Es un recurso muy utilizado el
etiquetar negativamente al rival o enemigo con un término despectivo, como
primera forma de lucha contra él. Así, durante la Revolución francesa, se aplicaba el
término Antiguo
Régimen. En la misma época y de la misma manera peyorativa se
"Reinventó" el concepto de feudalismo, despotismo, tiranía de mayor tradición, etc. Muchos otros
conceptos políticos tienen ese origen, por ejemplo, en la España de comienzos
del siglo XIX, se llamaba serviles a los absolutistas por los liberales.
La tradición parlamentaria inglesa nombra al partido liberal y conservador con los originariamente peyorativos whig y tory, incluso al propio parlamento inglés se le aplicó durante un periodo el
nombre Rump parliament de rump: trasero.
En España se llama culiparlantes a los diputados que no intervienen más
que para votar lo que antiguamente se hacía poniéndose de pie y sentándose.
La Guerra Civil Española de 1936-1939 tuvo su parte de lucha
terminológica: mientras cada bando se denominaba a sí mismo bando
nacional o bando
republicano, llamaba al otro fascista o rojo. La Guerra Civil Estadounidense había hecho lo propio entre federales
y confederados yanquis y rebeldes.
A veces puede partir de los propios correligionarios, como con el término camisa nueva, opuesto al de camisa vieja en la Falange Española convertida
en Movimiento Nacional en 1936. Más oscuro parece el origen
en otros casos, como el término nacionalcatolicismo que puede deberse tanto a la oposición al franquismo como a las familias rivales dentro de
éste.
El uso de términos peyorativos es
abundante en la Historia del
Arte: por ejemplo, Vasari designó el arte de la Edad Media como "gótico",
o sea, propio de godos, bárbaros por cierto, el mismo término
"bárbaro" es de origen peyorativo: se aplicaba por los griegos a quienes no hablaban griego,
burlándose de su manera de hablar y equiparándola a un balbuceo
"bar-bar".
A veces, el enemigo o rival así
descrito, en vez de rechazar el uso del término peyorativo termina
reconociéndose en él e identificándose con él, de forma que pasa a ser propio.
Así ocurrió por ejemplo con algunos
estilos de las vanguardias artísticas: el término impresionismo en origen, utilizado por un crítico de
arte que quería burlarse del título Impresión: el sol naciente de un cuadro Monet; o con el fauvismo de forma similar, por un crítico que
comparó ese estilo con el que tendrían fieras pintando.
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