En la mitología griega, Ganimedes era un héroe divino originario de
la Tróade.
Siendo un hermoso príncipe troyano, hijo del mismo epónimo
Tros o de Laomedonte,
según las fuentes, Ganimedes se convirtió en el amante
de Zeus
y en el copero de los dioses.
Ganimedes fue secuestrado por Zeus en el monte Ida, en Frigia que
actualmente corresponde a Turquía, lugar de más de una leyenda sobre la historia mítica
de Troya.
Ganimedes pasaba allí el tiempo de exilio al que muchos héroes se sometían en
su juventud, cuidando un rebaño de ovejas o, alternativamente, la parte rústica
o ctónica
de su educación, junto con sus amigos y tutores. Zeus lo vio, se enamoró de él
casi instantáneamente, y enviando un águila
o transformándose él mismo en una lo llevó al monte Olimpo.
Ganimedes era de origen troyano y no griego, lo que le
identifica como parte del nivel más antiguo de la mitología egea
prehelénica. Platón
opinaba en su Timeo
que el mito de Ganimedes había sido inventado por los cretenses la Creta minoica era un centro de poder de la
cultura prehelénica para justificar sus inclinaciones homosexuales,
que más tarde fueron importadas por Grecia, en lo que coinciden los autores
griegos. Homero
no se preocupa por el aspecto erótico del rapto de Ganimedes, pero es
ciertamente en un contexto erótico en el que la diosa se refiere a la rubia
belleza del troyano en el Himno
homérico a Afrodita, mencionando el amor de Zeus por el muchacho
como parte de su atracción por el troyano Anquises.
El poeta romano Ovidio añade
vívidos detalles y veladas ironías dirigidas contra los críticos del amor entre
hombres: tutores maduros esforzándose por recuperarlo, y los perros de
Ganimedes ladrando inútilmente al cielo. En la Tebaida
de Estacio
se describe una copa labrada con una iconografía del mito de Ganimedes: «Aquí
el cazador frigio es llevado por el aire sobre alas leonadas, la cordillera de
Gárgara se hunde a medida asciende, y Troya se desvanece bajo él; tristes
quedan sus camaradas; en vano los perros cansan sus gargantas ladrando,
persiguen su sobre o aúllan a las nubes.»
En el Olimpo, Zeus hizo a Ganimedes su amante y copero,
suplantando a Hebe. Todos los dioses se llenaron de gozo al
ver la belleza del joven, salvo Hera, la esposa de Zeus, que lo trató con desprecio. Su odio
por el muchacho fue usado por los mitógrafos para justificar su rencor por los
troyanos, junto al hecho de no habérsele concedido el premio de belleza en el juicio de
Paris y a la infidelidad de Zeus con la pléyade Electra,
de cuya unión nació Dárdano, ascendiente de los reyes troyanos.
En una posible versión alternativa, la titánide Eos, diosa del amanecer y
experta en belleza masculina, secuestró a Ganimedes junto con su hermano Titono, su más
recordado esposo, a quien le fue concedida la inmortalidad, pero no la eterna
juventud. De hecho Titono vivió para siempre pero se hizo más y más anciano,
terminando por convertirse en un grillo,
en lo que es un ejemplo clásico del elemento mitológico de la bendición con
trampa. Al igual que Ganimedes, Titono se sitúa en el linaje de los dardánidas a través de Tros, un epónimo
de Troya. Robert Graves. Los mitos griegos interpretaba la
sustitución de Ganimedes por Titono en unas pocas referencias al mito como
malinterpretaciones de un icono arcaico que habría mostrado al consorte de la
diosa alada llevando un libatorio en su mano.
El padre de Ganimedes echaba de menos a su hijo.
Comprensivo, Zeus envió a Hermes con dos caballos tan veloces que podían correr sobre el
agua. Además, Hermes aseguró al padre de Ganimedes que el muchacho era ahora
inmortal y que sería el copero de los dioses, un puesto de mucha distinción. El
tema del padre se repite en muchos de los primeros mitos griegos de amor entre
hombres, sugiriendo que las relaciones homosexuales simbolizadas por estas
historias tenían lugar con el consentimiento del padre.
Más tarde Zeus ascendió a Ganimedes al cielo como la
constelación Acuario, que todavía hoy está relacionada
con Aquila, la del águila.
