El radar, término derivado del acrónimo
inglés
radio detection
and ranging, “Detección y medición de distancias por radio” es un sistema que usa ondas
electromagnéticas para medir distancias, altitudes, direcciones y
velocidades de objetos estáticos o móviles como aeronaves,
barcos, vehículos motorizados, formaciones meteorológicas y el propio terreno.
Su funcionamiento se basa en emitir un impulso de radio, que se refleja en el
objetivo y se recibe típicamente en la misma posición del emisor. A partir de
este "Eco" se puede extraer gran cantidad de información. El uso de
ondas electromagnética con diversas longitudes de onda permite detectar objetos
más allá del rango de otro tipo de emisiones luz visible,
sonido,
etc.
Entre
sus ámbitos de aplicación se incluyen la meteorología,
el control del tráfico aéreo y terrestre y gran variedad de usos militares.
El
modelo de radar actual fue creado en 1935 y desarrollado principalmente en Inglaterra
durante la Segunda Guerra Mundial por el físico Robert Watson-Watt. Supuso una notable ventaja
táctica para la Royal Air Force en la Batalla de Inglaterra, cuando aún era
denominado RDF Radio Direction Finding.
Aunque fue desarrollado con fines bélicos, en la actualidad cuenta con multitud
de usos civiles, siendo la mejor herramienta para el control de tráfico aéreo.
En los
momentos anteriores a la II Guerra
Mundial, Robert Watson-Watt, físico y director del Laboratorio de
Investigación de Radio y su ayudante, el físico Arnold Wilkins, estuvieron a
cargo de la invención de un “Rayo de la
muerte” que sería utilizado en esa guerra. La idea de Watson-Watt
era elevar la temperatura del piloto atacante a 41 °C aproximadamente para
que, al provocarle fiebre, quedara incapacitado.
Esta
observación, hecha en enero de 1935, dio lugar una serie de hechos que culminaron con la
invención del radar. Los hechos a los que Wilkins se refirió habían sido
observados en muchos lugares y en todos se consideró esta perturbación como un
estorbo que mucha gente había tratado de eliminar. De hecho, en 1932, la Oficina Postal
Británica publicó un informe en el que sus científicos documentaron fenómenos
naturales que afectaban la intensidad de la señal electromagnética recibida:
tormentas eléctricas, vientos, lluvia y el paso de un aeroplano en la vecindad
del laboratorio. Wilkins conoció este informe de manera accidental, conversando
con la gente de la Oficina Postal, que se quejaba por la interferencia.
Cuando
Wilkins sugirió la posibilidad de utilizar el fenómeno de interferencia de
ondas de radio para detectar aviones enemigos, Watson-Watt lo comisionó
inmediatamente para trabajar en el cálculo de los aspectos cuantitativos.
Al
terminar sus cálculos, a Wilkins le pareció increíble que el efecto deseado
pudiera detectarse; revisó sus cálculos, no encontró ningún error y se los dio
a Watson-Watt, quien los vio fantásticos y verificó los cálculos matemáticos.
Al no encontrar error, envió los resultados. El hecho de que un rayo de la
muerte no fuera factible no sorprendió, sin embargo atrajo la idea de poder
detectar un avión.
Las ondas electromagnéticas se dispersan
cuando hay cambios significativos en las constantes dieléctricas
o diamagnéticas.
Esto significa que un objeto sólido en el aire o en el vacío es decir, un cambio en la densidad
atómica entre el objeto y su entorno producirá dispersión de las ondas de
radio, como las del radar. Esto ocurre particularmente en el caso de los
materiales conductores como el metal y la fibra de
carbono, lo que hace que el radar sea especialmente indicado para la
detección de aeronaves.
En ocasiones los aviones militares utilizan materiales con sustancias resistivas y magnéticas
que absorben las ondas del radar, reduciendo así el nivel de reflexión.
Estableciendo una analogía entre las ondas del radar y el espectro
visible, estos materiales equivaldrían a pintar algo con un color
oscuro.
La
reflexión de las ondas del radar varía en función de su longitud de onda y de
la forma del blanco. Si la longitud de onda es mucho menor que el tamaño del
blanco, la onda rebotará del mismo modo que la luz contra un espejo. Si por
el contrario es mucho más grande que el tamaño del blanco, lo que ocurre es que
este se polariza separación física de las cargas
positivas y negativas como en un dipolo, dispersión de Rayleigh. Cuando las dos
escalas son similares pueden darse efectos de resonancia. Los primeros
radares utilizaban longitudes de onda muy elevadas, mayores que los objetivos;
las señales que recibían eran tenues. Los radares actuales emplean longitudes
de onda más pequeñas de pocos centímetros
o inferiores que permiten detectar objetos del tamaño de una barra de pan.
Las
señales de radio de onda corta de 3 kHz a 30 MHz se reflejan en las
curvas y aristas, del mismo modo que la luz produce
destellos en un trozo de cristal curvo. Para estas longitudes de onda los objetos
que más reflejan son aquellos con ángulos de 90º entre las superficies
reflectivas. Una estructura que conste de tres superficies que se juntan en una
esquina como la de una caja siempre reflejará hacia el emisor aquellas ondas
que entren por su abertura.
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