Un EPITAFIO,
es el texto que honra al difunto,
normalmente inscrito en una lápida o placa
sobre su tumba. Tradicionalmente un epitafio está escrito en verso, pero hay
excepciones. Se han conocido muchos poetas que han compuesto su propio epitafio.
El nombre Epitafio, epitaphium en latín, es compuesto de dos voces
griegas epi, sobre, y taphos, tumba, es decir
inscripción puesta sobre una tumba, inscripción sepulcral. En la antigua Grecia, hacía referencia
a la oración dicha respecto a los ciudadanos atenienses muertos en batalla.
Muchos son las citas de los textos santos,
o aforismos.
Se considera que un epitafio bueno es uno que es memorable, o por lo menos hace
uno pensar. Un truco torcido de muchos epitafios exitosos es que le 'hablan' al
lector y le advierten sobre su propia mortalidad; otro es una demanda del
lector para bajar de su lugar descansando, como a menudo él le exigiría al
lector que estuviera de pie en la tierra sobre el ataúd leer la inscripción.
Algunos graban los logros, por ejemplo los políticos notan sus logros durante su paso por
un gobierno pero casi todos con excepción de la tumba del soldado desconocido dónde esto es
imposible el nombre de la nota, la fecha de nacimiento y fecha de muerte.
Muchos epitafios fueron escritos con
algún refinamiento literario, por lo que constituyen un subgénero literario lírico dentro del más general de la elegía o poema de lamento. Son subgéneros
emparentados con él epicedio,
el treno y el planto.
Antiguamente se daba este nombre a los
versos que se citaban en honor de los difuntos el día de sus exequias y
anualmente se repetían en semejante días. Después se tomó por la inscripción
que se pone sobre los sepulcros, como se ve en el día de hoy, unas veces
escrita en prosa y otras en verso, a fin de conservar la memoria de los
difuntos y erigir un monumento a su gloria.
Los epitafios han sido muy variados,
según las costumbres de los reinos y naciones. Los romanos tenían gran cuidado
de hacer hablar a sus muertos en los epitafios, cuyos sepulcros, algunas veces
estaban acompañadas de bellísimas piezas de escultura y arquitectura que no solamente servían de adorno
sino también de instrucción a la posteridad por las acciones ilustres que
representaban y los discursos morales que expresaban.
Los epitafios se escribían en prosa
y/o en verso y se consideraba que los más cortos eran los mejores, ya que se
buscaba que los caminantes pudieran leerlos enteramente al pasar. Por esta
razón Platón limitaba los epitafios en verso a
cuatro hexámetros.
Los más comunes son los de forma de simple discurso conteniendo solamente los
nombres de aquellos que están puestos en las sepulturas con una exposición
corta de la edad de ellos, del año, el mes y del día en que les tocó morir cual
hoy se leen en la mayoría de los nichos de nuestros campos santos.
Buena la frase.
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