) que fue sucesivamente enmendado y ampliado con nuevas leyes que concedían a los plebeyos nuevos derechos al matrimonio, al sacerdocio, etc., la capacidad de voto en las distintas asambleas romanas y la eficacia legal de sus resoluciones (plebiscita), y la designación exclusiva de dos magistrados (los tribunos de la plebe) con poderes para garantizar sus derechos. Los enfrentamientos patricio-plebeyos se produjeron desde la Secessio plebis del 494 a.C. hasta la promulgación de la Lex Hortensia en el 287 a. C.

La composición social de la plebe romana en los últimos siglos de la República comprendía: un pequeño pero muy influyente grupo de homines novi, muy enriquecidos, del que surgían personajes carismáticos que realizaban una exitosa carrera militar y política (cursus honorum); los équites, con riqueza suficiente para costearse lo necesario para el cumplimento del servicio militar en caballería; los adsidui, pequeños propietarios, que estaban obligados al servicio militar en infantería, lo que en las épocas de continua movilización les obligaba a endeudarse, con riesgo de perder sus propiedades, cayendo en la condición de cliente de un rico; y los proletarii, que no poseían nada se denominaban así por considerar que su contribución al Estado era su "prole".

Una condición social particular tenían los libertos, esclavos emancipados, bien por decisión testamentaria de sus dueños, por méritos contraídos durante su período de esclavitud o por haber comprado su libertad. El número de los esclavos romanos que, al no ser libres, tampoco eran ciudadanos, y por tanto, tampoco pertenecen a la plebe creció durante la época republicana hasta llegar a convertirse en el modo de producción dominante hasta la crisis del siglo III. romana clásica, los que no tenían gens, es decir, los que no podían remontar su origen a las primeras familias que míticamente fundaron Roma con Rómulo y que se denominaban patricios patres, patricii; y, al menos inicialmente, no formaban parte del populus Romanus ni de ninguna de sus tribus o curias. La etimología de plebs, no aclarada, parece sugerir la condición de los plebeyos como "hijos de la tierra"; que no tienen antepasado conocido, a diferencia de los patricios, y ser las divinidades terrenales las que les protegen, mientras que los patricios se vinculan a los dioses olímpicos.

Si inicialmente el término pudo hacer referencia a población de procedencia foránea como eran los metecos en Atenas, tal condición dejó de tener sentido con el paso del tiempo, pues los plebeyos no se consideraban extranjeros bárbaros sino ciudadanos romanos; y tenían como tales obligaciones destacadamente el servicio militar y ciertos derechos políticos. No eran tampoco una clase social basada en la riqueza; por lo que para designarlos suele utilizarse la expresión "ordo plebeius" "orden plebeyo", no exenta de impropiedad. El término en sí era de una gran extensión pues entre los plebeyos existían situaciones muy diferentes a todos los niveles.

La tradición atribuye al rey Servio Tulio (siglo VI a. C.) la inscripción de la plebe en registros públicos, organizándola en corporaciones artesanas (los collegia), siguiendo la clasificación que Plutarco atribuye a un rey muy anterior, Numa Pompilio: flautistas, tintoreros, zapateros, orífices, broncistas, carpinteros, curtidores y alfareros. Estas reformas de Servio Tulio, basadas en el censo, permitieron que la plebe entrara a formar parte del ejército y de los comicios centuriados y, posteriormente, en el contexto de las luchas entre patricios y plebeyos que caracterizaron los primeros siglos de la República romana, hasta del mismo Senado, accediendo a todas las magistraturas. Presionados por las demandas de la plebe, los patricios consintieron la redacción de un código legal público y escrito (Ley de las XII Tablas) que fue sucesivamente enmendado y ampliado con nuevas leyes que concedían a los plebeyos nuevos derechos al matrimonio, al sacerdocio, etc., la capacidad de voto en las distintas asambleas romanas y la eficacia legal de sus resoluciones (plebiscita), y la designación exclusiva de dos magistrados (los tribunos de la plebe) con poderes para garantizar sus derechos. Los enfrentamientos patricio-plebeyos se produjeron desde la Secessio plebis del 494 a.C. hasta la promulgación de la Lex Hortensia en el 287 a. C.

La composición social de la plebe romana en los últimos siglos de la República comprendía: un pequeño pero muy influyente grupo de homines novi, muy enriquecidos, del que surgían personajes carismáticos que realizaban una exitosa carrera militar y política (cursus honorum); los équites, con riqueza suficiente para costearse lo necesario para el cumplimento del servicio militar en caballería; los adsidui, pequeños propietarios, que estaban obligados al servicio militar en infantería, lo que en las épocas de continua movilización les obligaba a endeudarse, con riesgo de perder sus propiedades, cayendo en la condición de cliente de un rico; y los proletarii, que no poseían nada se denominaban así por considerar que su contribución al Estado era su "prole".

