miércoles, 26 de junio de 2013

UN VIEJO MALHUMORADO



En un asilo platicábamos con un anciano, y por los gestos de su cara, parecía que tenía muy mal humor.
 
-¿Que ven hermanos? ¿Qué piensan cuando me miran?- y esto fue lo que vimos: Un viejo malhumorado, no demasiado inteligente, de costumbres inciertas, con sus ojos soñadores, fijos en la lejanía.
 
El viejo se rascó la cabeza y no contestó nada. Cuando tratamos de convencerlo de que hablara, le dijimos:
 
-Dele, haga un pequeño esfuerzo y díganos algo de su vida- él contestó:
 
-El viejo que ustedes creen que soy y que no me doy cuenta de las cosas que ustedes quieren saber de mí- y acariciándose un mejilla, continuó diciendo:
 
-Si soy un viejo muy malhumorado, porque contra mi voluntad. me bañan y me dan de comer lo que no me gusta, sólo para que así pasé de largo el día- y lanzando un suspiro siguió diciendo:
 
-Les voy a contar quien soy, y cuando estoy aquí tan tranquilo sentado me pongo a meditar. Recuerdo de cuando era un niño de diez años y tenía padre, madre y hermanos, siempre los amé- tomó un sorbo de una botellita que tenía por un lado y continuó:
 
-Cuando era un joven de diez y seis años, tenía alas en los pies y soñaba que pronto encontraría a una chica a quien amar... De repente llegué a los veintitrés años de edad y mi corazón daba de brincos porque hice una promesa de amor que me ataría por toda la vida- sonrió por el recuerdo y su relato siguió con este tenor:
 
-Cuando llegué a los treinta años ya tenía tres hijos, ellos necesitaban mucho de que yo los cuidara y los guiara, tenía un hogar feliz- cerró sus ojos y bajando la voz nos dijo:
 
-A mis treinta y cinco años, mis hijos crecieron rápido y yo pensaba; estamos unidos con lazos que deberán de durar siempre- y mirándonos muy tiernamente, con voz muy calmada nos dijo:
 
-Cuando cumplí los cuarenta y cinco mis hijos estaban muy poco en casa, la universidad, sus amigos y novias, las fiestas- calló por un instante y en seguida dijo:
 
-A los cincuenta años de edad, mis hijos ya se habían ido, que damos solos mi esposa y yo, ella procuraba que yo no sufriera mucho, la casa se veía vacía, ya no había risas ni pleitos, yo sin ganas de oír música, mi esposa solo tejía- se sobó las manos y dijo:
 
-A los cincuenta y cinco años de nuevo, unos bebés sobre mis rodillas, mi esposa preparando los biberones, mientras mis hijos regresan de sus compromisos- hubo un momento de silencio porque con una lágrima en los ojos dijo:
 
-A los sesenta años mis hijos se fueron definitivamente de casa, mi esposa murió, y de repente me vi viejo, maldita vejez que se vuelve una burla para el ser humano, el cuerpo se marchita, el corazón se vuelve de piedra. Pero dentro de este viejo ruin, todavía vive un joven. Mi fatigado corazón todavía sabe rebozar de sentimientos. Recuerdo los días felices y los momentos tristes, en mi pensamiento vuelvo a vivir mi pasado. Pienso en todos esos años que fueron demasiado pocos y pasaron demasiado rápido, acepto el hecho inevitable que nada puede durar para siempre- y levantándose de la poltrona donde estaba sentado, se encaminó hacia su habitación, pero antes de desaparecer de nuestra vista se volteó y nos dijo:
 
-Por eso abran bien sus ojos. Ante ustedes no está un viejo malhumorado. Ante ustedes ESTOY SÓLO YO-   
 

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