La TRAMOYA es el conjunto de máquinas e instrumentos con los que se efectúan, durante la representación teatral, los cambios de decorado y los efectos especiales. En su
origen, designaba a una sola máquina empleada para las transformaciones mágicas
de los actores y del decorado.
En los
teatros de la Grecia Antigua la
maquinaria se ocultaba en las alas de la skené, entre el pórtico y la orchesta. Entre los recursos de tramoya estaban: las
"periaktas" pequeñas pirámides decoradas que giraban sobre un eje;
primitivos sistemas de grúa para hacer descender y ascender a los dioses;
plataformas de madera móviles, para transportar decorados; máquinas de truenos;
telones pintados para crear diferentes fondos de escenario; estatuas de atrezzo y juegos de antorchas para simular rayos y otros fenómenos.
Los
romanos, infatigables ingenieros, desarrollaron todo tipo de recursos de
tramoya con un realismo muy superior al del teatro griego y mayor juego de
elementos tridimensionales. Incorporaron al espectáculo distintas fantasías
acuáticas, desde simples fuentes a piscinas donde se desarrollaban combates con
naves y otras 'maravillas'.
Con la Edad Media, los efectos de tramoya alcanzaron verdadero
protagonismo en las representaciones: complicados juegos con poleas,
plataformas movibles, trucos y estructuras como monstruos y demonios que abrían
y cerraban sus fauces, admiraban al público no sólo en los misterios religiosos,
sino también en puestas en escena de diversos temas profanos.
Los humanistas italianos incorporaron los juegos de perspectiva y profundidad con decorados pintados
en fuga, aumentando el número de bastidores "aforando" e inclinando
el suelo del escenario; también introdujeron el "telón de boca" (ese
gran lienzo que en el teatro tradicional cae y se levanta y se cierra y se abre
separando al público del desarrollo del espectáculo sobre el escenario).
El teatro del Siglo de Oro reforzó tímidamente los juegos de poleas y el sistema de escotillones para
hacer aparecer y desaparecer a los actores. Entre los curiosos objetos
empleados como escenografía había montañas y rocas, grandes "carras", proas o popas, y una estructura
giratoria llamada "bofetón".
Pero la gran aportación del teatro
a la italiana al espacio
escénico llegó con el torreón de tramoya o Torre de Escenario, una estructura diáfana capaz
de albergar galerías de trabajo en distintos niveles, y zonas reservadas a la maquinaria
del "telar" y el "peine". Otra de las ventajas del torreón
de tramoya fue el
aprovechamiento combinado de los recursos del suelo del escenario, el foso y el
contrafoso.
En el siglo XVIII, la tramoya fue
esencial en subgéneros teatrales tan populares como las comedias de magia, usándose complicadas maquinarias de poleas,
grúas y trampas para hacer flotar, volar o desaparecer a los actores de la
trama. Otro paraíso de los
tramoyistas fueron las comedias heroicas, y su aparatosa tramoya y escenografía edificios
trucados que se derrumban, incendios, desfiles, batallas, cañonazos, heridas, bombas,
pólvora, duelos a espada.
Los avances
técnicos, la robótica y la revolución cibernética han distorsionado el
objetivo original de la tramoya, sin dejar de alimentarlo: los escenarios
múltiples sincronizados y giratorios, el uso de pantallas móviles, las
sofisticadas innovaciones en efectos de sonido e iluminación, la aplicación de
recursos escenográficos derivados de otras artes como el vídeo, el cine y la
televisión, han convertido el arte de la tramoya en un inmenso holograma, que continúa creciendo. Quizá el ejemplo más
plástico y universal de la puesta en práctica de la suma de los nuevos recursos
escénicos son las ceremonias de apertura y clausura de unos juegos olímpicos.
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