viernes, 18 de abril de 2014

TARAHUMARA



Los TARAHUMARAS o Raramuris son un pueblo nativo de México, asentado en territorio del estado de Chihuahua.

Tarahumara también es como se conoce en castellano a la lengua de este pueblo. La denominación "tarahumara" es la castellanización de la citada palabra rarámuri, que debe pronunciarse con una r suave al principio, inexistente ya que en este último caso se deformaría la pronunciación original, sin r fuerte. Según el historiador Luis Alberto González Rodríguez, rarámuri etimológicamente significa "pie corredor" y en un sentido más amplio quiere decir 'los de los pies ligeros', haciendo alusión a la más antigua tradición de ellos: correr.

Es posible que los antepasados de los indígenas tarahumaras provinieran de Asia, de Mongolia, atravesando el estrecho de Bering, hace aproximadamente unos treinta mil años, pero los vestigios humanos más antiguos que se han encontrado en la sierra son las famosas puntas Clovis armas típicas de los cazadores de la mega fauna del Pleistoceno con una antigüedad de casi 15,000 años, lo que nos permite datar la presencia de los primeros pobladores de la Sierra Tarahumara.

La economía de los primeros grupos étnicos tarahumaras se basaba en la agricultura, la caza y la recolección. Cultivaban maíz, calabaza, chile y algodón. Cada grupo tenía su dialecto de la lengua tarahumara y sus gobernantes, quienes se encargaban de proteger el territorio contra las etnias vecinas y garantizar el orden interno de la tribu.

Eran belicosos y politeístas. Creían en la vida después de la muerte y en la existencia de seres benévolos y malévolos. Entre los benévolos consideraban al sol, la luna, el médico, las serpientes y las piedras, que provocaban las lluvias y controlaban los animales que cazaban. Entre los malévolos estaban los señores del inframundo que causaban la muerte y los desastres naturales. Sus rituales comunales eran parte esencial de su cultura. Adoraban el sol y la luna, celebraban victorias bélicas, la caza de animales y la cosecha agrícola.

Fue hasta 1606 cuando los misioneros jesuitas tuvieron el primer contacto con los indígenas de la sierra. Según las referencias históricas de la época colonial, la conquista y la evangelización inició con los “chínipas”, muy relacionados con los Guarijíos, etnia considerada como la más fiera de la región en esos tiempos. Cuando llegaron permanentemente los religiosos a su pueblo en 1632, su presencia provocó un levantamiento entre los pueblos indígenas, quienes estaban descontentos con la labor evangelizadora. Esta protesta la comandó el jefe “Combameai”. La primera revuelta terminó con la muerte de dos religiosos, lo que originó una fuerte represión por parte del gobierno de la Nueva España. Fue entonces cuando muchos Guarijíos huyeron y se internaron en las barrancas de lo que hoy es el estado de Chihuahua.

Encima de eso, fue en los siglos XVII y XVIII cuando diversos grupos de agricultores y comerciantes novohispanos invadieron esta región despojando de gran parte de la tierra a los indígenas, intercambiándoselas por productos como jabón, sal, mantas y otras baratijas; algunos indígenas fueron obligados a trabajar con ellos como peones pagándoles muy poco. En cambio, otros emigraron hacia las partes más recónditas de la sierra para protegerse y evadir el trabajo forzado en haciendas y minas.

Es ahí en lo más abrupto de la sierra donde se asentaron las misiones jesuitas que, sin mucha controversia, muchas veces sirvieron de refugio a los abusos cometidos contra los indígenas. La expulsión de la orden de los confines del Imperio español significó un retorno de los tarahumaras a la vida seminómada que llevaban. Por otra parte este acontecimiento les dejó completamente aislados en los altos de la sierra. Eso les ayudó a conservar su cultura y a desarrollar un singular sincretismo religioso que todavía existe y es único en México por su mezcla de catolicismo y chamanismo.

