Los trovadores, fueron músicos y poetas medievales que componían sus obras y las interpretaban, o las hacían interpretar por juglares en las cortes señoriales de ciertos lugares de Europa, especialmente en el sur de Francia, entre los siglos XII y XIV. La poesía trovadoresca se compuso principalmente en occitano.
Los trovadores, personajes mayoritariamente de la
nobleza, a menudo a medio camino entre el guerrero y el cortesano, con sus
canciones amorosas sobre todo, pero también con sus composiciones de propaganda
política, sus debates y, en definitiva, con su visión del mundo, nos muestran
el inicio de una historia cultural y política con una variedad que no
encontramos en ningún otro documento de la época. Su literatura,
además, será una de las fuentes básicas de la poesía que durante siglos se
cultivará en Europa
occidental; incluso en el siglo XX, autores catalanes
como Josep Vicence Foix no se pueden
explicar del todo sin conocer aquello que compusieron estos escritores de los siglos XII
y XIII.
El estudio de los trovadores se incluye habitualmente
dentro de la historia de la literatura occitana y escribían en una variedad
culta del provenzal
antiguo, la lengua poética de los trovadores, que surgen a finales del siglo XI
y se extendió por el occidente Europeo, sobre todo en Cataluña
y el norte de Italia,
conformando una literatura de una unidad notable en un momento, además, en que
las diferencias entre el provenzal, la lengua de la poesía trovadoresca, y el
catalán eran relativamente poco importantes. Ya en la plenitud de su producción
literaria -siglo XIV y parte del siglo XV-
en Cataluña, un mismo escritor usaba el occitano, si se quiere cada vez más
"Catalanizado", en su obra poética, y el catalán en la prosa. Esta
situación pervive hasta la obra de Áusias March
-Primera mitad del siglo XV-. Por último, la tradición literaria de los
trovadores aún tiene vigencia en parte de la poesía del siglo XX,
tanto con respecto a los aspectos formales como de contenido y es, sin duda,
una de las bases más importantes de la lírica catalana.
Existe una diferencia entre trovador y juglar, pues el
primero era un poeta lírico de condición social elevada, que se acompañaba de
una melodía fija y cuyo texto se fijaba por escrito y no se transmitía con
variantes, además de que no necesitaba utilizar sus facultades artísticas como
medio de vida; mientras que el juglar llevaba una vida ambulante, recitaba con
una entonación específica pero no melódica, memorizaba los textos e incluso
improvisaba a partir de determinados motivos temáticos, podía ayudarse de la
mímica y la dramatización y, en suma, se trataba de una literatura de
transmisión oral y carácter folclórico o popular. Sin embargo, siempre hubo
concomitancias entre los dos conceptos. Así, es posible que los juglares
tuvieran entre su repertorio las creaciones de los trovadores.
Se conocen unos 350 trovadores de procedencia social muy
diversa, desde algunos de los personajes más importantes de su época, empezando
por el primer trovador conocido, Guillermo de Poitiers al Papa Clemente IV
o el famoso rey de Inglaterra Ricardo Corazón de León, que antes de
presidir la corte inglesa fue duque de Aquitania y conde de Poitiers,
a otros personajes de la nobleza como el catalán Guerau de
Cabrera, vizconde de Gerona y Urgel; hasta llegar a trovadores famosísimos de origen
humilde, como era el caso de Marcabrú,
que empezó como juglar.
Han llegado a nuestros días pocos casos de trovadores mujeres "Trobairitz"
o trovadoras, siempre de la nobleza, de entre las que destaca la Condesa de
Día.
En el caso de los trovadores de más alta posición, la
creación literaria era un ornamento más y un ejercicio de ingenio, mientras que
los procedentes de clases más humildes dependían de su habilidad para
sobrevivir y prosperar: la "amiga" a la que dirigen sus escritos es
muchas veces la esposa de un señor importante que les permitirá entrar bajo su
protección; de esta manera insertan el concepto de amor hacia una dama superior
al trovador, considerada su "señor", lo cual refleja un sistema de
relaciones feudo-vasalláticas, en las que el enamorado se imagina como rendido
vasallo.
Pese a estas diferencias sociales había una tendencia a
considerarse como iguales entre ellos ya que compartían una misma actividad,
aunque fuera con finalidades diferentes. Esto no quiere decir, claro está, que
no fueran conscientes del lugar que cada uno de ellos ocupaba en la jerarquía
de la sociedad de la época, y algunos de ellos, como Raimbaut d'Aurenga
marcaban la distancia mediante un lenguaje enrevesado trovar clus y lo oponían a
un estilo más ligero defendido por otros autores como Giraut de Bornelh, trovar leu. Aun así, el hecho de ser
trovador suponía un prestigio que hacía que les fuera permitido aconsejar a grandes
señores y disfrutar de una confianza que en otras circunstancias no habrían
tenido.
El oficio de trovador fue especialmente bien considerado
durante el siglo XII,
pero ya en el siglo siguiente algunos trovadores se quejaban de la carencia de
prestigio y de que no eran acogidos como antes en todas las cortes. La guerra
contra los albigenses
y la batalla de Muret supuso también un impedimento
importante en la difusión de su arte. Aun así algunos consideran que el arte de
la trova se desplazó hacia los nuevos autores de la lírica galaico-portuguesa y la italiana,
que tuvo su auge en los siglos XIII y XIV.
En general todos tenían una buena formación. Todo indica
que creaban tanto los textos como la música que los acompañaba. Eran poemas que
se caracterizaban por la imposición moldes estrictos de métrica
y versificación, que no podían improvisarse y
requerían una elaboración lenta y mediante la escritura. Casi todos estos
autores habían estudiado el trívium
gramática,
lógica
y retórica
que implicaba el conocimiento de las poéticas grecolatinas y el quadrivium
aritmética,
geometría,
música
y astronomía.
Además seguían los tratados sobre la lengua y el arte de trovar que fueron
apareciendo en su tiempo. Entre estos documentos podemos mencionar Razos de trobar de principios del siglo XIII,
de Ramón Vidal de Besalú, Reglas de trobar 1289-1291 de Jofre de Foixá, el
enciclopédico "Lo breviari d'amor"
1288-1292 de Matfre Ermengaud, que se
centra sobre todo en el amor y su tratamiento y no en los aspectos gramaticales
estrictos. En el siglo XIV, con el fin de revitalizar el mundo y
la poética de los trovadores, Guilhèm Molinier escribió
las Leys de amor 1328-1337, versión en prosa. Ya
a finales del siglo XIV y durante el siglo XV empezaron a aparecer los primeros
tratados destinados a los poetas en lengua catalana, entre los cuales destacan
el Torcimany de Lluís de Averçó y el Libro de concordancias 1371 de Jaume March
tío de Ausias March.
La poesía y la información que se conserva acerca de los
trovadores ha sido transmitida por los cancioneros,
puesto que algunas de estas composiciones y textos contenían datos biográficos
que estos poetas daban sobre sí mismos.
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