Un ARMA es una herramienta de
agresión útil para la caza y
la autodefensa, cuando se usa contra animales, y puede ser utilizada contra
seres humanos en tareas de ataque, defensa y destrucción de fuerzas o
instalaciones enemigas, o simplemente como una efectiva amenaza. Un arma es por tanto un dispositivo que amplía la dirección
y la magnitud de una fuerza. Según
otra interpretación, podrían definirse como los dispositivos más sencillos que
utilizan ventajas mecánicas para multiplicar una fuerza. En ataque, las armas pueden ser utilizadas como un
instrumento de coacción, por contacto directo o mediante uso de proyectiles.
Estas herramientas, por tanto, van desde algo tan sencillo como un palo afilado
a un complejo aglomerado de tecnologías, como un misil balístico
intercontinental. En sentido metafórico, cualquier cosa capaz de
causar un daño puede ser entendido como ARMA,
y en este sentido se interpreta el desarrollo de la guerra psicológica durante
las guerras del siglo XX. Más
recientemente, se han diseñado armas no letales, diseñadas para ser utilizadas
por grupos paramilitares, fuerzas de seguridad o incluso tropas en combate, y
cuyo objetivo es provocar daños suficientes para neutralizar a un adversario
sin causarle la muerte y minimizando su impacto sobre el medio ambiente. En la práctica, se entiende que cualquier elemento capaz de dañar podría
ser considerado un arma, aun cuando si ésta no fuera su principal función,
dependiendo de las circunstancias y fines con que se las utilice.
Criterio similar es utilizado en la Ciencia del Derecho, donde el puño, pese a no ser su función inmediata la de dañar, puede
llegar a ser considerado un ARMA. Sin embargo, según el Derecho penal vigente
en muchos países, un objeto no puede ser considerado como arma si no fue creado
con las funciones específicas de ataque o defensa.
La observación de otras especies de
mamíferos superiores, como los chimpancés, ofrece la posibilidad de observar el uso
rudimentario de herramientas, y las armas no escapan a esta definición.
Craig Stanford, experto en primates y profesor de antropología en
la Universidad del Sur
de California ha sugerido que el descubrimiento de "lanzas" rudimentarias -esto es, palos más o menos afilados-
por parte de los grandes simios se puede evidenciar, por analogía, el
descubrimiento de las primeras ARMAS
utilizadas por la humanidad, hace alrededor de cinco millones de años. De un modo natural, por tanto, los
palos y las estacas afiladas han compuesto el primer arsenal de la humanidad, y
es más que probable que se utilizasen también como proyectiles, junto a piedras pequeñas. Estas herramientas
pudieron haber sido muy útiles para el ser humano cuando su propia evolución biológica le
hacía más lento, más torpe, más pequeño o más débil que otras criaturas con las
que competía por los recursos. Efectivamente, en la competencia contra animales
provistos de cuernos, garras, colmillos afilados o una piel impenetrable, las
armas deben considerarse como una herramienta muy beneficiosa para la supervivencia de la especie
humana, quien por otra parte pronto recurrió a esas defensas
naturales para perfeccionar su propio armamento. De cualquier modo, las hachas de piedra son las primeras armas humanas desarrolladas
específicamente para causar un daño mediante un contacto directo, utilizadas
como un amplificador sencillo de energía. Los primeros proyectiles de los que
se tiene una datación fiable son ocho lanzas de madera, llamadas Schöninger Speere, que
se estima fueron construidas hace 400.000 años. Hace aproximadamente unos 250.000 años
se empezó a utilizar el fuego para endurecer las puntas, y las primeras piedras
talladas manualmente como punta de lanza se
han datado alrededor del 80.000 a. C.
Veinte milenios más tarde, el arco y las flechas supusieron una revolución en la tecnología
armamentística, al multiplicar la fuerza ejercida reduciendo además el esfuerzo
muscular del usuario. La
primera jabalina conservada debió utilizarse hacia el
42.000 a. C. Durante la etapa Paleolítico, se
empezaron a utilizar dardos, más precisos que las flechas, y el átlatl -un arma utilizada como propulsor de lanzas- más
antiguo hallado ronda los 27.000 años.
Las ARMAS
de la antigüedad ofrecían numerosas ventajas sobre sus precedentes prehistóricos, con mejoras significativas en cuanto a sus
materiales y técnicas de uso, así como por su mayor durabilidad. El aprendizaje
de la fusión de los metales convirtió a los herreros en figuras muy importantes en todas las comunidades
humanas, y parte de sus atributos mágicos se debían a la revolución tecnológica
que representaban las espadas de hierro, los escudos y la armadura personal.