El matrimonio es monógamo, aunque hay casos frecuentes de poligamia. Los recién casados prefieren la residencia matriarcal. Se evita la unión entre hermanos y primos, pero en si no hay reglas para esos enlaces. Se acostumbra el matrimonio a prueba, por un año, durante el cual la muchacha se va a vivir con el joven. La mujer embarazada trabaja hasta el último momento. A punto de dar a luz, se retira a la montaña, hace un lecho de yerba junto a un árbol, y apoyada en él, pare, lava al niño y quema el cordón umbilical, el cual entierra.

Generalmente, los tarahumaras se casan muy jóvenes; antes de los 16 años. En las “tesgüinadas” -que son a la vez reuniones sociales y de carácter económico-, se conocen y se tratan todos los miembros de la comunidad. Allí se hacen los noviazgos con plena libertad de selección, aunque es frecuente que la mujer tome la iniciativa en las relaciones amorosas, cantándole, bailándole en frente y llamando la atención del muchacho, tirándole guijarros.

Celebrado selváticamente el matrimonio, al domingo siguiente los casa oficialmente el gobernador, ante la presencia de los demás miembros del grupo. Como se comprenderá, estos matrimonios son monogámicos y endogámicos -en lo primero influye la tradición, y en lo segundo, factores geográficos, la falta de comunicaciones, diferencias en cultura, idioma y economía.

Es evidente el estilo propio con que el indígena ama. El tarahumara, al casarse, lo hace más por cálculo que por amor. Piensa más en lo práctico y lo utilitario, así como en lo fisiológico, que en la espiritualidad de su mujer. Le interesa más la salud de su mujer y que esta sea "nueva" es decir, joven, fuerte y trabajadora, que su alma. Esto no quiere decir, sin embargo, que carezca él de una tonalidad amorosa propia. Prefiere el uso de su fuerza a los refinamientos eróticos.

Tesgüinadas: se refiere a la bebida Tesgüino que se hace con maíz fermentado, con consistencia espesa y sabor algo amargo.

Los tarahumaras son muy religiosos pero practican sus creencias al margen de iglesias. De acuerdo a reconocidos científicos como Richard Evans Schultes y Wade Davis este pueblo es digno de admiración, pues ha preservado muchas de sus costumbres, a pesar del dominio y la imposición de las iglesias europeas.

Se organizan en torno a los cantores Maynates y rezadores, ancianos que ofician y conducen las ceremonias al ritmo de sus sonajas que hacen con bules y sus cantos guturales donde van narrando y describiendo la vida de los animales del monte como los lobos, coyotes, mulas y zopilotes.

Gran parte de las tradiciones actuales de los Raramuris son una apropiación de lo aprendido de los misioneros jesuitas durante los casi 150 años que convivieron en la época colonial.

Sus complejas celebraciones místico-religiosas están conformadas por danzas, tesgüinadas y ofrendas, en las que nunca falta la bebida tradicional de maíz llamada tesgüino. Para ellos la danza es una oración; con la danza imploran perdón, piden lluvia para propiciarla se baila la danza de “dutuburi”, dan las gracias por ella y por la cosecha; danzando ayudan a "Repá betéame" El que vive arriba, para que no pueda ser vencido por "Reré betéame" El que vive abajo.

Puede afirmarse que el tarahumara ha conservado su vieja cultura con sorprendente tenacidad. Desde hace varios siglos emplean los mismos dibujos, los mismos símbolos en sus obras artísticas, en sus fajas, cerámica y cobijas. A sus muertos continúan dejándoles comida para el viaje sin retorno y les "ayudan" a subir al cielo mediante la celebración de tres o cuatro fiestas, según si el difunto es hombre o mujer. Aunque en muchos casos el significado de ritual ha desaparecido, éste ha demostrado gran vitalidad para subsistir.

