En el islam, una HURÍ es una de las jóvenes perpetuamente
vírgenes que esperan a sus prometidos para tener relaciones sexuales y a los
creyentes en el Janah el día del Yaum
al-Qiyamah.
Estas doncellas, que tienen el don de
la eterna juventud y están dotadas de toda suerte de encantos, simbolizan para
algunos musulmanes la eterna bienaventuranza. Las mujeres encontrarán a los ghilman.
Según Mahoma, en el Paraíso prometido
a los creyentes existen unas bellísimas vírgenes, de
las cuales gozarán después de su muerte. Según el Corán,
hay hurís blancas, verdes, amarillas y rojas; sus cuerpos son de azafrán,
almizcle, ámbar e incienso despidiendo un olor sumamente
aromático y llevan sobre la cara descubierta un letrero de oro con expresiones
consoladoras.
Los que cumplen la ley del Profeta y
especialmente los ayunos del ramadán gozarán
de las hurís de cejas negras en tiendas de perlas blancas en las cuales hay setenta
planchas de rubí,
sobre cada una de estas, setenta colchones y sobre cada colchón setenta esclavas,
cada una de las cuales está servida por otra esclava.
Las hurís visten ropas magníficas tan
ligeras y diáfanas que se ve al través de ellas la médula de los huesos.
A cada elegido presenta un ángel una pera o naranja en una bandeja de
plata.
El feliz musulmán abre el fruto y de
él sale la hurí que le está destinada, en los brazos de la cual permanece mil
años, sin que ella pierda nunca su virginidad.
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