jueves, 8 de mayo de 2014

LOS DUENDES



Los DUENDES son unas criaturas humanoides pequeños y ficticios que la fantasía popular ha concebido; se encuentran presentes en el folclore de muchas culturas. La etimología de su nombre proviene de la expresión "duen de casa" o "dueño de casa", por el carácter entrometido de los duendes al "apoderarse" de los hogares y encantarlos, o bien del árabe "duar de la casa", "que habita, habitante" 

En Castilla la palabra duende define a un tipo de ser sobrenatural de la cultura popular equivalente al goblin de otros folclores europeos del francés normando gobelin, nombre originado en el de un fantasma que se decía asoló el pueblo de Evreux en el siglo XII, de naturaleza maliciosa hacia los humanos.

La superstición de los lugares fue difundida por toda la Romania o Imperio romano, ya que su religión pagana afirmaba que había unos dioses menores, los lares o genius loci, que habitaban una casa a la que estaban ligados con la función de protegerla, a veces asociados a la familia que la construyó o la habitó desde que fue construida; esto explicaría su frecuente relación con los fuegos del altar familiar u hogar, los pucheros o las alacenas. A esto habría que sumar una noción semejante por parte de los druidas quizá todavía presente en la creencia germánica en los Kobold. Pero esta tradición se presenta también en el folklore de todas las naciones eslavas, donde son llamados domovik, e incluso en el japonés, donde unas criaturas en todo semejantes se denominan zashiki-warashi. Por lo demás, los djinn de los pueblos semíticos poseen características muy parecidas. La superstición, por otra parte, podría tener una etiología bastante elemental: una justificación maravillosa o imaginativa de los ruidos desconocidos que se producen en las alacenas, sótanos o cuevas subterráneas cerradas de las casas, casi siempre debidos a la presencia de pequeños roedores o depredadores en busca de alimento.

Es más, aparte de su origen supersticioso, la leyenda de la llamada "gente pequeña", como los denominaba en su famoso manuscrito el párroco escocés Robert Kirk, The secret Commonwealth; or an essay on the nature and actions of the subterranean and for the most part invisible people heretofoir going under the name of faunes and fairies, or the lyke, among the low country Scots, as they are described by those who have the second sight 1691, traducido al español como La comunidad secreta, Barcelona: Siruela, 1993, o "duendes", está tan arraigada en unos lugares concretos de Europa, Islas Británicas que algunos han llegado a teorizar la posible existencia de un pueblo humano de pequeña estatura ya desaparecido en estas ubicaciones, lo que ha convertido en más probable el descubrimiento reciente del hombre de Flores y el ya conocido pueblo pigmeo en África.

El primero en proponer esta explicación fue David MacRitchie (1861-1925), un folklorista escocés, en su obra The Testimony of Tradition; este tipo de leyendas y muchas otras se habrían fundado en la existencia histórica de un pueblo que habitara en cuevas o subterráneo en las Islas Británicas, resto de gentes antiquísimas de tecnología muy primitiva, quizás neolítica, quienes, ante la llegada de pueblos más civilizados y mejor armados, se habrían ocultado en la oscuridad. Esta teoría habría sido completada en The Witch-Cult in Western Europe 1921 por la doctora Margaret Murray 1863-1963.

El alquimista y médico suizo Paracelso 1493 - 1541 escribió sobre numerosos tipos de criaturas ni humanas ni divinas en su grimorio Philosophia Occulta 1570,  a los que llama genéricamente elementales y denominó gnomos (elemento tierra, ondinas elemento agua, silfos o sílfides elemento aire y salamandras elemento fuego:

No pueden clasificarse entre los hombres, porque algunos vuelan como los espíritus, no son espíritus, porque comen y beben como los hombres. El hombre tiene un alma que los espíritus no necesitan. Los elementales no tienen alma y, sin embargo, no son semejantes a los espíritus, éstos no mueren y aquéllos sí mueren. Estos seres que mueren y no tienen alma ¿son, pues, animales? Son más que animales, porque hablan y ríen. Son prudentes, ricos, sabios, pobres y locos igual que nosotros. Son la imagen grosera del hombre, como éste es la imagen grosera de Dios… Estos seres no temen ni al agua ni al fuego. Están sujetos a las indisposiciones y enfermedades humanas, mueren como las bestias y su carne se pudre como la carne animal, y son virtuosos y viciosos, puros e impuros, mejores o peores.

Los duendes corresponderían a los gnomos y silfos y habitan mundos propios no muy alejados del nuestro, aunque invisibles para nosotros porque nuestros sentidos son poco sutiles y poco desarrollados y por tanto no aptos para observarlos. Sin embargo todas esas criaturas, para Paracelso, tienen en común ser seres interdimensionales y atemporales, viven en comunidades jerarquizadas, son invisibles para los hombres, pero no para algunos animales y niños, son juguetones y tramposos y enormemente interesados en algunos aspectos sexuales de los humanos, a quienes a veces raptan cuando son niños; viven muchos más años que los hombres, pero sin llegar a ser inmortales: 500 años o más, éticamente neutros, inteligentes, y les aterroriza el hierro y el acero. Poseen tres grandes festividades: la del mes de mayo, la del 24 de junio solsticio de verano y la del mes de noviembre.

Siguiendo la terminología de C. S. Lewis en su ensayo The Discarded Image: An Introduction to Medieval and Renaissance Literature 1964, traducido al español como La imagen del mundo, cabría identificarlos con los longaevi o longevos, espíritus que, cuando Lucifer se levantó contra Dios, no se pusieron de parte ni de este ni de aquel; Dios ha suspendido su sentencia hasta el día del Juicio Final, y mientras tanto circulan por el orbe infra natural, es decir, por debajo de la órbita de la Luna, pues por encima está lo sobrenatural. Algunos cayeron a la Tierra y por eso habitan en cuevas o subterráneos. No son exactamente demonios ni ángeles: son los duendes, hadas, etc. de que se ha hablado anteriormente. De ahí su ambigüedad moral. En otro ensayo, el poeta Heinrich Heine llama a toda esta gente "dioses en el exilio", porque antiguamente eran los diosecillos paganos menores que detentaban algunas funciones religiosas y ahora han sido arrojados al margen, por lo que aparecen ridiculizados por la tradición religiosa dominante. Su aspecto por ello ha sido desfigurado como risible y sólo tienen importancia para los niños impresionables, gracias a los cuales, sin embargo, perdura su recuerdo más o menos deturpado.

Sea como fuere, los duendes tal y como son conocidos hoy son criaturas férricas relacionadas en algún caso con las hadas, y se los describe como no mayores a un metro, escurridizos, de aspecto humanoide y de piel verdosa. En una definición amplia para la Mitología de cualquier cultura, se le describe como de aspecto humanoide y muy baja estatura, con algún tipo de poder o conocimiento sobrenatural y provisto de un típico espíritu bromista o malicioso, por el cual se le culpa de todo tipo de daños menores en el entorno doméstico o rural; siendo así, entrarían en la categoría genérica del duende los gnomos, los trasgos, el leprechaun irlandés o el poltergeist alemán.

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