Recibía el nombre de GLADIADOR quien
batallaba con otro, o con una bestia, en los juegos públicos de la Antigua Roma.
La teoría más aceptada sobre el origen de este vocablo es que deriva de la
palabra gladius,
la espada que utilizaban. Y se dice que
provenían de los ritos ancestrales etruscos.
Se dice que los ritos etruscos se
conformaban de celebraciones funerarias donde se honraba al fallecido con
peleas entre esclavos, sin embargo ya que la cultura etrusca fue asimilada de
forma homogénea no quedan registros de la verdadera naturaleza de estos cultos
Dependiendo por su manera y forma de
combatir existían varias clases de gladiadores: mirmillón, tracio, etc. El
nombre con el que eran conocidos dependía de si llevaban cascos, o de la forma
del mismo, escudo, espada o red..., o incluso la habilidad que poseían para la
lucha.
El combate se dividía en varias
partes, e iba desde el momento en que atravesaban la ciudad mientras se dirigían
al anfiteatro, hasta que se declaraba victorioso uno de los gladiadores y era
premiado con palmas, coronas adornadas de cintas y en los tiempos del Imperio
una cantidad de dinero.
El origen de los combates de
gladiadores hay que buscarlo en las costumbres funerarias de los etruscos, aproximadamente
en el siglo VI a.C., en cuyos
monumentos aparecen representados, y, remontándose algo más, es probable que se
encontrase alguna relación con la costumbre de inmolar los prisioneros en la
tumba del héroe muerto en la guerra, practicada por algunos pueblos primitivos.
Constituían una parte de los juegos
fúnebres de los etruscos y parecen referirse al culto de Saturno, lo cual indica que en un
principio se celebraban durante las Saturnales.
Dichos combates se introdujeron en Roma hacia el siglo
III a. C. Como
no siempre había prisioneros que combatieran mientras el cadáver se quemaba en
la pira, pues tal era el momento en que se producía el duelo gladiatorio, en
que la sangre que se vertía era como un holocausto ofrecido al difunto, no
faltaban hombres temerarios que se prestaban libremente a combatir. Tales
fueron los primeros gladiadores.
Como sucedió con otras muchas
costumbres de la antigüedad, los combates de gladiadores, que habían comenzado
como un rito de significado religioso, acabaron por ser un espectáculo público
que llegó a inspirar una pasión desenfrenada.
Si se ha de creer a Valerio
Máximo y al
historiador romano Tito Livio en su obra "Ab Urbe Condita Libri",
fueron los hermanos Marco Junio
Pera Cónsul Romano en
el año 230 a. C., Censor Romano en el año 225 a. C. y
último Dictador Romano en el año 216 a. C y Décimo Junio Pera Cónsul Romano en el años
266 a. C., y Censorde
Roma en el año 253 a. C. quienes dieron el primer munus
gladiatorium en el año 490
de Roma, 264 a. C, en el foro Boario con motivo de los funerales de
su padre el no menos célebre Junio Bruto
Pera, quien fuera Cónsul Romano en el año 292 a. C. y
descendiente directo de rancio linaje etrusco de una de las familias fundadoras
de Roma.
Los autores antiguos, especialmente Suetonio, dan muchos
detalles de los combates de gladiadores y de la intervención que en tales
fiestas tomaron algunas veces los emperadores. Por ejemplo, Nerón hizo pelear un día en el anfiteatro a
cuatrocientos senadores y doscientos caballeros. Trajano, de vuelta de su
expedición al Danubio, hizo que, en los
123 días de las fiestas organizadas, combatieran diez mil gladiadores.
El día de la fiesta los gladiadores
lujosamente vestidos se dirigían al anfiteatro atravesando la ciudad. Una vez en la
arena efectuaban un simulacro con armas de madera o sin punta arma lusoria que venía a ser una
preparación para la lucha. Se tocaba un cuerno como señal de comienzo del combate.
Entonces, los lanistas escogían a los gladiadores que debían actuar y
delimitaban el espacio del combate en la arena marcándolo con un bastón. Al
llegar los gladiadores al momento final del triunfo preguntaban al público si
debían matar al vencido o no, el cual previamente había pedido clemencia
levantado la mano. Si los espectadores entendían que merecía el perdón bajaban
el pulgar, haciendo ver que el vencedor debía arrojar su arma a tierra, aunque
hay fuentes que aseguran que lo que se hacía era esconder el pulgar, queriendo
decir que el vencedor debía envainar la espada. Aun así, solamente uno de cada
diez gladiadores moría y generalmente era por las heridas accidentales en la
batalla, se le mataba para evitarle el sufrimiento. Si se dictaminaba muerte,
lo que se hacía era dirigir el pulgar en posición horizontal y con una serie de
movimientos en dirección al cuerpo, que algunos han interpretado en dirección a
la garganta, señalando el fatídico punto hacia donde debía dirigir el golpe
mortal. Aunque lo más probable es que el vencedor hundiera su arma entre la
clavícula y el omóplato, para llegar al corazón y de esa manera dar una muerte
rápida.
El vencido, en ese último momento, no
ofrecía resistencia, y afrontaba su muerte con dignidad. También es bastante
desconocido el hecho de que el índice de supervivencia de los gladiadores era
mayor de lo que se piensa. Durante el Bajo Imperio,
tan solo el emperador tenía el derecho de perdonar o condenar a muerte. Los
gladiadores victoriosos recibían en premio palmas, coronas adornadas de cintas y en los tiempos
del Imperio una cantidad de dinero. Cuando a un gladiador se le entregaba en
premio una espada roma era señal de que se le autorizaba para abandonar la
profesión de gladiador.
Los gladiadores que morían en la arena
eran arrastrados al espoliario por los esclavos que estaban al servicio del anfiteatro
los cuales se valían de un garfio de hierro y los sacaban por la puerta llamada
de la Muerte. Dicha puerta conducía al Spoliarium, dependencia del
anfiteatro destinada a depositar los cadáveres para despojarlos de sus armas y
vestiduras, acto que determina bien el concepto de expoliar de donde proviene
la palabra.
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