sábado, 27 de junio de 2015

CENTURIÓN



El CENTURIÓN romano en latín, centurio y en griego hekatontarchos es el rango que ha recibido una mayor atención por parte de los estudiosos del ejército romano.

Se trata de oficiales con un mando táctico y administrativo, siendo escogidos por sus cualidades de resistencia, templanza y mando. Comandaban una centuria, formada por 80 hombres, en función de las fuerzas en el momento dado y de si la centuria pertenecía o no a la Primera Cohorte Agrupación. Cada cohorte está formada por 6 centurias, excepto la primera cohorte que tiene 5 centurias pero el doble de hombres en cada una de ellas.

Pese a lo que se suele pensar, su nombre no procede que en un principio constase de cien hombres, ya que es anterior al propio rango de centurión, sino que deriva de la propia centuria, unidad administrativa y política que en Roma tenía su propia vertiente civil. De hecho, la centuria en sí nunca adoptó un tamaño de cien hombres, sino que en época republicana osciló entre los treinta de una centuria de triarii, triarios y los sesenta de los hastati y príncipes lanceros y principales. Hacia finales del siglo II a. C., la centuria pasó a contar con unos ochenta hombres, cifra que se mantendrá a lo largo del Alto Imperio siglos I-III, teniendo, así, la Legio Augustea sesenta centurias de ochenta hombres que hacían un total de cuatro mil ochocientos hombres. Más adelante, hacia la época Flavia, la primera cohorte duplicará los efectivos de sus centurias, pero se reducirá el número de las mismas a cinco, con lo que la legión contará ahora con cinco mil ciento veinte hombres de armas.

El grueso de la legión era dirigido por los centuriones, ya que cada cohorte contaba con seis de ellos para dirigir cada una de sus seis centurias. Cada uno de estos centuriones se acomodaba, dentro de cada cohorte, a una estricta jerarquía.

Ésta, en orden ascendente, es: un hastatus posterior, un hastatus prior, un princeps posterior, un princeps prior, un pilus posterior y un pilus prior. Este último puede haber actuado, de facto, como comandante de la cohorte al completo en función de su veteranía. Por otro lado, esta estructura se altera en las primeras cohortes desde época Flavia, ya que sólo existen cinco centuriones, los primi ordines, de los que el primus pilus es el más valorado. Lo normal es que tras un año ejerciendo tal cargo, el primipilo lograse ser ascendido al ordo equestris. A mayores legiones, pueden existir más centuriones de lo que es habitual, y ello se debe a la presencia de veterani o supernumerarii que, si bien no ejercen un mando militar efectivo, sí tienen encomendada una función administrativa.

De acuerdo con las fuentes iconográficas, reflejadas mayoritariamente en algunos relieves históricos -p.ej. Arco de Orange-, en algunos sarcófagos de los siglos II, III y IV, y en algunas inscripciones funerarias, el centurión romano se distinguía por su particular uniforme, que estaba constituido por:

Una túnica corta de color blanco de cursio albata, que en los climas fríos se complementaba con unos pantalones cortos.

Una armadura de cota de malla lorica hamata o de escamas lorica squamata, muchas veces cubierta por phalerae o condecoraciones en forma de medallón y torquex o pulseras colgantes.

Portaba la espada corta -gladius- en el lado izquierdo en lugar del derecho, habitual en los simples milites, sujeta al cuerpo mediante uncingulus o cinturón con la funda del arma.

Usaba protecciones en las piernas llamadas grebas

Sobre el casco cassis lucía una cresta, crista, que cruzaba lateralmente la cabeza. Algunas teorías de historia militar atribuyen la disposición transversal de este penacho a la necesidad de hacerse visible por la espalda para sus soldados, pero en época imperial el resto de los soldados no utilizaba cresta ordinariamente, ya que se reservaba para las armaduras de parada, por lo que solamente los centuriones llevaban este vistoso elemento, que permitía identificarlos fácilmente. Carecemos de evidencias arqueológicas sobre su color aunque se barajan el blanco, negro o rojo.

Calzaba caligae o sandalias claveteadas, similares a las de sus hombres.
Los centuriones también llevaban un bastón de mando, habitualmente una vara de vid, llamada vitis, como símbolo de su autoridad, y que, durante las tareas de entrenamiento, utilizaban a discreción para golpear a los torpes y rezagados.

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