martes, 11 de junio de 2013

CARABELA



Una carabela es un barco de vela de los siglos XV y XVI, que solía ir equipado con dos o tres palos y que se empleaba principalmente para el comercio marítimo y más tarde para los descubrimientos; navegaba a diez kilómetros por hora. Los marinos que las utilizaban aseguraban que eran los mejores veleros que surcaban la mar. Por sus avanzadas características pudo afrontar con éxito los viajes a través del océano y fue utilizada por españoles y portugueses en los viajes de exploración durante el siglo XV, en la Era de los Descubrimientos, siendo las primeras naves europeas que navegaron por el Atlántico en la Edad Media. Fueron también muy apreciadas entre corsos y piratas por sus buenas dotes marineras.

En los comienzos de la navegación de grandes viajes de exploración durante el siglo XV, algunos países como Portugal habían utilizado distintos modelos de barcos como barineles, embarcaciones pequeñas y frágiles que poseían un solo mástil con velas cuadrangulares fijas, fustas con remos y velas latinas y urcas de profunda calada, se diseñó pensando en una navegación fácil y una gran capacidad de carga. Pero fue la carabela la que finalmente desplazó a todas éstas.

El primer modelo de carabela se dio en Portugal en el siglo XIII; fue un barco pequeño con velas latinas, dedicado a la pesca. Ya para el siglo XV, los portugueses habían perfeccionado este modelo de carabela pequeña que utilizaban más allá de sus propias costas, a lo largo del continente africano. Los grandes armadores hicieron cambios en el casco y perfeccionaron su gobierno, guardando celosamente el secreto de su construcción, aunque es sabido que los marinos de la Baja Andalucía conocían muy bien la utilidad, construcción y comportamiento de estas carabelas.

Al mismo tiempo que se guardaba el secreto de su construcción se hizo correr la voz de que sólo las carabelas eran capaces de hacer una expedición y regresar enteras y con éxito. Los portugueses llegaron al extremo de demostrar esta teoría con hechos. El 12 de diciembre de 1481, el navegante Diego de Azambuja salió de Lisboa con una flota compuesta por 90 carabelas y dos urcas de 400 toneladas que llevaban una carga de artillería, piedra y otros materiales para construir una serie de fortalezas en la ciudad que fundaría con el nombre Castillo de San Jorge de la Mina, primer establecimiento europeo en Guinea. Después de desembarcar la mercancía cerca de Cabo Verde, fueron destruidas las urcas y sólo regresaron las carabelas, demostrando así la teoría que ellos mismos habían lanzado

Era una nave de vela de casco ligero, equipada con 2 o 3 palos, con un tonelaje que no sobrepasaba las 300 toneladas. Las primeras carabelas tenían una sola cubierta y la popa llena de velas latinas, lo que proporcionaba una gran velocidad a aptitud favorable para ganar barlovento. La carabela portuguesa de la época de los descubrimientos tenía entre 20 y 25 m de eslora, 2 palos y a veces 3, con velas latinas. El palo mayor se situaba en el centro del casco y no tenía ni bauprés ni trinquete. Aquellas carabelas del principio no tenían el castillo a proa pues habría estorbado mucho la maniobra del car. La experiencia les hizo ver que siendo todas las velas latinas corrían grandes peligros en los viajes de alta mar con vientos largos, así que cambiaron estas velas latinas del trinquete por velas redondas o cuadras, llamándose entonces el barco carabela redonda.

La arboladura de estas carabelas evolucionadas se componía de 4 palos con velas cuadras en el trinquete más velas latinas en los otros 3.

 

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