sábado, 15 de junio de 2013

LOS ILLUMINATTI



La orden de los Iluminados "Illuminaten orden" en el original alemán, compuesto de Illuminaten, derivado del latín illuminati, 'iluminados', y Orden es el nombre dado a varios grupos, tanto reales como ficticios. Históricamente, el nombre se refiere al Illuminati de Baviera, una aclaración de la era de una sociedad secreta, fundada el 1 de mayo 1776 a oponerse a la superstición, los prejuicios , la influencia religiosa sobre la vida pública, los abusos de poder del Estado, y para apoyar la educación de la mujer y la igualdad de género. Los Illuminati se prohibió, junto con otras sociedades secretas por el liderazgo del gobierno de Baviera con el apoyo de la Iglesia Católica Romana, y se disolvió definitivamente en 1785. En los años siguientes, el grupo fue vilipendiado por los críticos conservadores y religiosos que afirmaban habían reagrupado y fueron responsables de la Revolución Francesa.

En su uso posterior, "Illuminati" se refiere a las diversas organizaciones que reclaman o presuntamente tienen vínculos sin fundamento a los Illuminati bávaros original o sociedades secretas similares, y con frecuencia acusado de conspirar para controlar los asuntos mundiales por planear eventos y los agentes de la siembra en el gobierno y las empresas para establecer un Nuevo Orden Mundial y la ganancia de potencia más político e influencia. Central de algunas de las más conocidas y elaboradas teorías de la conspiración , los Illuminati se han representado como al acecho en las sombras y tirando de las cuerdas y palancas del poder en decenas de novelas, películas, programas de televisión, cómics, videojuegos y videos musicales

El profesor de derecho eclesiástico y filosofía práctica de la universidad de Ingolstadt, Baviera, Adam Weishaupt 1748-1830, fundó el primero de mayo de 1776, con dos alumnos suyos, la «Asociación de los perfectibilistas» "Bund der Perfektibilisten", en el original, compuesto de "Bund" 'Asociación' y un derivado del latín perfectibilis, 'perfeccionable'. Como símbolo de la organización eligió el mochuelo de Minerva, la diosa romana de la sabiduría.

De trasfondo se encontraba el clima intelectual universitario, prácticamente dominado por los jesuitas, orden disuelta tres años antes.

Weishaupt, con veintiocho años, era el único profesor de Ingolstadt sin pasado en la Compañía y se encontraba correspondientemente aislado del cuerpo docente, también debido a su entusiasmo por las ideas ilustradas. Para ofrecer protección a los alumnos de las intrigas jesuíticas, que presuponía por todas partes, pero sobre todo para proporcionarles acceso a literatura crítica eclesiástica contemporánea, fundó la «Asociación de sabiduría secreta», en cuyos comienzos no era más que un círculo de lectores anticlericales de un máximo de veinte miembros. Aparte de esto, el fundador vio en la Orden Rosacruz, una orden mística espiritual perteneciente a la masonería, un mal siempre creciente que debía combatirse. Weishaupt informó de sus razones para la fundación de la sociedad en su carta Pythagoras oder Betrachtungen uber die geheime Welt- und Regierungskunst:

La orden tomó un primer impulso en 1778 cuando un antiguo alumno suyo y presidente del Palatinado Renano la reorganizó. Weishaupt propuso como nuevo nombre Bien en orden, la 'Orden de las abejas', porque se imaginaba que los afiliados deberían recopilar el néctar de la sabiduría dirigidos por una abeja reina, pero al final se prefirió Bund der Illuminaten 'Unión de los Iluminados' y después, Illuminaten orden 'Orden de los Iluminados' De la asociación de sapiencia se crearía ahora una orden secreta, que no podía negar la huella de su modelo organizativo, la Compañía de Jesús.

Una siguiente reorganización sucedió en 1780 tras la adhesión del aristócrata bajo sajón Adolph von Knigge. Tal como el propio Weishaupt confesó, no existía «en absoluto, sólo en su cabeza». Y en 1782 Freihere le proporcionó a la orden una estructura paramasónica, con Weishaupt y Knigge entre otros como directores sobre el llamado «Areópago». Con esta nueva distribución, que se detallará más adelante, consiguieron los Iluminados reclutar a muchos masones e infiltrarse en logias enteras.

