La palabra teología viene del griego: estudio, razonamiento,
significando: “El estudio de Dios” y, por ende, el estudio de las cosas o hechos relacionados
con Dios es el estudio y conjunto de conocimientos acerca de la divinidad.
Este término fue usado por primera vez por Platón en La República
para referirse a la comprensión de la naturaleza divina por medio de la razón,
en oposición a la comprensión literaria propia de sus poetas coetáneos. Más
tarde, Aristóteles empleó
el término en numerosas ocasiones con dos significados:
Teología al principio como denominación del pensamiento mitológico inmediatamente
previo a la Filosofía, en un
sentido peyorativo, y sobre todo usado para llamar teólogos a los pensadores antiguos no-filósofos como Hesíodo y Ferécides de Siros.
Teología como la rama fundamental y más importante de la Filosofía, también llamada filosofía primera o estudio de los primeros principios,
más tarde llamada Metafísica por sus
seguidores y que para distinguirla del estudio del ser creado por Dios, nace la
filosofía teológica que se la denomina también teodicea o teología filosófica.
San Agustín
tomó el concepto teología natural,
theologia naturalis de la gran
obra «Antiquitates rerum divinatum»,
de Marco Terencio
Varrón, como única teología verdadera de entre las tres presentadas
por Varrón: la mítica, la política y la natural. Sobre ésta, situó
la teología sobrenatural theologia supernaturalis, basada en
los datos de la revelación y por tanto considerada superior. La teología sobrenatural, situada fuera
del campo de acción de la Filosofía, no estaba por debajo, sino por encima de
ésta, y la consideraba su sierva, que la ayudaría en la comprensión de Dios.
Teodicea es un término
empleado actualmente como sinónimo de teología
natural. Fue creado en el s. XVIII por Leibniz como título de una de sus obras: «Ensayo de Teodicea. Acerca de la bondad de
Dios, la libertad del hombre y el origen del mal», si bien Leibniz se
refería con teodicea a
cualquier investigación cuyo fin fuera explicar la existencia del mal y
justificar la bondad de Dios.
El término teología, por tanto, no es inicialmente de
origen cristiano. Sólo a través de un proceso progresivo se impone tanto en
Oriente como en Occidente el uso cristiano del término «Teología». Para Clemente de
Alejandría, indica el «Conocimiento de las cosas divinas». Para Orígenes expresa la «Verdadera doctrina
sobre Dios y sobre Jesucristo como Salvador». Corresponde a Eusebio el
privilegio de haber aplicado por primera vez el atributo theologos a Juan Evangelista, ya que en su evangelio
escribió una «Eminente doctrina sobre Dios». A partir de él, la Iglesia
Católica afirma que la teología indica la verdadera doctrina, la cristiana, en
oposición a la falsa doctrina que enseñaban los paganos y los herejes
El término teología es una palabra compuesta que, en su
significado literal, puede indicar un hablar de Dios, o bien un discurso sobre
Dios. Si en términos generales la teología es una reflexión sobre Dios y en
este sentido existe también una teología filosófica, en el sentido más
corriente de la Iglesia Católica
es una reflexión que intenta conocer y comprender la fe a partir de la razón.
Así pues, la teología católica presupone la fe como fundamento experiencial e
intenta en ella y a través de ella el conocimiento y la comprensión de la fe.
En otras palabras, es una actividad intelectual, metódica y crítica que
presupone la adhesión a la fe católica. Para indicarla sintéticamente, se
resume a menudo a la fórmula de San Anselmo: "Fides quaerens intellectum":
"La fe busca entender" la teología es la voluntad de la fe de
comprender.
En la constitución del saber teológico católico pueden
indicarse su objeto, sus fuentes y su lugar. El «Objeto» de la teología es Dios
de manera directa, y el mundo y el hombre a la luz de Dios. Las «Fuentes del
conocimiento teológico» y sus criterios de verdad son la razón humana y la revelación divina, de manera privilegiada.
El «Lugar» de la teología es la Iglesia como comunidad
de fe y de cristianismo.
De aquí deriva que la Iglesia tiene que poder establecer
de forma autorizada criterios para la reflexión teológica. Según la Iglesia
católica, la investigación y el trabajo teológico se inscriben dentro de un
saber racional, cuyo objeto es dado por la «revelación» es decir, la Palabra de
Dios transmitida e interpretada por la Iglesia bajo la autoridad del Magisterio,
ya que es imposible evitar la mediación de la Iglesia, y acogida por la fe, importancia
del asentimiento de la comunidad. La teología en algunos casos llegó a un alto
nivel de especulación y elaboración. Este saber racional ha sido considerado
ciencia por los teólogos y por no-teólogos en el pasado medieval y en épocas
contemporáneas,
aunque para otros del pasado o contemporáneos no es una ciencia. En gran
medida, esto se explica porque el concepto de ciencia ha variado y aún en diferentes
épocas no es homogéneo.
