Durante
la Edad Media, en los intentos
por explicar el mundo se cruzaban dos tradiciones:
-La
tradición pagana, de origen germano, con sus dragones, sirenas y bosques
animados, y, La tradición cristiana, según la cual la verdad y el conocimiento
último de la realidad sólo se lograba mediante la razón iluminada por la fe.
Sin embargo, ambas tradiciones no tuvieron igual importancia para los hombres de la sociedad feudal. Por lo general, los campesinos fueron los que se aferraron con más fuerza a las viejas creencias paganas, mientras que la nobleza, en su mayoría, adhirió a los principios cristianos.
Sin embargo, ambas tradiciones no tuvieron igual importancia para los hombres de la sociedad feudal. Por lo general, los campesinos fueron los que se aferraron con más fuerza a las viejas creencias paganas, mientras que la nobleza, en su mayoría, adhirió a los principios cristianos.
-Los
campesinos creían que la lechuga alivia el insomnio, pero perjudica la vitalidad
y la vista, efecto que puede moderarse si se le agrega apio.
Cuando
los campesinos trabajaban la tierra recitaban antiguas canciones y palabras
mágicas para lograr que sus campos fueran fértiles; también era común que
consultaran a magos y hechiceras si tenían algún problema. Pero la Iglesia se
ocupó de que los campesinos agregaran a sus cánticos paganos oraciones de
origen cristiano. Así lo hicieron, aunque siempre en estas oraciones siguió
subsistiendo el rito pagano, como lo demuestran muchas de ellas:
Cuando el hijo de un campesino se enfermaba, era común que dijeran:
Cuando el hijo de un campesino se enfermaba, era común que dijeran:
"...sal, gusano, con nueve gusanillos, pasa de
la médula al hueso, del hueso a la carne, de la carne a la piel y de la piel a
esta flecha”, luego
obedeciendo a la Iglesia y
procurando también evitarse problemas con su señor, decían:
"Así
sea, Señor".
De este
modo, el mago Merlín y Cristo se mezclaban en la imaginación del hombre
del Medioevo. Lo sobrenatural parecía ser la única respuesta al origen de las
cosas y de la vida.
Pero
sería un error suponer que aquellas dos tradiciones transitaron en pie de
igualdad la Edad Media. Fueron los valores y creencias
cristianos impulsados por la nobleza laica y eclesiástica los que predominaron.
Si un viajero escucha a una corneja graznando a la izquierda lo puede
interpretar como un signo de buen viaje.
El
estudio de los excrementos o los estornudos de los animales de trabajo caballos
o bueyes permite conocer si el día nos trae buenos o malos augurios.
Arrojar
unos granos de cebada sobre el fuego del hogar y contemplar como saltan es una
señal de peligro.
Numerosos adivinos se ponían en contacto con los muertos. Era frecuente
que el adivino se sentara en un cruce de caminos sobre una piel de toro con la
zona ensangrentada vuelta sobre la tierra, para recibir las comunicaciones de
los difuntos, en el silencio de la noche. De esta manera podían predecir
catástrofes o brindar soluciones a diferentes problemas.
La mujer
era la mediadora entre los vivos en la tierra y los muertos en el cielo.
Para
curar a los niños enfermos se les introducía en una excavación cerrada con
espinos, situada en una encrucijada. Si la madre tierra se empapaba de la
enfermedad, el niño dejaba de llorar y estaba curado.
Si se desea que un hombre sea impotente se podía conseguir
anudando una cinta a cada una de las prendas de vestir de ambos cónyuges.
Si la
mujer no deseaba quedarse encinta se desnudaba, se embadurnaba en miel y se
revolcaba en un montón de trigo, recogiéndose con cuidado los granos que habían
quedado pegados a su cuerpo. Esos granos eran molidos manualmente al contrario
que de la forma habitual, de izquierda a derecha. El pan resultante de esa
harina se ofrecía al hombre con el que se mantendría la relación sexual. De
esta manera se "castraba"
al varón y no se engendraban niños.
La
sangre de las menstruaciones, la orina de ambos sexos o el esperma del hombre
también eran considerados potentes afrodisíacos.
Un
afrodisíaco utilizado en la época era la introducción de un pez vivo en la
vagina de la mujer, donde quedaba hasta que moría. El pez era cocinado y
servido al marido que de esta manera se cargaba de potencia sexual.
Otro
sistema sería amasar la pasta del pan en las nalgas de una mujer o sobre sus
partes genitales, provocando así el deseo del hombre perseguido.
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