De trasfondo estaba la crisis iniciada hacia 1776 entre los niveles altos masónicos alemanes con la ruptura de la Estricta observancia templaria. Karl Gotthelf von Hund und Altengrotkau había conseguido atraerse a las diferentes logias hacia su mandato mediante este rito más bien apolítico-romántico, que aseguraba ser sucesor de la orden Templaria, disuelta en 1312. Durante muchos años, además había afirmado mantenerse en contacto con «Superiores desconocidos», que le habían iniciado en la francmasonería. Como al fallecer en 1776 ningún tipo de «Superiores secretos» contactara con ellos, había gran confusión en la logia. En la convención masónica de la Estricta observancia, acontecida en Wilhelmsbad entre el 16 de julio y el 1 de septiembre de 1782, Knigge y su segundo representante de los Iluminados, Franz Dietrich von Ditfurth, un ilustrado radical manifiesto, se ganaron el liderazgo de opinión para su orden. El sistema templario fue abandonado, y la orden de la Rosacruz quedó en minoría en su esfuerzo por mantener esa tradición. Ambos iluminados consiguieron incluso, con Johann Christoph Bode, ganarse a un representante principal de la Estricta observancia.

El número de miembros aumentó rápidamente, sin embargo este éxito suponía a la vez el comienzo del final: Knigge amenazó epistolarmente con delatar sus secretos a los jesuitas y a los rosacrucianos. Reforzando la desconfianza y preocupaciones de Weishaupt. Ya que Knigge y Bode hubieran incorporaron al príncipe Karl von Hessen-Kassel y a Ferdinand von Braunschweig, así como al duque Ernst von Sachsen-Gotha y Carl August von Sachsen-Weimar, todos ellos representantes de la autoridad absolutista. Estas sospechas no estaban infundadas, pues Carl August y su consejero privado Goethe se habían afiliado con el único fin de investigar a la Orden.

Como resultado se agudizaron las discrepancias entre Weishaupt y Knigge hasta el punto de que la orden amenazaba con disolverse. En febrero de 1784 se convocó en Weimar para eso un tribunal arbitral llamado “Congreso”. Para sorpresa de Knigge el juicio del congreso en el que participaron entre otros Goethe, J. G. Herder y Herzog Ernst von Sachsen-Gotha es que debía construirse un nuevo Areópago. Este parecía ser un compromiso tolerable. Pero como era previsible que el fundador de la orden siguiera siendo influyente aún sin presidencia formal en el Areópago, lo que significaba una clara derrota para Knigge. Se acordó el silencio y el retorno de todos los papeles y el primero de julio abandonó Knigge la orden. En el tiempo siguiente se apartó de los “estragos de la moda” de querer arreglar el mundo mediante sociedades secretas. Por su parte Weishaupt le entregó la dirección de la orden a Johann Martin, conde de Stolberg-Rola.

Durante las disputas internas las asociaciones secretas habían atraído sobre sí la atención de las autoridades bávaras. Eran el blanco de sospechas de asesinatos afines a la ilustración, que pretendían alterar el orden tradicional, infiltrándose entre los funcionarios públicos para alcanzar un «Estado razonable». Consecuentemente el 22 de junio de 1784 el príncipe elector Karl Theodor prohibió todas las «comunidades, sociedades y fraternidades» fundadas sin su aprobación señorial.

El dos de marzo de 1785, bajo presión de Peter Frank, canciller barón de Kreittmayr, el barón rosacruciano de Torring y otros cortesanos, se promulgó un edicto adicional, que esta vez prohibía a los Iluminados y a los Francmasones llamándolos por su nombre y considerándolos altos traidores y enemigos de la religión. Mediante registros domiciliarios se confiscaron varios papeles de la orden que aportaron sucesivos indicios sobre la radicalidad de sus propósitos. Documentos encontrados en un mensajero difunto informaron sobre el nombre de un miembro. Ese mismo año el papa Pío VI aclaró en dos cartas al obispo de Freising 18 de julio y 12 de noviembre, que la adhesión a la orden era incompatible con la fe católica.

