Los TARAHUMARAS o Raramuris son
un pueblo nativo de México, asentado en territorio del estado de Chihuahua.
Tarahumara
también es como se conoce en castellano a la lengua de este pueblo. La
denominación "tarahumara" es la castellanización de la citada palabra rarámuri, que debe pronunciarse
con una r suave al principio, inexistente ya que en este último caso se
deformaría la pronunciación original, sin r fuerte. Según el historiador Luis
Alberto González Rodríguez, rarámuri etimológicamente
significa "pie corredor" y en un sentido más amplio quiere decir 'los
de los pies ligeros', haciendo alusión a la más antigua tradición de ellos:
correr.
Es posible que los antepasados de los
indígenas tarahumaras provinieran de Asia, de Mongolia,
atravesando el estrecho de Bering, hace aproximadamente
unos treinta mil años, pero los vestigios humanos más antiguos que se han
encontrado en la sierra son las famosas puntas Clovis armas típicas de los cazadores de la mega
fauna del Pleistoceno
con una antigüedad de casi 15,000 años, lo que nos permite datar la presencia
de los primeros pobladores de la Sierra Tarahumara.
La economía de los primeros grupos étnicos tarahumaras se basaba en la agricultura,
la caza y la recolección. Cultivaban maíz, calabaza, chile y algodón.
Cada grupo tenía su dialecto de la lengua
tarahumara y sus
gobernantes, quienes se encargaban de proteger el territorio contra las etnias
vecinas y garantizar el orden interno de la tribu.
Eran belicosos y politeístas.
Creían en la vida después de la muerte y en la existencia de seres benévolos
y malévolos. Entre los benévolos consideraban al sol, la luna, el médico, las serpientes y las piedras, que provocaban
las lluvias y controlaban los animales que cazaban. Entre los malévolos estaban
los señores del inframundo que causaban la muerte y los desastres
naturales. Sus rituales comunales eran parte esencial de su cultura. Adoraban
el sol y la luna, celebraban victorias bélicas, la caza de animales y la cosecha agrícola.
Fue hasta 1606 cuando los misioneros jesuitas tuvieron
el primer contacto con los indígenas de la sierra. Según las referencias
históricas de la época colonial, la conquista y la evangelización inició con
los “chínipas”, muy
relacionados con los Guarijíos,
etnia considerada como la más fiera de la región en esos tiempos. Cuando
llegaron permanentemente los religiosos a su pueblo en 1632, su presencia provocó
un levantamiento entre los pueblos indígenas, quienes estaban descontentos con
la labor evangelizadora. Esta protesta la comandó el jefe “Combameai”. La primera revuelta
terminó con la muerte de dos religiosos, lo que originó una fuerte represión
por parte del gobierno de la Nueva España.
Fue entonces cuando muchos Guarijíos huyeron y se internaron en las
barrancas de lo que hoy es el estado de Chihuahua.
Encima de eso, fue en los siglos XVII
y XVIII cuando diversos grupos de agricultores y comerciantes novohispanos invadieron esta región despojando de
gran parte de la tierra a los indígenas, intercambiándoselas por productos como
jabón, sal, mantas y otras baratijas; algunos indígenas fueron obligados a trabajar con ellos
como peones pagándoles muy poco. En cambio, otros emigraron hacia las partes
más recónditas de la sierra para protegerse y evadir el trabajo forzado en
haciendas y minas.
Es ahí en lo más abrupto de la sierra
donde se asentaron las misiones jesuitas que, sin mucha controversia, muchas
veces sirvieron de refugio a los abusos cometidos contra los indígenas.
La expulsión de la orden de los confines del Imperio
español significó un
retorno de los tarahumaras a la vida seminómada que llevaban. Por otra parte
este acontecimiento les dejó completamente aislados en los altos de la sierra.
Eso les ayudó a conservar su cultura y a desarrollar un singular sincretismo
religioso que todavía existe y es único en México por su mezcla de catolicismo y chamanismo.