Una condición social particular tenían los libertos, esclavos emancipados, bien por decisión testamentaria de sus dueños, por méritos contraídos durante su período de esclavitud o por haber comprado su libertad. El número de los esclavos romanos que, al no ser libres, tampoco eran ciudadanos, y por tanto, tampoco pertenecen a la plebe creció durante la época republicana hasta llegar a convertirse en el modo de producción dominante hasta la crisis del siglo III.

martes, 29 de marzo de 2016

DÉSPOTA



DÉSPOTA es un título bizantino que también se otorgaba en el Imperio latino, Imperio búlgaro, Imperio serbio e Imperio de Trebisonda.

El término original griego despotēs significaba simplemente "señor" y era el sinónimo de kyrios. Como el equivalente del título latino dominus, el término despotēs empezó a referirse al emperador romano, ocasionalmente utilizado en lugares formales, como, por ejemplo, monedas.

El título despotēs se otorgaba a los miembros de la casa imperial. Esta tradición empezó con el futuro rey Bela III de Hungría, como el futuro yerno y heredero del emperador bizantino, Manuel I Comneno, en 1163. Según Gyula Moravcsik, el título fue una simple traducción del título húngaro de Béla "Úr" maestro o señor, pero otros historiadores creen que viene del título romano dominus.

La mayoría de los despotēs fueron yernos de los emperadores bizantinos, que acostumbraban proclamar a sus hijos mayores como comonarcas symbasileus. El título despotēs fue título cortés sin funciones ni poderes militares ni administrativas específicas, a pesar de que disfrutaban el honor más grande después del emperador.

Después de la Cuarta Cruzada, el título pasó a utilizarse en los Estados sucesores del Imperio bizantino, y lo otorgaba cualquier monarca que tenía el título imperial, incluyendo los emperadores del Imperio latino, del Imperio de Trebisonda, zares del Imperio búlgaro o del Imperio serbio.

El título despotēs también podía ser otorgado por un emperador a un extranjero noble por los lazos familiares o por servicios prestados. Por ejemplo, en el Imperio de Trebisonda el título fue otorgado a los herederos al trono, como diferencia con todos los demás cargos.

Son los últimos 200 años cuando el título de déspota adquiere una connotación negativa.

miércoles, 16 de marzo de 2016

PROGRESO



El PROGRESO es un concepto que indica la existencia de un sentido de mejora en la condición humana.

La consideración de tal posibilidad fue fundamental para la superación de la ideología feudal medieval, basada en el teocentrismo cristiano o musulmán y expresada en la escolástica. Desde ese punto de vista que no es el único posible en teología el progreso no tiene sentido cuando la historia humana proviene de la caída del hombre el pecado original y el futuro tiende a Cristo. La historia misma, interpretada de forma providencialista, es un paréntesis en la eternidad, y el hombre no puede aspirar más que a participar de lo que la divinidad le concede mediante la Revelación.

La crisis bajomedieval y el Renacimiento, con el antropocentrismo, resuelven el debate de los antiguos y los modernos, superando el argumento de autoridad y Revelación como fuente principal de conocimiento. Desde la crisis de la conciencia europea de finales del siglo XVII y la Ilustración del XVIII pasa a ser un lugar común que expresa la ideología dominante del capitalismo y la ciencia moderna. La segunda mitad del siglo XIX es el momento optimista de su triunfo, con los avances técnicos de la Revolución industrial, el imperialismo europeo extendiendo su idea de civilización a todos los rincones del mundo. Su expresión más clara es el positivismo de Auguste Comte. Aunque pueden hallarse precursores, hasta después de la Primera Guerra Mundial no empezará el verdadero cuestionamiento de la idea de progreso, incluyendo el cambio de paradigma científico, las vanguardias en el arte, y el replanteamiento total del orden económico social y político que suponen la Revolución Soviética, la Crisis de 1929 y el Fascismo.

La idea del progreso es considerada como uno de los pilares de la visión histórica occidental. Su origen y evolución han sido temas de amplio debate. Según Robert Nisbet, uno de los más destacados estudiosos del tema: “… la idea de progreso es característica del mundo occidental. Otras civilizaciones más antiguas han conocido sin duda los ideales de perfeccionamiento moral, espiritual y material, así como la búsqueda, en mayor o menor grado, de la virtud, la espiritualidad y la salvación. Pero sólo en la civilización occidental existe explícitamente la idea de que toda la historia puede concebirse como el avance de la humanidad en su lucha por perfeccionarse, paso a paso, a través de fuerzas inmanentes, hasta alcanzar en un futuro remoto una condición cercana a la perfección para todos los hombres.” Otro de los mayores estudiosos de la materia, J. B. Bury, dijo en su obra clásica sobre la idea del progreso lo siguiente: “Podemos creer o no creer en la doctrina del progreso, pero en cualquier caso no deja de ser interesante estudiar los orígenes y trazar la historia de lo que es hoy por hoy la idea que inspira y domina la civilización occidental.”