A consecuencia de las prohibiciones de 1784-1785 se produjeron las persecuciones de miembros. Se llegó a registros domiciliarios y confiscaciones, algunos consejeros y oficiales perdieron el puesto, algunos miembros fueron desterrados, pero nadie resultó encarcelado. El mismo Weishaupt cuyo papel fundador se desconocía al principio, resultó sospechoso, pero sólo huyó cuando tuvo que admitir la fe católica, primero a la ciudad imperial libre Ratisbona y en 1787 otra vez a Gotha, donde Herzog Ernst le proporcionó una consejería áulica sinecura.

En abril de 1785 el conde Stolberg-Rola declaró la orden oficialmente suspendida –tras aboliciones temporales–. Bode aprovechó la coyuntura para conservar la asociación con vida. E intentó resucitarla con ayuda de la Iglesia minerval de Weimar y la Orden de los amigos invisibles, pero debió abandonar en 1790 debido al clima estrictamente antiiluminista de los años revolucionarios. Los investigadores están generalmente de acuerdo, en que la desarticulación de la orden de los Iluminados fue completa.

El 16 de agosto de 1787 se promulgó un tercer y más estricto edicto de prohibición so pena de muerte, del reclutamiento de miembros para Masones e Iluminados. Continúan también en los círculos autoritarios rumores de una supervivencia de los Iluminados.

Estas promulgaciones desataron una primera histeria antiiluminista, especialmente se sospechaba de las agitaciones de las asociaciones secretas ilustradas radicales. Una segunda ola, claramente más enérgica, sucedió durante la Revolución francesa, pues el miedo a los jacobinos se fundió con el anterior a los Iluminados. En este estado anímico el ministro de Estado bávaro Maximilian von Montgelas –quien a su vez había sido iluminado– hizo prohibir todas las organizaciones secretas al llegar al poder en 1799 y otra vez en 1804. Cómo de fuerte era la fascinación pública en los años en torno a la Revolución francesa por las misteriosas e inquietantes sociedades secretas e iniciáticas, se nota por diversas obras literarias de la época, desde Der Geisterseher de Schiller hasta Der Gro-Cophta de Goethe y las inquietantes sociedades de Los años de aprendizaje de Wilhelm Meister, pasando por Jean Paul Die unsichtbare Loge en 1793.

La orden de los Iluminados estaba comprometida con el modelo ilustrado. La meta era la mejora y el perfeccionamiento del mundo en el sentido de libertad, igualdad y fraternidad y la mejora y perfeccionamiento de sus miembros

Según Weishaupt el medio para alcanzar la libertad era principalmente la educación, pero no sólo la aportación externa de conocimientos, sino en primera línea la formación del corazón, la moralidad, que debería capacitar a los individuos para autodominarse, y por lo tanto serían superfluas otras formas de dominio como el despotismo de los príncipes absolutistas, pero también el despotismo espiritual ejercido por la Iglesia católica. Los modales de las viejas costumbres serían también condición y camino para una sociedad libre e igualitaria sin príncipes ni iglesia.

Como Weishaupt explicó en su discurso, la historia misma estaría de su parte: recurriendo a pensadores como Joachim von Fiore presentó una historia filosófica entre periodos temporales: en la «Infancia de la humanidad» no había ni dominio ni propiedad ni ansias de poder. Eso comenzó en la «Época juvenil», con el surgimiento de los primeros estados, que se desviaban más y más hacia el despotismo. De ahí surgió la nostalgia del paraíso perdido de la ausencia de dominio: «El despotismo mismo debería ser el medio para facilitar el camino a la libertad» escribió Weishaupt en una redacción para la clase de misterio de su orden. En el «tiempo de la madurez» el género humano superará el despotismo sin violencia a través de la provocación de la nostalgia, de la libertad, mediante la ilustración y mediante el autodominio que Weishaupt impartía. Para difundir ahora esta ilustración y para devolver a los hombres a la «tierra prometida», debía de ser la tarea de las escuelas ocultas de sabiduría, a quienes Weishaupt les presuponía una línea tradicional ideal desde los protocristianos hasta los masones. Aunque es verdad que los francmasones declaran ser apolíticos, los Iluminados les servirían como máscara. Finalmente un «Tiempo de decadencia» iniciará un nuevo ciclo.

