Existen muchos mitos acerca
del “artista” y su forma de vivir y de crear. Entre estos mitos o
leyendas urbanas encontramos conceptos como los que menciono a
continuación:
Los componentes
necesarios de un autor plástico son el sufrimiento, la pobreza y la
lucha. Sin estos, el artista se estanca.
Si el artista logra una vida
cómoda y éxito financiero entonces se distorsiona y empobrece su arte, pues se
convierte en “una mercancía”.
Al artista verdadero solo le
concierne el arte por el arte mismo.
Los artistas no se descubren a
sí mismos, sino que otras gentes los descubren preferentemente hasta que el
artista haya muerto.
Un artista debe ser
provocativo, cambiante de humor, extravagante, raro, antisocial y
desorganizado. Es decir, un verdadero bohemio.
Desafortunadamente el artista
cree efectivamente en el mito y por tanto pierde muchas oportunidades al
pensarse bohemio, sufrido, no entendido, no valorado.
Las actuales generaciones de
artistas deben aprender a cambiar esos conceptos y ver la producción de arte
como una empresa, sin detrimento a su calidad, originalidad y sustento de su
obra.
El artista debe tomar control
de su carrera y por tanto tener un plan para promover su obra, distribuirla,
encontrar un precio justo en el mercado y a largo plazo, revalorarla.
El artista debe ver su obra
como un producto especializado. Y para vender un producto debe hacerse
todo un plan alrededor de éste como cualquier otro producto o servicio que
vende o provee cualquier empresa.
El artista tendrá que definir
qué tipo de obra quiere entregar al consumidor final, ¿quiere acceder al
gran coleccionista o al comprador esporádico? ¿ofrecer una obra de alta
calidad, buena factura, con sustento?, ¿integrarse a la industria de la
decoración de ambientes? ¿reproducir su obra masivamente?....
Según los expertos, existen
dos grupos de consumidores de obras de arte: el coleccionista y el comprador
ocasional. El coleccionista es un ávido consumidor de arte, no puede parar de
comprar y no le importa si tiene o no espacio en sus paredes. El comprador
ocasional es quien ha ascendido de pronto económicamente y quiere tener en
posesión originales.
Los coleccionistas buscan todo
tipo de arte. Los ocasionales se enfocan sobre el arte contemporáneo.
Las tendencias indican que la
edad promedio de los consumidores de arte ha bajado, son profesionistas
jóvenes, de cierto poder adquisitivo y son culturalmente inquietos.
Existe también el mercado de
arte para espacios masivos, como lo pueden ser los hoteles o las grandes
corporaciones que buscan decorar sus ambientes no con originales, sino con
reproducciones de obras. Estos consumen gran cantidad de obra, pero
buscan precios bajos, no buscan originales necesariamente y no pretenden que la
obra se revalore.
Otro mercado es aquél donde el
cliente ve la obra, no como arte, sino como un objeto más de su decoración,
pidiéndole al artista le realice una obra que combine con las telas de sus
sillones de la sala o de la recámara. La obra entonces, se convierte en
un objeto decorativo. Pero este tipo de cliente está dispuesto a comprar
la obra al mismo precio que compraría una lámpara para el mismo espacio
Y ¿cuánto cuesta una obra de
arte?
La franja de valor es
enorme. Por supuesto que hay obras en galerías que valen $500,000.00 y
más de autores vivos, pero también hay excelentes originales por $10,000 o
menos, sobre todo cuando se encuentra una obra de algún artista en la etapa
inicial de su carrera, o un artista de trayectoria media de buena factura.
El mercado del arte no es tan
anárquico como parece. Hay reglas no escritas pero que sirven para poner
un precio a una obra (i.e. artistas con trayectorias similares,
originalidad, publicidad, factura). Pero al final el que pone el precio
es el comprador, pues es él quien está dispuesto a adquirir una obra en cierto
precio.
Para distribuir y difundir su
obra, el artista debe aprovechar los distintos foros que están a su alcance.
El artista piensa que si su
obra no es encuentra en una galería entonces no es reconocida como obra de
calidad pero debe pensar que las galerías son solo uno de los distintos canales
de distribución de una obra. Por supuesto que tener una galería como apoyo en
la distribución de la obra es una enorme herramienta pues ofrece mayor difusión
y cartera posible de clientes. Sin embargo hay muchos artistas que
distribuyen sus obras directamente desde sus estudios evitándole al consumidor
final el sobreprecio de una galería. También existen corredores independientes
de arte, con galerías virtuales que mueven obra nacional e internacionalmente.
Las ferias, los festivales,
las delegaciones, los museos, las estaciones del metro, las plazas, las
secretarías del gobierno, todos estos foros abren espacios a una gran
diversidad de artistas.
Así, se puede conocer la
obra de diversos autores, de todo tipo de arte, de todo tipo de precio.
Aprovechando la tecnología, se puede buscar al artista cuya obra se apreció en
algunos de los foros y hacer contacto con él o ella o encontrar dónde
adquirir su obra.
El artista tiene una
responsabilidad fuerte hacia su coleccionista o comprador
esporádico, pues debe buscar la revaloración de su obra a través
del tiempo. Debe aparecer en diversos foros para que su obra se
difunda, publicitarse en distintos medios, hacer relaciones públicas con
distintos grupos pues a través de estos grupos encuentra foros comunes donde
presentarse; mantener una base de datos para informar a sus clientes
actuales y potenciales sobre lo que va realizando, buscar distintos
medios de distribución de obra y sobre todo, mantener la calidad y originalidad
de su obra para mantener un sello que lo haga reconocible.
Existen artistas que son muy
buenos en este tipo de actividades y tienen una mercadotecnia sensacional.
Ahora que no hay garantía de que el artista talentoso sea exitoso o que
un artista exitoso sea talentoso pues el primero puede ser muy malo en su promoción
mientras que el segundo puede ser magnífico y no ser tan talentoso como el
primero.
Finalmente es importante
recordar que la obra de arte tiene la virtud de la permanencia, se
disfruta siempre que se le desea y al mismo tiempo posee la ventaja de su eventual
actualización o revaloración como bien mercadeable.
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