El ESCRIBA era el copista o amanuense de la Antigüedad. En la civilización del Antiguo Egipto, era un personaje fundamental, culto, experto en
la escritura jeroglífica y pictográfica, y
conocedor de los secretos del cálculo, siendo el único capaz de evaluar los impuestos,
asegurar los trabajos de construcción y transcribir las órdenes del faraón.
Para los hebreos era el copista de las Sagradas Escrituras y,
posteriormente, incluso el doctor e intérprete de la ley.
La palabra
española ESCRIBA procede del latín: scriba. En hebreo so·fér,
procede de una raíz que significa “contar”, y se traduce “secretario”,
“escribano”, “copista”; y la palabra griegagram·ma·téus se traduce “escriba”, “instructor
público”; el término alude a una persona instruida.
Los
escribanos hebreos actuaban como notarios públicos, preparando certificados de
divorcio y registrando otras transacciones. Al menos en tiempos posteriores, no
tenían ninguna tarifa fija, de manera que se podía negociar con ellos el precio
de antemano. Por lo general solo uno de los interesados pagaba el coste de la
transacción, pero a veces ambas partes compartían los gastos. Ezequiel vio en
una visión a un hombre con un tintero de secretario marcando sobre la frente a
sus contemporáneos
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