En la poesía, Ganimedes era un símbolo del joven
idealmente bello y también del amor homosexual, a veces en contraste con Helena de Troya en el papel de símbolo del amor
hacia las mujeres.
En Roma el objeto pasivo de deseo homosexual de un
hombre era un catamitus.
La palabra es una corrupción del griego ganymedes,
pero no tiene connotaciones mitológicas en latín.
Cuando Ovidio
esboza el mito brevemente, Ganimedes conserva su familiar nombre griego.
En Atenas, los pintores de vasijas
representaban a menudo la historia mítica, que resultaba muy apropiada para los
simposios o banquetes formales exclusivamente
masculinos. El mito de Ganimedes era tratado en términos contemporáneos
reconocibles, ilustrado con el comportamiento habitual en los rituales de
cortejo homosexuales. En una crátera ática pintada en rojo conservada en el museo del
Louvre, Zeus persigue a Ganimedes en un lado, mientras en el otro el
joven huye, haciendo rodar un aro mientras sujeta en alto un gallo cantando, presumiblemente
un regalo de cortejo hecho por Zeus. En una vasija del «Pinto de Aquiles»
Ganimedes también huye con un gallo. Suele representarse a Ganimedes bien
desarrollado, joven y musculoso, aunque practicando actividades
incongruentemente infantiles como rodar un aro calle abajo.
Leocares sobre 350 a.C., un escultor ateniense que
trabajó con Escopas
en el mausoleo de Halicarnaso moldeó un grupo en
bronce de Ganimedes y el águila, una obra extraordinaria por su ingeniosa
composición, que se aventura audazmente en el borde de lo permitido por las
leyes de la escultura, y también por su encantador tratamiento del joven
volando por el aire. Esta escultura es aparentemente imitada por un conocido
grupo en mármol del Vaticano, a mitad de la escala natural. Tales
proezas helenísticas desafiando la gravedad influyeron
en las artes del Barroco.
En la obra de Shakespeare "Como gustéis" de1599, una comedia de
equívocos ambientada en el mágico Bosque de Arden, Celia, vestida de pastora,
se convierte en Aliena «Forastera» y Rosalinda, al ser «De una estatura más
alta que la general», se disfraza de muchacho, Ganimedes, una imagen conocida
para el público. Rosalinda se aprovecha de su encanto ambiguo para seducir a
Orlando, pero también, involuntariamente a Febe. De esta forma por las
convenciones del teatro isabelino en su concepción original el joven que
interpretaba a Rosalinda se vestía como un muchacho y era entonces cortejado
por otro chico que interpretaba a Febe.
Cuando el pintor y arquitecto Baldassarre Peruzzi incluyó un panel de El rapto de Ganimedes en un techo de
la Villa Farnesina en Roma circa 1509-1514,
el largo pelo rubio y pose de niña de Ganimedes le hacen inidentificable a
primera vista, aunque sujeta el ala del águila sin resistencia. En la versión
de Correggio 1439-1534 en Viena el agarre de
Ganimedes es más íntimo. La versión de Rubens
retrata un joven muchacho del campo totalmente desarrollado. Pero cuando Rembrandt
pinta el Rapto de Ganimedes
para un mecenas calvinista holandés en 1635, los matices eróticos
clásicos sufren un giro mordaz: la oscura águila lleva en volandas un regordete
bebé querubín que llora y se orina de miedo. Galería de Pinturas de Dresde. Esto es
una formulación pictográfica de la antigua condena de los pederastas que
explotan a los niños pequeños.
Luis de Góngora utiliza el mito de
Ganimedes en Las Soledades y en
su famoso soneto “La dulce boca que a
gustar convida....”
Wilhelm Vollmer ilustraba el artículo «Ganimedes» de su Wörterbuch der Mythologie aller Volker
Stuttgart, 1874 con un grabado de un «relieve romano» que mostraba a un Zeus
sentado y barbudo que sostenía la copa a un lado para poder abrazar a un
desnudo Ganimedes. Sin embargo, dicho grabado no era más que una copia del
fresco romano falsificado por Anton Raphael Mengs, como broma para el crítico
de arte del siglo XVIII Johann Winckelmann, quien estaba
desesperándose en su búsqueda de antigüedades homoeróticas griegas y romanas.
Esta historia es referida muy brevemente por Goethe en su Italienische Reise.
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