La campiña o marisma de Aaru, era el lugar paradisiaco donde reinaba Osiris, y morada también
de Ra Hor-Ajti, Seth, y otros dioses
importantes, según la mitología egipcia.
El Aaru fue situado originalmente en los Textos de las Pirámides próxima a la campiña o marisma de las
ofrendas o bendiciones, o dentro de la misma según otras tradiciones, la cual
era localizada en la región del norte, donde las estrellas imperecederas o
circumpolares. “Pon tu morada en la Campiña de las Ofrendas, entre las estrellas
imperecederas". Posteriormente se localizó en el nordeste y también en el
noroeste, y se describe como un campo eternamente fértil o una serie de islas
cubiertas de cañas un campo de Juncos, similar al
terrenal delta del
Nilo: una zona de caza y pesca ideal. El lugar donde moraba Osiris
también fue denominado, a veces, Campo de Ofrendas, Sejet
Hetep en egipcio antiguo.
Solamente a los espíritus cuyos actos
pasados terrenales conciencia y moralidad, representados por el corazón pesaban
igual que el Maat la armonía cósmica, representada
simbólicamente por una pluma les era permitido comenzar un largo y peligroso
viaje al Aaru, para disfrutar
placenteramente por toda la eternidad.
Pero la vida nueva que comienza
después de un juicio favorable no es, al principio, mejor o más espiritual que
la vida en la tierra. El justo sigue siendo un caminante en un viaje largo y
difícil para lograr alcanzar la dicha y seguridad en los fértiles campos de Aaru.
En este viaje estaba expuesto a
múltiples peligros y, para evitarlos, el espíritu del difunto dependía de la
energía y conocimientos que hubiera adquirido en la vida pasada, y de las
palabras mágicas registradas en el libro de los muertos.
Además necesitaba la ayuda
proporcionada por los parientes y amigos que aún vivían en la tierra, pues eran
ellos los que aseguraban la conservación de su cadáver para que él pudiera
volver y utilizarlo como tumba indestructible, hogar y abrigo de su Ka,
necesitando alimento y bebida para su sustento, rezos y sacrificios para su
salvación, y perseverar su recuerdo inscribiendo en los muros de la tumba, o
escribiendo en rollos de papiro, capítulos del
libro de los muertos, introducidos entre los vendajes de su cuerpo momificado.
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