De este refinamiento técnico se siguió un mayor refinamiento táctico, de modo
que empezaron a diseñarse armas para fines específicos, como la alabarda o el casco. La difusión de la rueda y
la equitación, paralelas al desarrollo metalúrgico, forjaron la primera unidad militar compuesta, el carro de guerra, cuya invención se fecha alrededor del siglo XX a. C. y
cuyo uso tuvo su clímax en torno al siglo XIII a. C. La
formación de unidades montadas en esta época supuso la creación de un paradigma
militar, la caballería, que perviviría hasta bien entrado el siglo XX.
El fin de la antigüedad en Europa, definido por el Gran Cisma y
la difusión de la sociedad feudal, vino aparejado a una nueva revolución en los
armamentos: Por un lado, mediante la edificación de grandes edificaciones
defensivas, y por otro, con el perfeccionamiento de armas de asedio. La caballería adquiere un valor de estatus social. La nobleza se identifica con la fuerza militar -el Caballero feudal- y ocupa junto a la monarquía y
el clero la
posición dominante en la estricta jerarquía feudal. Este modelo sociocultural, que pervivió durante siglos, va a cambiar hasta
propiciar el llamado Renacimiento, definido también por la aparición de la pólvora, que planteó un paradigma completamente nuevo en
la estrategia militar.
La pólvora, fue introducida en Europa desde oriente cerca del año 1200, marcó el inicio de una nueva revolución bélica.
Durante el Renacimiento se
van perfeccionando armas como la bombarda, la culebrina o la espingarda. La guerra adquiere un carácter completamente nuevo, surgiendo en
consecuencia nuevos tipos de barcos, como el galeón o el bergantín.
El progresivo refinamiento de esas ARMAS de asedio redundaron en la aparición de armas de fuego de
uso personal, un elemento clave, para los conquistadores
españoles hacia
la era de los descubrimientos. Esta
tecnología afectó decisivamente la historia del mundo a nivel intercontinental.
Las ARMAS
de fuego suponían un salto cualitativo, puesto que la energía era almacenada en
un material explosivo, denominado propelente, como
la pólvora, en lugar de depender de un peso o un movimiento provocado por el
usuario. Esa energía se libera a mayor velocidad, y el dispositivo puede ser
reutilizado sin fatiga del material ni del portador, en un lapso de tiempo
relativamente breve. Las armas de fuego se convirtieron en un factor
imprescindible para la formación de los grandes imperios del siglo XVII, y
fueron objeto de numerosos estudios destinados a mejorar tanto su alcance como
su potencia, precisión o velocidad de recarga.
Desde la Guerra de Independencia de los Estados Unidos hasta
los principios del siglo XX, las armas de combate cuerpo a cuerpo fueron finalmente
desechadas del campo de combate, debido al poco alcance de las mismas y su
difícil uso dentro de dicho alcance. A veces mencionada como la era del fusil, este período se caracterizó por el desarrollo de armas de fuego para
la infantería y
de cañones para
el soporte de las tropas, así como el inicio de la automatización de las
armas. En América del Norte, la población india se vio desplazada de sus asentamientos ancestrales
tras haber sido convencidos, primero por las armas y después por la diplomacia,
de la conveniencia de trasladarse a una reserva india. Más
adelante, durante la Guerra Civil, nace
el primer acorazado y la primera ametralladora en
los Estados Unidos. Por otra parte, el uso de la máquina de vapor sustituyó
a la navegación a vela que
había sido, desde la antigüedad, la fuerza motriz por excelencia de cualquier embarcación. A grandes líneas, este contexto es el dominante
-con notables variaciones según país- en la mayoría de ejércitos modernos del siglo XIX.
El ritmo de las mejoras en tecnología
bélica se multiplicó durante los grandes conflictos bélicos del siglo XX. Durante la Primera Guerra
Mundial va
a producirse el fin de la era de las ARMAS
de filo, y la consagración de la infantería y
la artillería como
armas esenciales. Nuevos tipos de arma, como el obús, eran capaces de destruir cualquier tipo de construcción. El avión, con una
década de vida, también pasó a formar parte de los ejércitos modernos, y
fue protagonista de muchos campos de batalla, junto a las recién diseñadas unidades blindadas que reemplazaron a
la caballería como unidad autopropulsada. En el mar, aparecen submarinos.
Como característica del conflicto entre
sociedades industrializadas, la escalada de armamento -que consiste en
reproducir y contrarrestar cualquier avanzada del enemigo- llevó a la
industrialización de la máquina de guerra, provocando una cantidad de bajas
antes impensables.
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