viernes, 11 de abril de 2014

ÁBSIDE



El ÁBSIDE es la parte de la iglesia situada en la cabecera. Generalmente tiene planta semicircular pero puede ser también poligonal. Suele estar cubierto por algún tipo de bóveda que, en época románica, es de horno o cascarón.


Del latín absis, absidis, que a su vez proviene del griego apsis, apsidos, cuyo significado es el de arco o bóveda

En los templos romanos el ábside era una hornacina en la que se alojaba la estatua de una deidad. También se dio luego esta denominación a las exedras de las basílicas romanas, es decir, a unos espacios de planta semicircular dotados de asientos respaldados por el interior del muro del recinto entre los que se encontraba el sillón del magistrado presidente. Frente a él se situaba en ocasiones un altar para realizar ofrendas y sacrificios. La Basílica Ulpia de Trajano puede ser un buen ejemplo de ello, con sus dos ábsides, uno en cada extremo de la nave principal y una exedra independiente.

Los templos paleocristianos se construyeron siguiendo las pautas de la basílica romana e incorporaron el ábside como un elemento habitual de su arquitectura. En él se integraban el presbiterio y el altar. En los actos litúrgicos, los clérigos o presbíteros ocupaban los sitiales que en los ábsides romanos correspondían a los tribunos, mientras que el obispo se acomodaba en el sillón presidencial ante el altar.

Aunque en la edad media se difundieron otros modelos de planta eclesiástica ajenos a la basilical, como la de cruz latina, no obstante no sólo se mantuvo sino que se generalizó el empleo del ábside en sus variadas formas y disposiciones, hasta el punto de tenerse por uno de los componentes más característicos de la arquitectura bizantina, románica y gótica.

Normalmente el ÁBSIDE es de planta semicircular, pero no es raro encontrarlo de otras formas geométricas, abundando el de planta cuadrada o rectangular y el poligonal de mayor número de lados, como el octogonal o dodecagonal. La cubierta, también por lo general, es abovedada en cuarto de esfera u horno, sin descartar otras formas de bóveda, como la gallonada en el caso de planta poligonal, o la de arista.

La disposición típica del ábside es la que lo sitúa en el extremo oriental o cabecera de la nave central, sobresaliendo al exterior. Ha de tenerse en cuenta que, salvo contadas excepciones, los templos cristianos se han orientado siempre según un eje este-oeste el llamado "Eje litúrgico", estando la cabecera a oriente y la fachada principal de acceso en el frente opuesto, a occidente. Cuando existe más de una nave es frecuente que se rematen con un ÁBSIDE, además de la nave central, cada una de las laterales. En tales casos, los ábsides secundarios son de menor diámetro y altura que el central.

Un caso menos frecuente pero no insólito es el de los ábsides adosados al transepto. Unas veces se colocan como remate de cada uno de sus extremos; otras veces, abiertos a modo de capillas en el lado este y distribuidos simétricamente con respecto a la nave. El propio ábside principal, cuando posee dimensiones suficientes, puede ir lobulado con una serie de ábsides menores, también llamados absidiolos, que forman una corona de nichos o pequeñas capillas absidiales en su rededor. En particular, al ábside central pueden unírsele otros dos ábsides complementarios para formar un conjunto que se conoce como "Ábside tricónquido".

Como norma, en la que caben excepciones, los ábsides presentan en su alzado dos partes bien diferenciadas: la inferior constituida por un zócalo ciego, y otra superior, separada o no de aquella por una imposta que recorre horizontalmente todo el muro, en la que se abre un número impar de ventanas, de las cuales la central se dispone axialmente en relación con la nave. En ocasiones, en el exterior se adosan columnas encapiteladas de fuste circular que se levantan hasta el alero de la cubierta y dividen el paramento en tramos verticales.

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