El matrimonio es monógamo, aunque hay casos
frecuentes de poligamia. Los recién casados prefieren la residencia matriarcal.
Se evita la unión entre hermanos y primos, pero en si no hay reglas para esos
enlaces. Se acostumbra el matrimonio a prueba, por un año, durante el cual la
muchacha se va a vivir con el joven. La mujer embarazada trabaja hasta el
último momento. A punto de dar a luz, se retira a la montaña, hace un lecho de
yerba junto a un árbol, y apoyada en él, pare, lava al niño y quema el cordón
umbilical, el cual entierra.
Generalmente, los tarahumaras se casan
muy jóvenes; antes de los 16 años. En las “tesgüinadas” -que son a la vez reuniones sociales y de carácter
económico-, se conocen y se tratan todos los miembros de la comunidad. Allí se
hacen los noviazgos con plena libertad de selección, aunque es frecuente que la
mujer tome la iniciativa en las relaciones amorosas, cantándole, bailándole en
frente y llamando la atención del muchacho, tirándole guijarros.
Celebrado selváticamente el
matrimonio, al domingo siguiente los casa oficialmente el gobernador,
ante la presencia de los demás miembros del grupo. Como se comprenderá, estos
matrimonios son monogámicos y endogámicos -en lo primero influye la tradición,
y en lo segundo, factores geográficos, la falta de comunicaciones, diferencias
en cultura, idioma y economía.
Es evidente el estilo propio con que
el indígena ama. El tarahumara, al casarse, lo hace más por cálculo que por
amor. Piensa más en lo práctico y lo utilitario, así como en lo fisiológico,
que en la espiritualidad de su mujer. Le interesa más la salud de su mujer y
que esta sea "nueva" es decir, joven, fuerte y trabajadora, que su
alma. Esto no quiere decir, sin embargo, que carezca él de una tonalidad
amorosa propia. Prefiere el uso de su fuerza a los refinamientos eróticos.
Tesgüinadas: se refiere a la bebida
Tesgüino que se hace con maíz fermentado, con consistencia espesa y sabor algo
amargo.
Los tarahumaras son muy religiosos
pero practican sus creencias al margen de iglesias. De acuerdo a reconocidos
científicos como Richard Evans Schultes y Wade Davis este pueblo es digno de admiración,
pues ha preservado muchas de sus costumbres, a pesar del dominio y la
imposición de las iglesias europeas.
Se organizan en torno a los cantores Maynates
y rezadores, ancianos que ofician y conducen las ceremonias al ritmo de sus
sonajas que hacen con bules y sus cantos guturales donde van narrando y
describiendo la vida de los animales del monte como los lobos, coyotes, mulas y
zopilotes.
Gran parte de las tradiciones actuales
de los Raramuris son una apropiación de lo aprendido de los misioneros jesuitas durante los casi 150 años que convivieron
en la época colonial.
Sus complejas celebraciones
místico-religiosas están conformadas por danzas, tesgüinadas y ofrendas,
en las que nunca falta la bebida tradicional de maíz llamada tesgüino.
Para ellos la danza es una oración; con la danza imploran perdón, piden lluvia para
propiciarla se baila la danza de “dutuburi”,
dan las gracias por ella y por la cosecha; danzando ayudan a "Repá
betéame" El que vive arriba, para que no pueda ser vencido por "Reré
betéame" El que vive abajo.
Puede afirmarse que el tarahumara ha
conservado su vieja cultura con sorprendente tenacidad. Desde hace varios
siglos emplean los mismos dibujos, los mismos símbolos en sus obras artísticas,
en sus fajas, cerámica y cobijas. A sus muertos continúan dejándoles comida
para el viaje sin retorno y les "ayudan" a subir al cielo mediante la
celebración de tres o cuatro fiestas, según si el difunto es hombre o mujer.
Aunque en muchos casos el significado de ritual ha desaparecido, éste ha
demostrado gran vitalidad para subsistir.
