Una carabela es un barco de
vela de los siglos XV y XVI, que solía ir equipado con dos o tres palos y que
se empleaba principalmente para el comercio marítimo y más tarde para los
descubrimientos; navegaba a diez kilómetros por hora. Los marinos que las
utilizaban aseguraban que eran los mejores veleros que surcaban la mar. Por sus
avanzadas características pudo afrontar con éxito los viajes a través del
océano y fue utilizada por españoles y portugueses en los viajes de exploración
durante el siglo XV, en la Era de los Descubrimientos, siendo las
primeras naves europeas que navegaron por el Atlántico en la Edad Media.
Fueron también muy apreciadas entre corsos y piratas
por sus buenas dotes marineras.
En los comienzos de la navegación de grandes viajes de
exploración durante el siglo XV, algunos países como Portugal habían utilizado
distintos modelos de barcos como barineles, embarcaciones pequeñas y
frágiles que poseían un solo mástil con velas cuadrangulares fijas, fustas con remos y velas latinas
y urcas
de profunda calada, se diseñó pensando en una navegación fácil y una gran
capacidad de carga. Pero fue la carabela la que finalmente desplazó a todas
éstas.
El primer modelo de carabela se dio en Portugal en el
siglo XIII; fue un barco pequeño con velas latinas, dedicado a la pesca. Ya
para el siglo XV, los portugueses habían perfeccionado este modelo de carabela
pequeña que utilizaban más allá de sus propias costas, a lo largo del
continente africano. Los grandes armadores hicieron cambios en el casco y
perfeccionaron su gobierno, guardando celosamente el secreto de su
construcción, aunque es sabido que los marinos de la Baja Andalucía conocían
muy bien la utilidad, construcción y comportamiento de estas carabelas.
Al mismo tiempo que se guardaba el secreto de su construcción se hizo
correr la voz de que sólo las carabelas eran capaces de hacer una expedición y
regresar enteras y con éxito. Los portugueses llegaron al extremo de demostrar
esta teoría con hechos. El 12 de diciembre de 1481, el navegante Diego de Azambuja salió de
Lisboa
con una flota compuesta por 90 carabelas y dos urcas de 400 toneladas que
llevaban una carga de artillería, piedra y otros materiales para construir una
serie de fortalezas en la ciudad que fundaría con el nombre Castillo de San
Jorge de la Mina, primer establecimiento europeo en Guinea.
Después de desembarcar la mercancía cerca de Cabo Verde,
fueron destruidas las urcas y sólo regresaron las carabelas, demostrando así la
teoría que ellos mismos habían lanzado
Era una nave de vela de casco ligero, equipada con 2 o 3
palos, con un tonelaje que no sobrepasaba las 300 toneladas. Las primeras
carabelas tenían una sola cubierta y la popa
llena de velas latinas, lo que proporcionaba una gran velocidad a aptitud
favorable para ganar barlovento. La carabela portuguesa de la época de los
descubrimientos tenía entre 20 y 25 m de eslora,
2 palos y a veces 3, con velas latinas. El palo mayor se situaba en el centro
del casco y no tenía ni bauprés
ni trinquete.
Aquellas carabelas del principio no tenían el castillo a proa pues habría
estorbado mucho la maniobra del car. La experiencia les hizo ver que
siendo todas las velas latinas corrían grandes peligros en los viajes de alta
mar con vientos largos, así que cambiaron estas velas latinas del trinquete por
velas redondas o cuadras,
llamándose entonces el barco carabela
redonda.
La arboladura de estas
carabelas evolucionadas se componía de 4 palos con velas cuadras en el
trinquete más velas latinas en los otros 3.
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