NOVELA PICARESCA es un género literario narrativo en prosa muy
característico de la literatura española,
aunque trascendió a la europea en general. Surgió en los años de transición
entre el Renacimiento y
el Barroco,
durante el llamado Siglo de Oro de
las letras españolas.
La NOVELA PICARESCA surgió como crítica por un lado de las
instituciones degradadas de la España imperial y por otro de las narraciones
idealizadoras del Renacimiento: epopeyas, libros de caballerías, novela sentimental, novela
pastoril. El fuerte contraste de valores entre los distintos
estamentos sociales de la España de la época generó, como respuesta irónica,
unas llamadas «anti novelas» de carácter antiheroico, mostrando lo sórdido del
momento histórico: las pretensiones de los hidalgos empobrecidos, los miserables
desheredados, los falsos religiosos y los conversos marginados. Todos éstos se
contraponían a los caballeros y burgueses enriquecidos que vivían en otra
realidad observada por encima de sus cuellos engolados. Por otra parte, y según Miguel Herrero García, el género es «Un
producto pseudo ascético, hijo de las circunstancias peculiares del espíritu
español, que hace de las confesiones autobiográficas de pecadores escarmentados
un instrumento de corrección».
En España el género extraía la
sustancia moral, social y religiosa del contraste cotidiano entre dos estamentos,
el de los nobles y el de los siervos. Durante el siglo XVII comienza a
vulgarizarse y degradarse la hidalguía y personajes, como don Quijote o el hidalgo pobre que se hace servir
por Lazarillo de Tormes, son ilustraciones de
este fenómeno en la literatura española, encontrando también su correlato
reflejado por el género teatral del entremés.
El humilde guitón, bigardo o pícaro de cocina como tal es un anti caballero
errante en una «epopeya del hambre» a través de un mundo
miserable, donde sólo se sobrevive gracias a la estafa y el engaño y donde toda
expectativa de ascenso social es una ilusión; los vagabundeos de un Pablos o de
un Guzmán constituyen el contrapunto irónico a los de los valientes caballeros. La
vida de Lazarillo de Tormes es el comienzo de una crítica de los valores
dominantes de la honra y de la hipocresía,
arraigados en las apariencias, que hallará su culminación y configuración
canónica con la Primera parte de Guzmán de Alfarache,
de Mateo Alemán.
Las características de este
género son las siguientes:
El protagonista es un pícaro,
de muy bajo rango social o estamento y descendiente de padres sin honor o
abiertamente marginales o delincuentes. Perfilándose como un antihéroe,
resulta un antípoda al verdadero ideal caballeresco que ya no existe en la
sociedad contemporánea. Su aspiración es mejorar su condición social, pero para
ello recurre a su astucia y a procedimientos ilegítimos como el engaño y la
estafa. Vive al margen de los códigos de honra propios de las
clases altas de la sociedad de su época y su libertad es su gran bien, pero
también posee una frecuente mala conciencia que, por ejemplo en Guzmán de
Alfarache, se extiende a lo largo de páginas y más páginas de consideraciones
éticas, morales y religiosas.
Estructura de falsa
autobiografía. La novela de humor está narrada en primera persona como si
el protagonista,
un pecador arrepentido y anti héroe, fuera el autor y narrara sus
propias aventuras con la intención de moralizar, empezando por su genealogía,
antagónica a lo que se supone es la estirpe de un caballero.
El pícaro aparece en la novela desde una doble perspectiva: como autor y como actor. Como autor se sitúa
en un tiempo presente que mira hacia su pasado y narra una acción cuyo
desenlace conoce de antemano.
Determinismo: aunque el pícaro intenta
mejorar de condición social, fracasa siempre y nunca dejará de ser un pícaro.
Por eso, la estructura de la novela picaresca es normalmente abierta. Las
aventuras que se narran podrían continuarse indefinidamente para sugerir que no
hay evolución posible que cambie dicha historia. Este paradigma, al que apela
Lázaro para justificar sus propios errores y ganarse la simpatía del lector en La vida de Lazarillo de Tormes, fue
contestada por Mateo Alemán, Francisco de Quevedo, Miguel de Cervantes y otros
autores de narraciones picarescas en años posteriores, puesto que contravenía
la doctrina católica del libre albedrío tan importante en la contrarreforma.
Ideología moralizante y pesimista. Cada novela picaresca está
narrada desde una perspectiva final de desengaño; vendría a ser un gran
«ejemplo» de conducta aberrante que, sistemáticamente, resulta castigada. La
picaresca está muy influida por la retórica sacra
de la época, basada en muchos casos, en la predicación de «ejemplos», en los
que se narra la conducta descarriada de un individuo que, finalmente, es
castigado o se arrepiente.
Intención satírica y
estructura itinerante. La
sociedad es criticada en todas sus capas, a través de las cuales deambula el
protagonista en una estructura itinerante en la que se pone al servicio cada
vez de un elemento representativo de cada una. De ese modo el pícaro asiste
como espectador privilegiado a la hipocresía que
representa cada uno de sus poderosos dueños, a los que critica desde su
condición de desheredado porque no dan ejemplo de lo que deben ser.
Realismo, incluso naturalismo al
describir algunos de los aspectos más desagradables de la realidad, que nunca
se presentará como idealizada sino como burla o desengaño.
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