El desarrollo de la idea del progreso ha conocido diversas fases. Sus primeros antecedentes se encuentran en las tradiciones griegas y judías que darán luego origen a la síntesis cristiana, sobre la cual se edifica toda la cultura occidental posterior. Sin embargo, no será hasta la irrupción de la modernidad que la idea del progreso cobra una presencia decisiva en el imaginario occidental y se transforma en la base de una concepción marcadamente optimista de la historia entendida como superación constante del ser humano y acercamiento a formas de vida social cada vez más plenas. Como afirma Hannah Arendt: “la noción de que existe algo semejante a un Progreso de la humanidad como conjunto y que el mismo forma la ley que rige todos los procesos de la especie humana fue desconocida con anterioridad al siglo XVIII”.

sábado, 27 de febrero de 2016

SALARIO



El SALARIO es la remuneración monetaria o en especie que reciben los trabajadores por prestar sus servicios personales en una empresa una empresaPrecio del trabajo.

El salario puede fijarse de forma bilateral, por acuerdo entre las dos partecontratantes empresario y trabajador, o ser objeto de negociación colectiva, entre los sindicatos y las organizaciones empresariales.

En el salario del trabajador hay que incluir tanto las retribuciones directas, en dinero o en especie, como las indirectas: casa, escuela gratuita para sus hijos, manutención, casa de vacaciones gratuita o por un alquiler inferior al del mercado, etcétera, siempre que se obtengan por razón del trabajo o servicio prestado. A la suma de todos estos conceptos hay que añadirle el importe de las cargas sociales a cargo de la empresa para determinar el coste del trabajo para la misma. Un buen sistema salarial debe reunir las siguientes condiciones de orden psicológico:

1) el sistema debe ser fácil de comprender y el salario fácil de calcular por el obrero;

2) el sistema debe ser conocido con anterioridad a la ejecución del trabajo;

3) el salario debe pagarse lo antes posible después de efectuar el trabajo, y

4) el salario debe ser más elevado cuanto mayor sea el esfuerzo y la productividad del trabajador. Remuneración que recibe un individuo a cambio del trabajo que aporta al proceso productivo.

1 Durante mucho tiempo, el problema de la naturaleza del salario preocupó a los economistas clásicos. Si se reconoce que el valor de las mercancías está determinado por la cantidad de trabajo que se les incorpora, el salario o valor del trabajo deberá determinarse por una cantidad de trabajo. Pero ¿cómo el valor del trabajo puede ser determinado por sí mismo? Para salir de este círculo vicioso, Marx reemplazó la noción de trabajo por la de fuerza de trabajo. El salario no es el valor o precio del trabajo, sino el precio que se paga al obrero a cambio de su fuerza, puesta a disposición del propietario del capital y utilizada por éste dentro de los límites de la jornada laboral.

2 Esto conduce directamente al problema general del valor. El valor de la fuerza de trabajo será determinado por la cantidad de trabajo necesaria para su producción, es decir, para el valor de las mercancías necesarias para la subsistencia del obrero y la reproducción de su fuerza. Contrariamente a las apariencias y a la opinión común, el salario no será la remuneración del trabajo. No habrá relación entre el salario y el valor de las mercancías producidas por el trabajador. La verdadera relación será la existente entre el salario y las mercancías consumidas por el obrero. Según Marx, de esta relación se deduce una oposición radical de los intereses: el capitalista intentará limitar el salario al mínimo vital por un máximo de trabajo. Para la concepción marxista, este es el fundamento económico de la lucha de clases.

3 No obstante, Marx reconoció que el valor del salario no es absoluto. El precio de la fuerza de trabajo varía según las necesidades, que dependen, en sí mismas, del tipo de civilización, del nivel de desarrollo, etcétera. De este modo, introduce la noción de salario histórico. Por otro lado, el salario está condicionado por las fluctuaciones del mercado. Una rama en desarrollo puede aumentar los salarios durante cierto período a fin de obtener mano de obra en detrimento de sus competidoras. La rareza en el mercado de trabajo también puede ejercer presión sobre los salarios. Por último, la acción concertada de los trabajadores (la huelga) puede provocar un aumento de los salarios al desempeñar un papel análogo al de la rareza. Pero la naturaleza del salario permanece invariable en el marco de una estructura económica no cambiada.

4 Los economistas modernos no marxistas insisten acerca de cierta cantidad de características que serían comunes a las sociedades industriales capitalistas o socialistas. Una serie de realizaciones —seguridad social, asignaciones familiares, pensiones, subsidios de paro— constituye un verdadero salario invisible, denominado también salario social. Por otro lado, en muchas empresas las primas al rendimiento, a la productividad, a la antigüedad, etcétera, se suman al salario pagado al obrero. Esto lleva al planteamiento de una sociedad que no se basa en el esquema del salario equivalente al precio de la fuerza de trabajo, ya que una proporción más o menos considerable de las necesidades está cubierta por otros medios.

5 Acerca del origen del salario social y las diversas primas, han surgido numerosas controversias. Los marxistas alegan que no pueden tener otra fuente que el valor creado por la fuerza de trabajo. En todo caso, se trataría de una redistribución que superara los límites que anteriormente eran asignados al precio de dicha fuerza.