Aurora polar es un fenómeno
en forma de brillo o luminiscencia que aparece en el cielo
nocturno, actualmente en zonas polares, aunque puede aparecer en
otras partes del mundo por cortos períodos. En el hemisferio
norte se conoce como aurora
boreal, y en el hemisferio sur como aurora austral, cuyo nombre proviene de Aurora, la diosa romana
del amanecer, y de la palabra griega Bóreas,
que significa norte; debido a que en Europa
comúnmente aparece en el horizonte con un tono rojizo, como si el sol emergiera
de una dirección inusual.
La aurora boreal es visible de septiembre a marzo, aunque
en ciertas ocasiones hace su aparición durante el transcurso de otros meses,
siempre y cuando la temperatura atmosférica sea lo suficientemente baja. Los
mejores meses para verla son enero y febrero, ya que es en estos meses donde
las temperaturas son más bajas
Una aurora polar se produce
cuando una eyección de masa solar choca con los polos norte y sur de la magnetósfera
terrestre, produciendo una luz difusa pero predominante proyectada en la ionosfera
terrestre.
Ocurre cuando partículas cargadas de protones
y electrones
son guiadas por el campo magnético de la Tierra e inciden en la atmósfera cerca
de los polos. Cuando esas partículas chocan con los átomos y moléculas de oxígeno
y nitrógeno,
que constituyen los componentes más abundantes del aire, parte de la energía de
la colisión excita esos átomos a niveles de energía tales como el estado
excitado, que cuando se des excitan disipan esa energía en forma de
luz visible de varios colores.
El Sol, situado a 150 millones de kilómetros de la Tierra, está
emitiendo continuamente partículas. Ese flujo de partículas constituye el
denominado viento solar. La superficie del Sol o fotosfera
se encuentra a unos 6,000 °C; sin embargo, cuando se asciende en la
atmósfera del Sol hacia capas superiores la temperatura aumenta en vez de
disminuir, tal y como la intuición nos sugeriría. La temperatura de la corona solar,
la zona más externa que se puede apreciar a simple vista sólo durante los
eclipses totales de Sol, alcanza temperaturas de hasta 3 millones de grados. Al
ser la presión en la superficie del Sol mayor que en el espacio vacío, las
partículas cargadas que se encuentran en la atmósfera del Sol tienden a escapar y
son aceleradas y canalizadas por el campo magnético del Sol, alcanzando la
órbita de la Tierra y más allá. Existen fenómenos muy energéticos, como las
fulguraciones o las eyecciones de masa coronal que incrementan la intensidad
del viento solar.
Las partículas del viento solar viajan a velocidades
desde 300 a 1000 km/s, de modo que recorren la distancia Sol-Tierra en
aproximadamente dos días. En las proximidades de la Tierra, el viento solar es
deflectado por el campo magnético de la Tierra o magnetósfera. Las partículas
fluyen en la magnetosfera de la misma forma que lo hace un río alrededor de una
piedra o de un pilar de un puente. El viento solar también empuja a la
magnetosfera y la deforma de modo que en lugar de un haz uniforme de líneas de
campo magnético como las que mostraría un imán imaginario colocado en dirección
norte-sur en el interior de la Tierra, lo que se tiene es una estructura
alargada con forma de cometa con una larga cola en la dirección opuesta al Sol.
Las partículas cargadas tienen la propiedad de quedar atrapadas y viajar a lo
largo de las líneas de campo magnético, de modo que seguirán la trayectoria que
le marquen éstas. Las partículas atrapadas en la magnetosfera colisionan con
los átomos y moléculas de la atmósfera de la Tierra, típicamente oxígeno (O),
nitrógeno (N) atómicos y nitrógeno molecular (N2) que se encuentran
en su nivel más bajo de energía, denominado nivel fundamental. El aporte de
energía proporcionado por las partículas perturba a esos átomos y moléculas,
llevándolos a estados excitados de energía. Al cabo de un tiempo muy pequeño,
del orden de las millonésimas de segundo o incluso menor, los átomos y
moléculas vuelven al nivel fundamental, y devuelven la energía en forma de luz.