Todos sus movimientos se han mantenido vivos, latentes y aún han influido en algunas ceremonias de la Iglesia católica. La existencia del patio para las ceremonias rituales, el humo, que es el incienso del tarahumara, el rocío de los cuatro puntos cardinales, y los cánticos ininteligibles se practican religiosamente, pero no pueden los tarahumaras darnos una explicación mitológica de todo esto.

El Chamán, Sukuruáme emplea prácticas ocultas para hacer el mal. Y el Owuiruame es el sanador bueno, en los días antiguos se transportaba de un lugar a otro en forma de ave, al llegar a su destino recuperaba su cuerpo, a veces viajaba junto con su familia.

El chamán es el guardián de las costumbres sociales de un pueblo. Sus obligaciones como especialista ritual y terapéutico le obligan a ser un defensor del orden tradicional. Su función es establecer un equilibrio entre el cuerpo y el cosmos. Algunos chamanes utilizan el peyote, híkuli para sus curaciones, esta planta alucinógena tiene un uso restringido y sólo los chamanes saben la cantidad que se utilizará, así como su recolección y almacenamiento. Se usa como ungüento en la piel para sanar reumatismo, mordeduras de serpiente y otras dolencias. En ciertos lugares solo se usa el Jiculi para curar, y en otros la Bacanora, son plantas sagradas que tienen asegurada su territorialidad. y los de un lugar no se atreven a mencionar la planta del otro lugar.

Es creencia general entre los tarahumaras el hecho de que en un principio todo lo era el Sol y la Luna, que en forma de niños vivían solos, vestidos únicamente con hojas de palmilla y habitaban una choza de palos revocados con lodo y techo de palma. Estos niños no poseían ningún bien terrenal: ni vacas, ni chivos, ni gallinas, ni borregos, ni cóconos. Los dos niños eran de color oscuro y el lucero de la mañana era el único que brindaba luz a la tierra pecaminosa. La luna se comía los piojos de la cabeza del sol y el lucero de la mañana los vigilaba.

Poco después varias centenas de tarahumaras no hallaban qué hacer en tanta oscuridad. No podían trabajar y tenían que tomarse de la mano para no tropezar con las piedras y caer a los barrancos. Pero he que un día curaron al sol y a la luna tocándose el pecho con crucecitas de madera de madroño mojadas en tesgüino, y poco a poco el sol y la luna empezaron a brillar y a dar luz. Cuando el mundo se llenó de agua diluvio, un niño y una niña tarahumara subieron a la montaña llamada Lavachi, situada al sur de Panaláchic, de la cual llegaron cuando el agua desapareció llevando consigo tres granos de maíz y tres de frijol, y como todo estaba blando con tanta agua, las plantaron en una roca, se acostaron y tuvieron un sueño aquella noche. Posteriormente cosecharon, y de ellos descienden todos los tarahumaras.

La leyenda de Basaseachic
Ocurrió en tiempos inmemorables, cuando el mundo estaba tiernito, antes de que llegaran los españoles a esta tierra. Candameña era el amo y señor de la Alta Tarahumara. Tenía una hija llamada Basaseachic, de extraordinaria belleza.

Muchos aspiraban a ella y el celoso padre les impuso una serie de difíciles pruebas. Cuatro de ellos las superaron: Tonachi, señor de las cimas; Pamachi, el de más allá de las barrancas; Areponápuchi, el de los verdes valles; y Carichí, el de las filigranas de la cara al viento.

Pero en la última prueba que Candameña les impuso todos murieron. Basaseachic, desesperada, se arrojó al abismo. Su caída se transformó en cascada por la poderosa magia del brujo del lugar. Desde entonces su cuerpo no ha dejado de fluir por las profundidades de la barranca.

Nunca se supo de Candameña, la tristeza lo invadió y desapareció, aunque muchos creen que su espíritu vaga por la barranca buscando el cuerpo de su amada hija.

No hay comentarios:

Publicar un comentario