jueves, 4 de julio de 2013

VASALLO



Vasallo es el término con el que en el feudalismo se designaba a un noble de categoría inferior que se ponía bajo la protección de un noble de categoría superior, su señor feudal. El vasallo realizaba un juramento de fidelidad a su señor y se comprometía a una serie de obligaciones en su favor, principalmente de apoyo político y servicios militares; recibiendo como contraprestación un beneficio, habitualmente el control y jurisdicción sobre la tierra y la población de su feudo o señorío.

Vasallaje es la denominación de la relación entre vasallo y señor. Era un contrato sinalagmático con obligaciones por ambas partes que se establecía entre dos hombres libres. Ambas partes se comprometían a guardarse lealtad y no traicionar el vínculo que se establecía entre ellos. Las obligaciones contractuales de la relación vasallátic quedaban sin efecto para una parte si la otra incumplía gravemente las suyas

Por extensión del término, se consideraban vasallos todos los súbditos con respecto a su rey, fueran o no nobles, e incluso todos los sujetos a régimen señorial los siervos con respecto a su señor.

Aunque la confusión de ambos términos es muy frecuente e incluso se pueden encontrar textos antiguos donde se da la misma identificación de conceptos no debe propiamente confundirse el término "Vasallo" con el de "Siervo"; quien no es un noble, sino un campesino que se somete a la protección de un noble, estableciendo una relación denominada servidumbre.

La posibilidad de que un vasallo tomara bajo su protección a su vez a otros hombres, que pasaban a ser sus vasallos y él a ser su señor, estableció una red piramidal de relaciones vasalláticas o feudo-vasalláticas que en la historiografía se denomina como pirámide feudal o pirámide del vasallaje. En su cúspide se encontraría el emperador, bajo él los reyes, bajo éstos los altos nobles duques, condes y marqueses, cuyos feudos son los ducados, condados y marcas del tamaño de regiones enteras, bajo éstos la nobleza intermedia de señores de grandes feudos, del tamaño de comarcas que no dependían directamente del rey, sino de su propio señor el conde, duque o marqués, y bajo éstos la baja nobleza formada por sus hombres con muy distintos títulos: barones, infanzones, caballeros, escuderos, hidalgos, etc. cuyos feudos tendrían el tamaño de aldeas o no tendrían un feudo territorial.

La estructuración del clero y su vinculación a los intereses de la nobleza por su poder económico y territorial manos muertas y los tres votos monásticos pobreza, obediencia y castidad produjeron una pirámide semejante, tanto en el clero secular papa, arzobispos, obispos, canónigos, arciprestes, sacerdotes como en el regular generales y provinciales de las distintas órdenes religiosas, abades y monjes de los distintos monasterios y en las órdenes militares.

El triestamentalismo proporcionaba una sólida justificación teórica a la cerrada estructura social expresada en las redes vasalláticas, que concebía como una determinación de la posición de cada individuo desde su nacimiento, decidida providencialmente por Dios: el primogénito varón de un noble estaba destinado al puesto de éste; el segundón entraría en la Iglesia; la primera hija se destinaría a un matrimonio conforme al rango de sus padres, contribuyendo a establecer intrincadas redes familiares en cada escalón de la pirámide; la segunda hija sería monja. No era nada inusual que un hermano menor hubiera de cambiar su vocación por la muerte prematura de su hermano mayor.

La disolución de la pirámide feudal comenzó por su cúspide, con la ruptura del Imperio carolingio por enfrentamientos internos de sus herederos en el mismo siglo IX; precisamente en el periodo en el que el feudalismo entró en su momento culminante, que implicaba la máxima descentralización del poder político: el verdadero poder estaba en manos del vasallo, no del señor. Los señores perdieron la potestad de remover a los vasallos de sus feudos, que se hicieron hereditarios. Era la capacidad efectiva de reunir una hueste y hacerla llegar a donde fuera necesario lo que daba a los señores capacidad de imponer su voluntad o el cumplimiento de teóricas obligaciones.

La expresión jurídica de la disolución de los vínculos vasalláticos originados en la institución imperial tuvo que esperar varios siglos, a que, en el contexto de la disputa del dominium mundi entre los dos poderes universales pontificado e imperio, cada rey comenzara a considerarse como imperator in regno suo "Emperador en su reino". En tal pretensión fueron ayudados por la recepción del derecho romano redescubierto por letrados, glosadores y compiladores escuela de Bolonia, inicialmente en beneficio de las pretensiones imperiales, pero ahora con un nuevo propósito en el que fueron muchas veces apoyados por el propio Papa. Beneficiaba a ambos el principio por el que los reyes podían considerarse teóricamente vasallos directos del Papa, desvinculándose de la sujeción feudal al emperador. Lo mismo pudieron hacer algunos de los más altos nobles, que se convirtieron en plenos soberanos de iure como en la independencia del reino de Portugal, antes un condado del reino de León o de facto como los condados catalanes, el poderoso estado borgoñón o los estados alemanes.

La situación podía llegar a ser muy retorcida: el rey de Inglaterra, soberano en su isla, era vasallo del rey de Francia en sus feudos continentales; el margrave de Brandeburgo, vasallo del Emperador en las tierras del Sacro Imperio, era vasallo del rey de Polonia en sus dominios de Prusia con el tiempo fue titulado rey "en" Prusia y finalmente rey "de" Prusia. En todos esos casos se dieron situaciones históricas en las que el teórico vasallo era en la práctica más poderoso que el teórico señor.

En algún caso, la investidura vasallática del rey en un reino de nueva creación fue directamente instaurada por el Papa reino normando de Sicilia. Entre los Estados vasallos del papado estuvieron el reino de Aragón e incluso efímeramente el reino de Inglaterra en tiempo de Juan sin Tierra. Vasallos pontificios se consideraban los caballeros teutónicos en las tierras que conquistaron en Europa oriental. La sujección al Papa del reino de Jerusalén, nacido de las Cruzadas, era mucho menos definida. Las consecuencias civiles de la excomunión permitía ignorar las obligaciones del vasallaje ponía en manos de la autoridad eclesiástica un arma temible, que muchas veces se usó.

La Baja Edad Media intensificó el vaciamiento de contenido de los lazos vasalláticos, especialmente con la crisis del siglo XIV: se fue conformando una separación nítida entre la alta nobleza los Pares de Francia, los Lores ingleses o los Grandes de España, títulos y señores que habían concentrado grandes extensiones y la baja nobleza empobrecida el caso paradigmático son los hidalgos españoles, retratados por la literatura, El Lazarillo, El Quijote, al mismo tiempo que se fortalecía el poder real, que evolucionaba hacia las monarquías autoritarias; por otra parte, aumentaba la importancia de la burguesía de las ciudades, que pasaron a ser un espacio político de importancia, ajeno a las redes del vasallaje, donde se asentaba el poder del patriciado urbano.

Incluso en el ámbito de las representaciones metafóricas, también se produjo una "inversión" entre "arriba y abajo". El giro de la Rueda de la fortuna simbolizaba los ascensos y descensos sociales.

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