Los BEREBERES son las personas de África
pertenecientes a un conjunto de etnias autóctonas del norte de África, denominado Tamazgha. Se distribuyen desde el océano Atlántico al
oasis de Siwa, en Egipto, como puntos extremos occidental y oriental respectivamente;
y desde la costa del mar Mediterráneo, al norte, hasta el Sahel, como límite sur. Hasta la conquista de las
Islas Canarias, en el siglo XV, el ámbito de los pueblos bereberes abarcaba
también las islas Canarias, ya que sus aborígenes eran de etnia bereber. El conjunto de las lenguas bereberes, o lenguas tamazight femenino
de "amazigh", es una rama de las lenguas afroasiáticas. Se
estima que en el norte de África existen entre 25 y 45 millones de bereber
fonos, concentrándose especialmente en Argelia y en Marruecos, y entre 2 y 3 millones en Europa.
Bereber procede de
la adaptación árabe barbr del
término griego bárbaros, aunque la auto denominación que usan los
bereberes es imazighen en
singular amazigh y términos relacionados, que significa "Hombres libres". Esta
denominación es común en Marruecos y en Argelia, y desde mediados del siglo XX
se tiende a emplear el término "Amazigh", la apelación original, en
vez de "Bereber", un término importado, para reagrupar a todas las
etnias bereberes Cabilios, Chleuh, Rifeños ,
etc. En la Antigüedad, los
griegos conocían a los bereberes comolibios, los
egipcios los nombraban mashauash, del nombre de una tribu bereber cercana a sus
tierras, y los romanos los llamaban numidios o mauritanos. Los
europeos medievales los incluyeron en los moros o mauros, nombre que aplicaban a todos los musulmanes del África del Norte.
Se
desconoce cuál es su origen, aunque los yacimientos arqueológicos hallados en
el Sáhara, como las pinturas rupestres de Tassili n'Ajjer, datan la presencia del hombre en esta parte de
África desde por lo menos 6.000 años a. C
Al tener una cultura de tradición
esencialmente oral, su historia
sólo se basa en los relatos de los griegos, romanos y fenicios, así como del Antiguo
Egipto. Se sabe que la dinastía XXII de Egipto era un clan libio que conquistó Egipto
alrededor del año 935 a. C. Sheshonq I es el fundador de dicha dinastía, y de
hecho el calendario amazigh comienza su historia desde ese hecho;
así, el año 2960 corresponde al año cristiano 2010.
Durante la época prerromana se
establecieron varios estados independientes antes de que el rey Masinisa fundara Numidia y unificara la región.
Cabe destacar la influencia ejercida
por las civilizaciones más avanzadas en los pueblos amazigh. En la mitología amazigh hay, por ejemplo, similitud entre las
deidades fenicias como Baal o Astarté,
y las deidades egipcias Amón, Isis, etc.
Gracias al avance de los fenicios y
griegos en la navegación y su necesidad de establecer enclaves para el
comercio, los primeros fundaron uno de los mayores imperios del Mediterráneo, Cartago, y los segundos
ciudades que aún persisten como Lixus Larache,
Tingis en Tánger,
Sala Sale,
Utica, Thapsos, Leptis en Túnez.
Durante la primera parte de la Segunda Guerra Púnica, al este, los
masilios bajo su rey Gaia se aliaron con Cartago, mientras que el
oeste de Masaesyli bajo el rey Sifax se alió con Roma. Sin embargo, en el año
206 a. C., el nuevo rey de la región oriental de masilios, Masinisa, se
alió con Roma, y de la Masaesyli de Sifax cambió su lealtad hacia el lado
cartaginés. Al final de la guerra, los romanos victoriosos cedieron toda la
región a Masinisa de los masilios. En el momento de su muerte en 148
a. C., el territorio se extendía desde Masinisa, Mauritania, hasta la
frontera con el territorio cartaginés, y también al sureste, hasta la
Cirenaica, de modo que Numidia rodeaba en su totalidad a Cartago Apiano, Púnica,
106, excepto hacia el mar.
A diferencia de las conquistas de las
religiones y las culturas anteriores, la llegada del Islam, que fue difundida
por los árabes y sirios, iba a tener a largo plazo efectos duraderos sobre el
omnipresente Magreb.
La nueva fe, en sus diversas formas,
penetraría en casi todos los segmentos de la sociedad, trayendo consigo los
ejércitos, sabios, místicos y fervientes, y en gran parte infiltraría las
prácticas tribales complicando y fragmentándolas por lealtades a las nuevas
normas sociales y expresiones políticas. No obstante, la islamización y la
arabización de la región eran complicadas y siguió un largo proceso con
revueltas de carácter social tan profundamente enraizado y radicalmente opuesto
a los nuevos órdenes como las que representaba el matriarcado previo bajo la
líder Kahina. Los árabes
tardaron casi 30 años en conquistar la región y pasaron otros 300 años
arabizando el Magreb.