En esta representación histórica se mezclan el milenarismo medieval y las utopías modernas, las profecías premodernas de un mundo redimido y pronósticos modernos de como se alcanzarían por propias obras. Weishaupt compatibilizó ambos mensajes contradictorios: por un lado, predicó el quietismo, que exoneraba a sus miembros de cualquier responsabilidad del progreso histórico; y por el otro, exigía un activismo subversivo que socavara activamente el sistema de gobierno imperante. Cuál de ambos aspectos primaría, lo dejó pendiente. Eso significa por una parte que era solo cuestión de esperar, pues el tiempo del despotismo absolutista finalizaría desde una lógica interna casi por sí mismo. Weishaupt sostenía que los iluminados participarían solamente por su actividad, incluso mediante su mera presencia, en la abolición del despotismo.

La abolición del sistema absolutista no debería pues conseguirse mediante la vía revolucionaria, sino por los recursos personales políticos: querían conquistar más y más posiciones claves estatales absolutistas, para sucesivamente conducirlas a su propia violencia. En los últimos estadios utópicos, sobre si y cómo el estado sería realmente disuelto tras alcanzar el poder o si simplemente los iluminados los reemplazarían en una especie perfeccionada de despotismo ilustrado, es algo sobre lo que Weishapt no dio datos.

Los Iluminados tuvieron algo de éxito: a comienzos del año 1780 llegó la orden en setenta ciudades del reino a tener entre mil quinientos y dos mil miembros, de los cuales algo de un tercio eran masones. Los puntos clave eran Baviera y las ciudades turingias Weimar y Gotha; fuera de Alemania sólo puede demostrarse su presencia en Suiza.

El socio histórico Eberhard Weis investigó exhaustivamente la estructura social de la orden y descubrió que cosa de un tercio de sus miembros eran nobles y por lo menos un doce por ciento, clérigos. Casi el setenta por ciento de los iluminados habían recibido formación académica, el número de trabajadores manuales rondaba un veinticinco por ciento, un número muy superior al de los comerciantes, que con un diez por ciento estaban claramente infrarrepresentados. Casi la mayoría de los iluminados, casi las tres cuartas, se componía de funcionarios y demás trabajadores públicos, que de cara a la meta de la organización de derribar el estado absolutista, no puede sorprender. El mismo Weishaupt presumía en 1787 con orgullo que la orden había conseguido incorporar a más de un décimo del funcionariado bávaro. Especialmente significativo era este éxito de infiltración en los colegios censores bávaros, que hasta la intervención del príncipe elector en 1784, se componía casi exclusivamente de iluminados. Y acorde fueron las intervenciones de la autoridad: se prohibieron escritos de ex jesuitas y otros antiilustrados o escritos clericales, incluso hasta libros de rezos, y en cambio se fomentó la literatura ilustrada.

Este éxito temporal no puede engañar de que la orden estaba compuesta en su mayor parte de académicos segundones, que acudían a ella, porque se esperaban posibilidades, una oportunidad, correlacionada con el concepto de infiltración de Weishaupt. Estas metas les resultaban desconocidas a los novatos. La meta real, a saber, la de formar a las elites políticas e intelectuales de la sociedad, la consiguieron poco. De las esperadas excepciones mencionadas Goethe, Herder, Knigge, todos los representantes significativos de la baja ilustración alemana o se mantuvieron apartados Schiller, Kant, Lessing, pero también Lavater o se fueron decepcionados por la rígida estructura Nicolai. De una amenaza real de los estados bávaros por «el ratón de biblioteca Weishaupt y sus camaradas, utopistas en el buen sentido y en el ridículo» no puede haber duda, pero sí que «el reto que les supuso a los viejos poderes fue, incluso de esta forma tan domada, aún demasiado grande.
 

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