CASTIDAD es el comportamiento voluntario
a la moderación y adecuada regulación de placeres o actos sexuales.
El Cristianismo considera la
castidad como virtud que ayuda a cumplir con las funciones sexuales con las que
los humanos nacen. Sostiene que ayuda a la procreación junto a la razón.
Considera que por la castidad la persona adquiere dominio de su sexualidad,
todo ello para ser feliz. Para el cristianismo no es una negación de la
sexualidad sino un fruto del Espíritu
Santo y consiste en el
dominio de sí mismo, en la capacidad de orientar el instinto sexual hacia
causas que han definido como más morales ligadas al crecimiento espiritual y
corporal de las personas según sus enseñanzas.
Para el cristianismo la
castidad es una virtud necesaria en los distintos estados situacionales de la
vida, y para la gran mayoría es contradictoria:
Los casados: Castidad significa ser
fiel.
Para los no casados que aspiren al
matrimonio, la castidad requiere abstención. Castidad significa abstinencia.
Los principales elementos que
no componen la castidad son:
La lujuria, ya que para la
iglesia es vista como un deseo o un goce "desordenado" del placer
venéreo. Ante la moral cristiana, el placer sexual es moralmente desordenado
cuando es buscado por sí mismo.
La masturbación.
Se considera un acto antinatural y egoísta.
La fornicación vista como relaciones sexuales fuera
del matrimonio. Para el cristianismo las relaciones sexuales deben ser
realizadas únicamente cuando los involucrados estén casados y entendiendo
siempre estas relaciones sexuales como un acto de unión de los cónyuges, que no
debe ser nunca separado de la finalidad reproductiva de las mismas lo que
justifica la oposición al uso de métodos anticonceptivos en los católicos.
La pornografía,
según la iglesia y la moral cristiana "desnaturaliza la finalidad del acto
sexual".
La violación
El incesto
La castidad ofrece en el
cristianismo una preparación espiritual para el sacerdocio, el matrimonio, la
vida religiosa o el celibato. Los ministros
consagrados sacerdotes,
obispos
se comprometen a vivir en celibato. El voto de castidad es obligatorio para los miembros de
órdenes religiosas tanto masculinas como femeninas. Sin embargo este voto
absoluto no es requerido en otras confesiones cristianas, tales como las protestantes.
Según la moral cristiana la
castidad eleva el amor en la vida consagrada a Dios. Aunque en el matrimonio,
se estima el amor corporal porque contribuye a fortalecerlo en los esposos.
Para la fe cristiana la
castidad como virtud verdadera no es posible para el hombre con sus solas
fuerzas o determinaciones. Es decir, el hombre y la mujer necesitan de la
gracia de Dios para poder realizar esta virtud, obtenida por medio de los
sacramentos y la oración. Es así como lo expresa San Agustín en sus
confesiones.
Todo cristiano es llamado a la
castidad. El cristiano se ha "revestido de Cristo" (Ga 3, 27), modelo
de toda castidad. Todos los fieles de Cristo son llamados a una vida casta
según su estado de vida particular. En el momento de su Bautismo, el cristiano
se compromete a dirigir su afectividad en la castidad.
Existen tres formas de la
virtud de la castidad: una de los esposos, otra de las viudas, otra de la
virginidad.
En el cristianismo las parejas
de novios deben practicar la castidad, en este caso, la abstinencia sexual. En
estos términos, las relaciones sexuales son castas sólo dentro del matrimonio.
Dentro de esta moral cristiana que
exalta la castidad existen los elementos los cuales juegan un papel de
antítesis. Entre otros se pueden nombrar:
La lujuria, ya que para la
iglesia es vista como un deseo o un goce "desordenado" del placer venéreo.
Ante la moral cristiana, el placer sexual es moralmente desordenado cuando es
buscado por sí mismo.
La fornicación vista como relaciones sexuales fuera
del matrimonio. Para el cristianismo las relaciones sexuales deben ser
realizadas únicamente cuando los involucrados estén casados y siempre con fines
reproductivos lo que justifica la oposición al uso de métodos anticonceptivos
en los católicos.
La pornografía,
según la iglesia y la moral cristiana "desnaturaliza la finalidad del acto
sexual".
La prostitución,
atenta contra la dignidad de la persona que se prostituye, puesto que queda
reducida al placer venéreo que se saca de ella. El que paga peca gravemente
contra sí mismo: quebranta la castidad a la que lo comprometió su bautismo y
mancha su cuerpo, templo del Espíritu Santo (véase 1 Corintios 6:15-20). La
prostitución constituye una lacra social. Habitualmente afecta a las mujeres,
pero también a los hombres, los niños y los adolescentes (en estos dos últimos
casos el pecado entraña también un escándalo). Es siempre gravemente pecaminoso
dedicarse a la prostitución, pero la miseria, el chantaje, y la presión social
pueden atenuar la imputabilidad de la falta.
La violación es forzar o agredir con violencia la
intimidad sexual de una persona. Atenta contra la justicia y la caridad. La
violación lesiona profundamente el derecho de cada uno al respeto, a la
libertad, a la integridad física y moral. Produce un daño grave que puede
marcar a la víctima para toda la vida. Es siempre un acto intrínsecamente malo.
Más grave todavía es la violación cometida por parte de los padres que se llama
incesto o de educadores con los niños que les están confiados.
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