Esa luz es la que vemos desde el suelo y denominamos auroras. Las auroras se
mantienen por encima de los 95 km porque a esa altitud la atmósfera, aunque muy
tenue, ya es suficientemente densa para que los choques con las partículas
cargadas ocurran tan frecuentemente que los átomos y moléculas están
prácticamente en reposo. Por otro lado, las auroras no pueden estar más arriba
de los 500-1000 km porque a esa altura la atmósfera es demasiado tenue, poco
densa para que las pocas colisiones que ocurren tengan un efecto
significativo.
Se le llama aurora
boreal cuando se observa este fenómeno en el hemisferio
norte y aurora austral
cuando es observado en el hemisferio sur. No hay diferencias entre ellas.
Las auroras tienen formas, estructuras y colores muy
diversos que además cambian rápidamente con el tiempo. Durante una noche, la
aurora puede comenzar como un arco aislado muy alargado que se va extendiendo
en el horizonte, generalmente en dirección este-oeste. Cerca de la medianoche
el arco puede comenzar a incrementar su brillo. Comienzan a formarse ondas o
rizos a lo largo del arco y también estructuras verticales que se parecen a
rayos de luz muy alargados y delgados. De repente la totalidad del cielo puede
llenarse de bandas, espirales, y rayos de luz que tiemblan y se mueven
rápidamente de horizonte a horizonte. La actividad puede durar desde unos pocos
minutos hasta horas. Cuando se aproxima el alba todo el proceso parece calmarse
y tan sólo algunas pequeñas zonas del cielo aparecen brillantes hasta que llega
la mañana. Aunque lo descrito es una noche típica de auroras, nos podemos
encontrar múltiples variaciones sobre el mismo tema.
Los colores que vemos en las auroras dependen de la especie
atómica o molecular que las partículas del viento solar excitan y del nivel de
energía que esos átomos o moléculas alcanzan.
El oxígeno es responsable de los dos colores primarios de
las auroras, el verde/amarillo de una transición de energía a 557,7 nm,
mientras que el color más rojo lo produce una transición menos frecuente a
630.0 nm. Para hacernos una idea, nuestro ojo puede apreciar colores desde el
violeta, que en el espectro tendría una longitud de onda de unos 390,0 nm hasta
el rojo, a unos 750,0 nm.
El nitrógeno, al que una colisión le puede arrancar
alguno de sus electrones más externos, produce luz azulada, mientras que las
moléculas de Helio son muy a menudo responsables de la coloración rojo/púrpura
de los bordes más bajos de las auroras y de las partes más externas curvadas.
El proceso es similar al que ocurre en los tubos de neón
de los anuncios o en los tubos de televisión. En un tubo de neón,
el gas se excita por corrientes eléctricas y al des excitarse envía la típica
luz rosa que todos conocemos. En una pantalla de televisión un haz de
electrones controlado por campos eléctricos y magnéticos incide sobre la misma,
haciéndola brillar en diferentes colores dependiendo del revestimiento químico
de los productos fosforescentes contenidos en el interior de la pantalla.
Este fenómeno no está restringido a la Tierra. Otros
planetas del Sistema Solar muestran fenómenos análogos, como es el caso de Júpiter y Saturno
que poseen campos magnéticos más fuertes que la Tierra, Urano,
Neptuno y Mercurio también poseen campos magnéticos, y ambos poseen amplios
cinturones de radiación. Las auroras han sido observadas en ambos planetas, con
el telescopio Hubble.
Estas auroras, al parecer, son causadas por el viento
solar; además, los satélites de Júpiter, especialmente Ío,
son fuentes importantes de auroras. Se produce debido a corrientes eléctricas a
lo largo de unas líneas, generadas por un mecanismo dínamo causado por el
movimiento relativo entre el planeta y sus satélites. Ío, que posee volcanes
activos e ionosfera,
es una fuente particularmente fuerte, y sus corrientes generan, a su vez,
emisiones de radio, estudiadas desde 1955.
Las auroras han sido detectadas también en Marte
por la nave Mars Express, durante unas observaciones
realizadas en 2004 y publicadas un año más tarde. Marte carece de un campo
magnético análogo al terrestre, pero sí posee campos locales, asociados a su
corteza. Son éstos, al parecer, los responsables de las auroras en este
planeta.
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