Margaretha Gertruida Zelle nació en Leeuwarden, Países Bajos el 7 de agosto de 1876. Murió en Vincennes, cerca de París el 15 de octubre de 1917, más conocida como Mata Hari, fue una famosa bailarina y actriz, condenada a muerte por espionaje y ejecutada durante la primera guerra mundial.
Su padre, Adam Zelle, era un sombrerero, y su madre era
de ascendencia javanesa.
Al morir la madre de la joven, su padre suplió la ausencia materna con
excesivos cuidados hacia una joven que muy pronto destacó por su belleza.
Se casó a los 18 años, tras mantener una breve
correspondencia con un militar que no conocía, mucho mayor que ella y que había
puesto un anuncio en un periódico. Desde niña, los uniformes militares habían
suscitado en ella una especial atracción. Tuvo dos hijos, siendo el varón
envenenado presuntamente en venganza por el trato dado por su marido a un
sirviente nativo; una cuestión acaecida en su estancia de casada en Java, donde
había sido destinado su esposo. La muerte de este hijo supuso un duro golpe
para la familia. El marido buscó amparo en la bebida y empezó a frecuentar poco
el hogar. Se dice que esta soledad llevó a Mata Hari a sus primeros
contactos con la cultura javanesa y con las técnicas amatorias orientales, que
le proporcionarían años más tarde fama como cortesana de lujo.
De vuelta a Europa, tras separarse y
perder en Holanda el juicio sobre la custodia de su hija debido a su libertina
vida en la isla, según declaró su marido, realizó más tarde algunos intentos
fallidos en París como modelo de diseñadores, fracasos que
conllevaron a un auténtico trauma en su vida por carecer de recursos económicos
para vivir. Más tarde volvió a París de nuevo, armada de valor y amparada en
sus rasgos orientales heredados de su madre. La literatura romántica de evasión
de finales del siglo XIX había
popularizado una imagen difusa y añorada de la oriental. Aprovechando estas
circunstancias, se hizo pasar por una supuesta princesa de Java ejerciendo de
bailarina exótica, protagonizando espectáculos de strip-tease. La mentira e imaginación, como
salida obligada para superar su penosa situación económica, empezaron a dar sus
frutos y a la vista de sus ventajosas consecuencias, pasó a convertirse en algo
habitual. En París fue un revuelo con auténticas pugnas por conseguir
localidades de las primeras filas en sus espectáculos de danza. También fue cortesana y tuvo romances secretos con
numerosos funcionarios militares e incluso políticos de alto nivel, y, en
general, con la alta sociedad.
Su fama como bailarina crecía, pero ya no era tan joven
y, al ir perdiendo sus encantos físicos, que conforme al canon de belleza actual no parece que
fueran tan extraordinarios, empezó a ejercer con más frecuencia de cortesana,
amparada por el mito que había creado, para seguir manteniendo el mismo nivel
de vida.
En aquellos tiempos, intentó recuperar a su hija que
vivía con su padre, pero resultó imposible. Mandó a su ama de llaves, que
volvió con las manos vacías tras varias horas de espera a la puerta del colegio
donde estudiaba. Aquel día su padre fue a recogerla. Aquella niña murió en los
Países Bajos de un ataque al corazón años después de la muerte de su madre,
curiosamente días antes de un viaje a Java en el que había puesto muchas
esperanzas.
En 1917, un año antes del
final de la "Gran Guerra", fue sometida a juicio en Francia acusada de espionaje, de ser una
agente doble para Alemania y de haber
sido la causa de la muerte de miles de soldados. Fue declarada culpable sin
pruebas concluyentes y basadas en hipótesis no probadas que hoy en día, a principios
del siglo XXI no se sostendrían en un juicio moderno. De hecho, una asociación
de su ciudad natal solicitó al Ministerio de Justicia francés una revisión
póstuma del caso, pero esta petición no fue atendida.
Fue ejecutada por un pelotón de fusilamiento el 15 de octubre de 1917,
en Vincennes. La leyenda sostiene que la
escuadra tuvo que ser vendada para no sucumbir a sus encantos. Sin embargo, son
probados los hechos de que lanzó un beso de despedida a sus ejecutores y que,
de los 12 soldados que constituían el pelotón de fusilamiento, sólo acertaron 4
disparos, uno de ellos en el corazón, causándole la muerte instantánea. El
oficial al mando, como así se disponía en estos casos, ultimó el acto
innecesariamente con un disparo de gracia en la sien. La noticia recorrió el
mundo. Hay incluso una narración periodística que detalla este dramático
momento, describiendo la expresión de su rostro, la forma en que cayó y la
disposición final del cuerpo en el suelo
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