El TABACO es un producto de la agricultura originario de América y procesado a partir de las hojas de Nicotiana
tabacum. Se consume de varias formas, siendo la principal por
combustión produciendo humo. Su particular contenido en nicotina la hace muy adictiva.
Se comercializa legalmente en todo el mundo, aunque en muchos países tiene
numerosas restricciones de consumo, por sus efectos adversos para la salud
pública.
Su composición incluye un alcaloide, la nicotina,
que se encuentra en las hojas en proporciones variables desde menos del 1%
hasta el 12%.
El género Nicotiana abarca más de 50 especies clasificadas en cuatro grupos
principales: N. tabacum, N.
petunoides, N. rustica y N. polidiclia.
La especie N.
tabacum, se puede clasificar en
cuatro variedades:
Havanesis, brasilensis, virgínica y purpúrea, que son el origen de las
distintas variedades usadas en la comercialización.
Los expertos en vegetales han
determinado que el centro del origen del tabaco se sitúa en la zona andina entre Perú y Ecuador. Los primeros
cultivos debieron de tener lugar entre cinco mil y tres mil años a.C. Cuando se coloniza América, el consumo
estaba extendido por todo el continente. Fumar (inhalar y exhalar el humo del tabaco)
era una de las muchas variedades de consumo en América del
Sur. Además de fumarse, el tabaco se aspiraba por la nariz, se
masticaba, se comía, se bebía, se untaba sobre el cuerpo, se usaba en gotas en los ojos y se usaba en enemas. Se
usaba en ritos como soplarlo sobre el rostro de guerreros antes de la lucha, se
esparcía en campos antes de sembrar, se ofrecía a los dioses, se derramaba
sobre las mujeres antes de una relación sexual, y tanto hombres como mujeres lo
utilizaba como narcótico.
El tabaco era usado por los mayas para celebraciones rituales y
religiosas, fue conocido por los europeos en 1492 con ocasión de la llegada de Cristóbal Colón y
sus expedicionarios. Otras versiones tomadas de cronistas españoles proponen
que «tabaco» proviene de la castellanización del
lugar donde la planta fue descubierta, ya sea Tobago, una isla
antillana, o la localidad mexicana de Tabasco. Sin embargo, lo
más verosímil es que proceda del árabe «tabbaq», nombre que se aplicaba en
Europa desde al menos el siglo XV a diversas plantas medicinales. La
variedad maya conocida como Cikar (fumar), se extendió por todo el continente
gracias al comercio. Rodrigo de
Jerez y Luis de la
Torre, compañeros de Cristóbal Colón, fueron los primeros europeos
en conocer su existencia. Rodrigo, a su vuelta a España, fue encarcelado
por la Inquisición acusado de brujería,
ya que solo el diablo podía dar a un hombre el poder de sacar humo por la boca.
Por orden de Felipe II, Hernández de Boncalo, cronista
e historiador de las Indias, fue quien llevó
las primeras semillas de tabaco que llegaron a Europa en 1559. Estas semillas
fueron plantadas en los alrededores de Toledo, en una zona
llamada los Cigarrales porque solían ser invadidas por plagas de cigarra. Allí se inició el
cultivo de tabaco en Europa y, por este motivo, algunos historiadores sostienen
que el nombre de cigarro proviene de esta circunstancia.
La primera obra escrita en la que se
relata la forma nativa de aspirar el humo proveniente de rollos de hojas
encendidas es Apologética historia de las Indias de Bartolomé de las Casas 1527. Posteriormente Gonzalo de Oviedo y Velázquez,
en la Historia General de las Indias, describe la planta y sus usos.
Su extensión por el continente europeo
fue gracias al embajador francés en Portugal Jean Nicot 1530 - 1600, en su honor Linneo introduce la denominación "Nicotiana" en su clasificación de Botánica Species Plantarum de 1753.
Este lo introdujo en su forma aspirada
rapé
y la popularizó al, supuestamente, «curar» a Catalina de Médicis esposa de Enrique II de unas migrañas,
por lo que se le denominó hierba de la reina, Catalinaria
Nuduca y hierba
del embajador.
Durante el siglo XX, numerosos
estudios médicos fueron demostrando los perjuicios del tabaco, y negando su
posible utilidad terapéutica. Por otro lado, su consumo pasa de ser
mayoritariamente masculino a un mayor equilibrio entre sexos.
El tabaco no constituyó un problema de
salud hasta la Revolución Industrial, momento en el que
comenzó la producción masiva. La publicidad, principalmente en los niños y
jóvenes, se convertía en su modelo de comportamiento, emitiendo diversos
mensajes. Pero es cierto que, debido a ello, la cifra de muertos a causa del
tabaquismo era de un 27,2% superior al dado actualmente según confirma la
Agencia Internacional del ecuador sobre el Cáncer.3
No fue hasta los 90 cuando se empezó a
hacer eco del efecto nocivo del tabaco aunque, debido a la falta de pruebas, no
se tenía del todo en cuenta la gravedad de la situación. A pesar de ello, una
sentencia de 1992 del Tribunal
Supremo estableció que
las empresas tabacaleras solo incurrían en delito si ocultaban al consumidor
información sobre los efectos nocivos del tabaco, mientras que numerosas
demandas presentadas contra ellas habían sido desestimadas.
La Unión Europea y la Organización Mundial de la Salud OMS, intentaron prohibir en 2001 la
publicidad del tabaco en todo el mundo. A partir de 2004, las empresas
tabacaleras se vieron obligadas a especificar los aditivos que utilizan en la
fabricación del tabaco y todas las cajetillas se empezaron a comercializar con
la leyenda: «Fumar mata», «Fumar puede matar» o «Fumar daña gravemente su salud
y la de las personas que están a su alrededor».
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