Cada vez que asistimos a
tragedias dolorosas tan frecuentes en nuestros días, tales como guerras,
genocidios, tsunamis, grandes terremotos, etc. surge la pregunta: ¿Por que Dios
permite que pasen estas cosas? ¿Dónde está Dios para evitarlas?
Esta es una de las preguntas
más difíciles de responder por el sentido común de las personas.
Pero la fe cristiana tiene
una respuesta, y ésta se basa en cambiar un poco el enfoque de la situación que
se analiza.
Primero, citaré un trozo del
libro de la Sabiduría, uno de los libros que constituyen el Antiguo Testamento:
"Dios no ha hecho la
muerte ni se complace en la perdición de los vivientes. El ha creado todas las
cosas para que subsistan; las criaturas del mundo son saludables, no hay en
ellas ningún veneno mortal y la muerte no ejerce su dominio sobre la tierra.
Porque la justicia es inmortal. Dios creó al hombre para que fuera
incorruptible y lo hizo a imagen de su propia naturaleza, pero por la envidia
del demonio que entró la muerte en el mundo, y los que pertenecen a él tienen que
padecerla"
En efecto, Dios nos creó inmortales y libres de enfermedad y muerte en el edén, pero fue el hombre, engañado por el demonio, quien no conforme con su situación, quiso conocer el bien y el mal, y aspirar a igualar al Dios que lo creó. Su caída abrió las puertas de la muerte y de todo lo que vivimos en la historia humana. Es como el adolescente que decide salir voluntariamente de la casa paterna para conocer y probar el mundo por sí mismo, ¿Puede culpar a sus padres de no estar ahí, en el mundo exterior, en cada momento, para protegerlo y defenderlo? Aunque su padre puede estar a una llamada de teléfono, oración e intentará ayudarlo si esto es lo mejor para él.
En efecto, Dios nos creó inmortales y libres de enfermedad y muerte en el edén, pero fue el hombre, engañado por el demonio, quien no conforme con su situación, quiso conocer el bien y el mal, y aspirar a igualar al Dios que lo creó. Su caída abrió las puertas de la muerte y de todo lo que vivimos en la historia humana. Es como el adolescente que decide salir voluntariamente de la casa paterna para conocer y probar el mundo por sí mismo, ¿Puede culpar a sus padres de no estar ahí, en el mundo exterior, en cada momento, para protegerlo y defenderlo? Aunque su padre puede estar a una llamada de teléfono, oración e intentará ayudarlo si esto es lo mejor para él.
Al morir Jesús, señaló a sus
apóstoles la siguiente frase: "Porque ahora llega el príncipe de este
mundo; en mi no tiene ningún poder".
El Príncipe de este mundo es
el Demonio, y sólo sobre este mundo tiene jurisdicción. Afortunadamente, éste
no es nuestro mundo definitivo, prometido, en el cual viviremos eternamente y
sin ningún sufrimiento, sino el paraíso reservado a los justos. Es allí donde
podemos "Exigir" o "Reclamar" la presencia e intervención
de Dios. Esa es nuestra patria definitiva. Allí el demonio no podrá seguir
propiciando muertes y tragedias, y estimulando pasiones y egoísmos humanos que
llevan a guerras y crímenes.
Es como si esta vida fuera
sólo el ascensor por el cual subimos al departamento prometido, el paraíso. ¿Sería
muy importante si el ascensor está mal pintado, poco limpio o lento? ¿Dejaríamos
de subir o renunciaríamos al departamento prometido por el simple hecho de que
el ascensor no está en perfectas condiciones?
Solo voltea al cielo y busca en tu conciencia, ahí encontrarás a Dios. Recuerda que Dios está en ti.
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