El ÁBSIDE es
la parte de la iglesia situada
en la cabecera. Generalmente tiene planta semicircular pero puede ser también
poligonal. Suele estar cubierto por algún tipo de bóveda que, en época románica,
es de horno o cascarón.
Del latín absis, absidis, que a su vez
proviene del griego apsis, apsidos, cuyo significado es el de arco o bóveda
En los templos romanos el ábside era una hornacina en la que se alojaba la estatua de una
deidad. También se dio luego esta denominación a las exedras de las basílicas romanas, es decir, a unos espacios de
planta semicircular dotados de asientos respaldados por el interior del muro
del recinto entre los que se encontraba el sillón del magistrado presidente.
Frente a él se situaba en ocasiones un altar para realizar ofrendas y
sacrificios. La Basílica
Ulpia de Trajano puede ser un buen ejemplo de ello, con
sus dos ábsides, uno en cada extremo de la nave principal y una exedra
independiente.
Los templos paleocristianos se construyeron siguiendo las pautas
de la basílica romana e incorporaron el ábside como un elemento habitual de su
arquitectura. En él se integraban el presbiterio y el altar. En los actos litúrgicos, los clérigos o presbíteros
ocupaban los sitiales que en los ábsides romanos correspondían a los tribunos,
mientras que el obispo se acomodaba en el sillón presidencial ante el altar.
Aunque en la edad media se difundieron
otros modelos de planta eclesiástica ajenos a la basilical, como la de cruz
latina, no obstante no sólo se mantuvo sino que se generalizó el empleo del
ábside en sus variadas formas y disposiciones, hasta el punto de tenerse por
uno de los componentes más característicos de la arquitectura
bizantina, románica y gótica.
Normalmente el ÁBSIDE es de planta semicircular, pero no es raro encontrarlo de
otras formas geométricas, abundando el de planta cuadrada o rectangular y el
poligonal de mayor número de lados, como el octogonal o dodecagonal. La
cubierta, también por lo general, es abovedada en cuarto de esfera u horno, sin
descartar otras formas de bóveda, como la gallonada en el caso de planta
poligonal, o la de arista.
La disposición típica del ábside es la
que lo sitúa en el extremo oriental o cabecera de la nave central,
sobresaliendo al exterior. Ha de tenerse en cuenta que, salvo contadas
excepciones, los templos cristianos se han orientado siempre según un eje
este-oeste el llamado "Eje litúrgico", estando la cabecera a oriente
y la fachada principal de acceso en el frente opuesto, a occidente. Cuando
existe más de una nave es frecuente que se rematen con un ÁBSIDE, además de la nave central, cada una de las laterales. En
tales casos, los ábsides secundarios son de menor diámetro y altura que el
central.
Un caso menos frecuente pero no
insólito es el de los ábsides adosados al transepto. Unas veces se colocan
como remate de cada uno de sus extremos; otras veces, abiertos a modo de
capillas en el lado este y distribuidos simétricamente con respecto a la nave.
El propio ábside principal, cuando posee dimensiones suficientes, puede ir
lobulado con una serie de ábsides menores, también llamados absidiolos, que
forman una corona de nichos o pequeñas capillas absidiales en su rededor. En
particular, al ábside central pueden unírsele otros dos ábsides complementarios
para formar un conjunto que se conoce como "Ábside tricónquido".
Como norma, en la que caben
excepciones, los ábsides presentan en su alzado dos partes bien diferenciadas:
la inferior constituida por un zócalo ciego, y otra superior, separada o no de
aquella por una imposta que recorre horizontalmente todo el
muro, en la que se abre un número impar de ventanas, de las cuales la central
se dispone axialmente en relación con la nave. En ocasiones, en el exterior se
adosan columnas encapiteladas de fuste circular que se levantan hasta el alero
de la cubierta y dividen el paramento en tramos verticales.
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