Todos sus movimientos se han mantenido
vivos, latentes y aún han influido en algunas ceremonias de la Iglesia católica. La existencia del patio para las ceremonias
rituales, el humo, que es el incienso del tarahumara, el rocío de los cuatro
puntos cardinales, y los cánticos ininteligibles se practican religiosamente,
pero no pueden los tarahumaras darnos una explicación mitológica de todo esto.
El Chamán, Sukuruáme emplea prácticas
ocultas para hacer el mal. Y el Owuiruame es el sanador bueno, en los días
antiguos se transportaba de un lugar a otro en forma de ave, al llegar a su
destino recuperaba su cuerpo, a veces viajaba junto con su familia.
El chamán es el guardián de las costumbres
sociales de un pueblo. Sus obligaciones como especialista ritual y terapéutico
le obligan a ser un defensor del orden tradicional. Su función es establecer un
equilibrio entre el cuerpo y el cosmos. Algunos chamanes utilizan el peyote, híkuli para sus curaciones, esta
planta alucinógena tiene un uso restringido y sólo los chamanes saben la
cantidad que se utilizará, así como su recolección y almacenamiento. Se usa
como ungüento en la piel para sanar reumatismo, mordeduras de serpiente y otras
dolencias. En ciertos lugares solo se usa el Jiculi para curar, y en otros la Bacanora,
son plantas sagradas que tienen asegurada su territorialidad. y los de un lugar
no se atreven a mencionar la planta del otro lugar.
Es creencia general entre los
tarahumaras el hecho de que en un principio todo lo era el Sol y la Luna, que en forma de
niños vivían solos, vestidos únicamente con hojas de palmilla y habitaban una
choza de palos revocados con lodo y techo de palma. Estos niños no poseían
ningún bien terrenal: ni vacas, ni chivos, ni gallinas, ni borregos, ni
cóconos. Los dos niños eran de color oscuro y el lucero de la mañana era el
único que brindaba luz a la tierra pecaminosa. La luna se comía los piojos de
la cabeza del sol y el lucero de la mañana los vigilaba.
Poco después varias centenas de
tarahumaras no hallaban qué hacer en tanta oscuridad. No podían trabajar y
tenían que tomarse de la mano para no tropezar con las piedras y caer a los
barrancos. Pero he que un día curaron al sol y a la luna tocándose el pecho con
crucecitas de madera de madroño mojadas en tesgüino, y poco a poco el sol y la
luna empezaron a brillar y a dar luz. Cuando el mundo se llenó de agua diluvio,
un niño y una niña tarahumara subieron a la montaña llamada Lavachi,
situada al sur de Panaláchic, de la cual llegaron
cuando el agua desapareció llevando consigo tres granos de maíz y tres de
frijol, y como todo estaba blando con tanta agua, las plantaron en una roca, se
acostaron y tuvieron un sueño aquella noche. Posteriormente cosecharon, y de
ellos descienden todos los tarahumaras.
La leyenda de Basaseachic
Ocurrió en tiempos inmemorables,
cuando el mundo estaba tiernito, antes de que llegaran los españoles a esta
tierra. Candameña era
el amo y señor de la Alta Tarahumara. Tenía una hija llamada Basaseachic, de extraordinaria
belleza.
Muchos aspiraban a ella y el
celoso padre les impuso una serie de difíciles pruebas. Cuatro de ellos las
superaron: Tonachi, señor
de las cimas; Pamachi, el
de más allá de las barrancas; Areponápuchi,
el de los verdes valles; y Carichí,
el de las filigranas de la cara al viento.
Pero en la última prueba que
Candameña les impuso todos murieron. Basaseachic, desesperada, se arrojó al
abismo. Su caída se transformó en cascada por la poderosa magia del brujo del
lugar. Desde entonces su cuerpo no ha dejado de fluir por las profundidades de
la barranca.
Nunca se supo de Candameña, la
tristeza lo invadió y desapareció, aunque muchos creen que su espíritu vaga por
la barranca buscando el cuerpo de su amada hija.
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