La Teología se pregunta acerca de la naturaleza, las
propiedades y la esencia de Dios usando como fuente la Revelación y como método
la lógica trinitaria. En este sentido la Teología es en su mayor parte
cristiana, aunque también las religiones no cristianas tienen una respetable
tradición teológica, pero basada en otros principios.
Las Iglesias cristianas y su Teología se fundan sobre dos
misterios aceptados por todas: el misterio trinitario y el misterio
cristológico.
El misterio trinitario
es la doctrina que explica la existencia de un solo Dios en tres personas
diferentes e identificables: Padre, Hijo y Espíritu Santo; La teoría del tres
en uno. "La pluralidad en una unidad".
El misterio cristológico es la entera
vida de Jesucristo, la segunda Persona o el Hijo:
Su nacimiento, pasión, muerte y resurrección, por la que reconcilia a los
hombres con Dios Padre. El misterio radica en la imposibilidad de entender cómo
coinciden en la misma Persona dos naturalezas, la Divina, infinita y eterna,
con la humana, finita y mortal, de manera que se dé por ejemplo la paradoja de que la misma Persona de Jesús, del viernes de crucifixión al
domingo de resurrección,
haya estado muerta como hombre y al mismo tiempo viva como Dios junto al Padre
y al Espíritu Santo. Es el misterio de que sea, a partir de su nacimiento
histórico, verdadero Dios y verdadero hombre.
Además, la teología se dedica también al estudio de otras
cuestiones:
Eclesiología: sobre el papel
de la Iglesia misma dentro del plan de la
salvación divina.
Escatología: trata
sobre el destino último de la Iglesia, así como de las realidades últimas de
cada persona como de la humanidad en general.
En el medioevo surgieron
múltiples cismas en torno a la naturaleza de Cristo y en referencia a la virginidad de María,
Mariología. Con respecto a ésta última, la
controversia en parte giraba en que en Mateo 1:23 el ángel anuncia el
nacimiento en condición virginal, mientras que Isaías en su
profecía alude a una almah que
en hebreo significa niña o jovencita, pero no a una bethulah que significa virgen. Éste es un pequeño ejemplo de las
dificultades de la teología, al tener que encontrar la no contradicción entre
los argumentos filológicos y filosóficos, y las afirmaciones dogmáticas del
Magisterio de la Iglesia católica, sostenidas por ser «Asistidas por el Espíritu Santo».
El primer milenio está caracterizado por la unidad entre
el saber teológico y el ministerio pastoral de los obispos. Los teólogos son
los grandes doctores de la
Iglesia. Y éstos, con algunas excepciones, son obispos. El
magisterio del obispo se desarrollaba siendo teólogo y viceversa; poniendo de
manifiesto la unidad y la complementariedad de las dos funciones. La teología
era considerada como comentario y esfuerzo de penetración en la Palabra de Dios
para poderla vivir concretamente.
En Occidente, es sobre todo Agustín el que mantiene con
vigor el sentido religioso de teología: se comprende la teología como el
esfuerzo por penetrar cada vez más en la inteligencia de la Escritura y de la
Palabra de Dios. Anselmo de Aosta avanza en la comprensión de la teología y
crea el principio básico de la teología: "Quaero
intelligere ut credam, sed credo ut intelligam" busco entender para creer,
pero creo para poder entender.
La aparición de las primeras universidades en el siglo
XII y el comienzo de la distinción en los estudios escolásticos llevará a la
teología a convertirse en cuestionamientos y sentencias sobre la fe. Se
convierte así en una forma de conocimiento racional del «Dato revelado». Lo que
la fe acoge como don, la teología lo explica utilizando las leyes de la
comprensión racional. Los teólogos se identifican con los grandes maestros de
las universidades y las órdenes monásticas se convierten en la cuna
privilegiada para su formación. La identificación entre obispo y teólogo es ya
sólo una excepción. La doctrina crece en la comprensión gracias a la ayuda de
la razón, pero, sin embargo, comienza la primera gran división entre las
escuelas teológicas, es decir entre modos distintos de comprender y explicar la
misma fe.
Se percibe una acepción particular de la palabra «Teólogo»
a partir del siglo XIX. La teología, comprendida casi exclusivamente como
justificación de la doctrina del Magisterio, identifica al teólogo como a aquel
que apoya esta doctrina del Magisterio tanto a la luz de los principios
teóricos de la filosofía como en el plano de la investigación histórica. De
todas formas, su función se ve reducida a la de comentador.
El Concilio Vaticano
II 1962-1965, ha promovido una teología más animada por la Escritura
y más en contacto con la vida eclesial. Así pues, la teología sigue estando
anclada en la revelación como fundamento suyo y a la fe como su inteligencia
crítica, para que la vida de fe del creyente pueda ser motivada y significativa.
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