Las primeras expediciones militares
árabes en el Magreb, entre 642 y 669 d. C., dieron lugar a la propagación
del Islam. Estas primeras incursiones desde una base en Egipto se produjeron
bajo la iniciativa local. Pero, cuando la sede del califato se trasladó de Medina a Damasco,
los Omeyas reconocieron la necesidad estratégica
de dominar el Mediterráneo con especial esfuerzo en los países de África del
Norte. En 670, un ejército árabe liderado por Uqba ibn Nafi ocupó la ciudad de Kairuán,
a unos 160 km al sur de la actual Túnez, y la usó como base para otras
operaciones.
Abu al-Muhajir Dinar, sucesor de Uqba,
siguió hacia el oeste de Argelia y, finalmente, elaboró un modus vivendi con Kusaila, la gobernante de
una amplia confederación de bereberes cristianos. Kusaila, que tenía su base en
Tilimsan (Tremecén),
se convirtió al islam y trasladó su sede a Takirwan, cerca de Kairuán.
Pero esta armonía no duró mucho. Las
fuerzas árabes y bereberes pugnaron por dominar la región hasta 667. En 711,
las fuerzas omeyas ayudadas por bereberes conversos al Islam habían conquistado
todo el norte de África, pero la propagación del Islam entre los bereberes no
significó su apoyo al califato dominado por los árabes, debido a su actitud
discriminatoria. Los gobernadores designados por los califas omeyas gobernaron
desde Kairuán, capital del vilayato provincia de Ifriqiya, que cubría Tripolitania la parte occidental de la actual Libia,
Túnez y el este de Argelia.
Las tensiones entre los árabes y los
bereberes se fueron agravando, en parte a causa de que los primeros trataban a
los segundos como musulmanes de segunda clase, y también por el hecho de que el
poder estaba en manos de una minoría que, en el peor de los casos, llegaba a
esclavizarlos. Las tensiones fueron en aumento hasta que estalló una revuelta,
en los años 739-740, bajo el liderato de los jariyíes. Éstos habían
estado luchando contra los Omeyas en Oriente y muchos se sintieron atraídos por
su ideología igualitaria. Después de la revuelta, los jariyíes establecieron
una serie de reinos tribales teocráticos, la mayoría de los cuales tenían
historias cortas y problemas. Pero otros, como Siyilmasa y Tilimsan, que eran
atravesados por las principales rutas comerciales, tuvieron una historia más
próspera y larga.
En 750, los abasíes, que sucedieron a
los omeyas como califas musulmanes, trasladaron la capital a Bagdad y restablecieron la autoridad califal
en Ifriqiya, nombrando a Ibrahim I ibn Aglab como gobernador en Kairuán.
Aunque formalmente prestaban sus servicios al califa con gusto, Al Aglab y sus
sucesores, los aglabíes, gobernaron de
forma independiente hasta 909, y presidían un tribunal que se convirtió en un
centro para el aprendizaje y la cultura.
Varias dinastías bereberes dominaron
durante la Edad Media en el Magreb, Sudán, Italia, Malí, Níger, Senegal, Egipto y España.
El Libro de la evidencia, de Ibn Jaldún,
contiene una tabla que resume las dinastías del Magreb:
Buena parte de la población del norte
de África es de origen bereber. Por eso del 35 al 40% de la población marroquí
y entre el 20 y 25% de los argelinos21 pueden hoy día identificarse como
bereberes por hablar un idioma bereber. Si bien la cultura actual de algunos
grupos étnicos bereberes, en particular en las zonas urbanas, se ha fundido con
la de sus vecinos magrebíes de habla árabe, y sólo el lenguaje les diferencia,
la mayoría mantiene hábitos culturales vestimenta, fiestas, hábitat,
gastronomía, música propios de las diversas culturas bereberes.
Por lo tanto, las estimaciones más
altas de la población de origen bereber podrían incluir a los grupos étnicos
que no hablan una lengua bereber. También hay pequeñas poblaciones bereberes en
Libia, Túnez y Mauritania, aunque no se dispone de estadísticas exactas, y muy
pequeños grupos en Mali, Burkina Faso, Egipto y Níger. Mayor número de
personas constituyen los grupos bereberes de Argelia, los cabilios, que suman
cerca de 4 millones y que han mantenido, en gran medida, su lengua original y
su cultura, y los chleuh del sur de Marruecos, que cuentan alrededor de 8
millones de personas. Hay unos 2,2 millones de inmigrantes bereberes en Europa,
especialmente los rifeños y los cabilios, en Francia, Países Bajos, Bélgica y España. Una parte de los habitantes
de las Islas Canarias se consideran descendientes de los aborígenes guanches.
Aunque estereotipados en Europa como
nómadas, la mayoría de los bereberes fueron, de hecho, agricultores que vivían
en las montañas relativamente cerca de la costa mediterránea o atlántica, y
habitantes de los oasis. Pero los tuareg y zenaga en
el Sáhara eran nómadas. Algunos grupos, como los Chaouis, practicaban la trashumancia.
En enero de 2010, los bereberes de
Marruecos obtuvieron su propio canal de televisión.
Fuertes tensiones políticas surgieron
entre algunos grupos bereberes especialmente en Cabilia y los gobiernos de los
países magrebíes durante los últimos decenios, en parte por cuestiones
lingüísticas y culturales. En Marruecos, por ejemplo, hasta hace muy poco
estaban prohibidos los nombres bereberes.
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