Mohandas
Karamchand Gandhi nació el 2 de octubre de 1869 en un remoto lugar de la India,
en la ciudad costera de Porbandar, del distrito de Gujarat. Éste era entonces
un mosaico de minúsculos principados, cuyos gobernantes tenían un poder
absoluto sobre la vida de sus súbditos. Su padre, Karamchand Gandhi, era el
primer ministro de Porbandar y pertenecía a la casta de los banias, mercaderes
de proverbial astucia y habilidad en el comercio. Su madre, llamada Putlibai,
procedía de la secta de los pranamis, quienes mezclaban el hinduismo con las
enseñanzas del Corán. Era una mujer profundamente religiosa y austera que
dividía su tiempo entre el templo y el cuidado de los suyos, amén de practicar
frecuentes ayunos. En la formación espiritual de Mohandas, que sentía un
ilimitado amor por sus padres, además de la adoración a la diosa Visnú que
profesaba la familia, concurrieron una serie de culturas y credos amalgamados:
el hindú, el musulmán, el jain. Este último tuvo especial influencia en su
filosofía: los jains practicaban la no-violencia no sólo con los animales y los
seres humanos, sino incluso con las plantas, los microbios, el agua, el fuego y
el viento.
Ejemplo
típico de tardía genialidad, Mohandas fue un adolescente silencioso, retraído y
nada brillante en los estudios, que pasó sin llamar la atención por las
escuelas de Rajkot. A los trece años, siguiendo la costumbre hindú, lo casaron
con una niña de su edad llamada Kasturbai, de quien estaba prometido desde los
seis años sin saberlo. El joven esposo se enamoró apasionadamente de la
muchacha, y por hacer el amor con ella abandonó el lecho de su padre moribundo
la misma noche en que éste murió. El suceso dejó una culpa imborrable en
Gandhi, que más tarde se declararía en contra del matrimonio entre niños y a
favor de la continencia sexual.
Como
sus calificaciones no mejoraron en el instituto, la familia decidió enviarlo a
Londres para seguir los cursos de abogacía del Inner Temple, cuyas exigencias
eran menores que las de las universidades indias. Con tanto miedo como
excitación, el muchacho se embarcó en Bombay en septiembre de 1888. Tenía
diecinueve años y acababa de ser padre por primera vez. Antes de partir había
prometido solemnemente a su madre no seguir la costumbre inglesa de comer
carne, dado que el visnuismo lo prohibía. Varias veces en su adolescencia había
transgredido tal norma, impulsado por un amigo que le aconsejaba la carne para
parecerse en fortaleza a los ingleses.
En
Londres vivió tres años, entre 1888 y 1891, período en que se produjo uno de
los hechos más determinantes de su vocación: el descubrimiento de Oriente a
través de Occidente. En efecto, en la capital inglesa comenzó a frecuentar a
los teósofos, quienes lo iniciaron en la lectura del primer clásico indio, el
Bhagavad Gita, al que llegaría a considerar «el libro por excelencia para el
conocimiento de la verdad». También allí entró en contacto con las enseñanzas
de Cristo, y durante un tiempo se sintió tan atraído por la ética cristiana que
dudó entre ésta y el hinduismo. De esa época son sus intentos de sintetizar los
preceptos del budismo, el cristianismo, el islamismo y su religión natal, a
través de lo que señaló como el principio unificador de todos ellos: la idea de
renunciación.
En
estos años decisivos para su formación intelectual leyó a Tolstói, en quien más
tarde encontraría el guía para el perfeccionamiento de la práctica y la teoría
de la no-violencia. Y cuando regresó a la India con el título de abogado, lo
hizo con sus señas de identidad orientales: había ido en busca de la sabiduría
occidental y retornaba con el secreto que había hecho sabios a los hindúes.
Los
primeros experimentos de la resistencia gandhista
Al
volver a Porbandar encontró a su familia desintegrada: la madre había muerto
poco antes y los Gandhi habían perdido toda influencia en la corte principesca.
Como abogado no halló muchas perspectivas, ya que su primera actuación
profesional terminó en un humillante fracaso, pues enmudeció al dirigirse al
tribunal y no pudo continuar. Fue entonces cuando una factoría comercial
musulmana le ofreció un contrato para atender un caso de la empresa en Durban,
y Gandhi no dejó pasar la oportunidad. Se embarcó hacia Sudáfrica en 1893.
En
el país de los antiguos colonos holandeses vivía una colonia hindú formada en
su mayoría por trabajadores, a quienes los ingleses llamaban despectivamente
sami. Carecían de todo derecho, se les despreciaba y discriminaba racialmente,
como pudo comprobar en carne propia el joven abogado durante algunos de sus
viajes en ferrocarril. Pero la situación era más grave aún de lo que parecía.
Terminado su trabajo, Gandhi estaba a punto de regresar a la India cuando se
enteró de la existencia de un proyecto de ley para retirar el derecho de
sufragio a los hindúes. Decidió entonces aplazar la partida un mes para
organizar la resistencia de sus compatriotas, y el mes se convirtió en
veintidós años.
Durante
esa larga etapa de su vida, su mayor preocupación fue la liberación de la
comunidad india, y en ella fue dando forma a las armas de lucha que más tarde
utilizaría e su país. En los primeros años, convencido de las buenas
intenciones del colonialismo británico, abrió un bufete para defender a sus
compatriotas ante los tribunales en Johannesburgo y se propuso articular un
movimiento dedicado a la agitación por medios legales. Fundó el periódico
"The Indian Opinion", para aglutinar a la comunidad india y, como
instrumento de agitación legal, creó el Congreso Indio de Natal. Sus simpatías
anglófilas le llevaron durante la guerra contra los bóers a organizar el Cuerpo
Indio de Ambulancias, acción que mereció duras críticas por parte de los
nacionalistas indios.
A
partir de 1904 la actividad de Gandhi sufrió un cambio notable: después de leer
la crítica del capitalismo contenida en "Unto The Last", de John
Ruskin, modificó su estilo de vida y pasó a llevar una sencilla existencia
comunitaria en las afueras de Johannesburgo donde fundó una comuna llamada
Tolstói. En esa época bosquejó la teoría del activismo no-violento, que puso en
marcha por primera vez para oponerse a la ley de registro. Esta ley obligaba a
todos los indios a inscribirse en un registro especial con sus huellas
dactilares. Gandhi ordenó a sus compatriotas que no se inscribieran, que
comerciaran en las calles sin licencia y, más tarde, que quemaran sus tarjetas
de registro frente a la mezquita de Johannesburgo. Como muchos de sus
seguidores, fue a parar a la cárcel varias veces, pero el movimiento de
resistencia civil obtuvo varios éxitos parciales.
En
1913 la protesta contra un impuesto considerado injusto se tradujo en una
marcha a través del Transvaal, hasta Natal. Al año siguiente las autoridades
británicas dieron marcha atrás con dicho impuesto y autorizaron a los asiáticos
a residir en Natal como trabajadores libres. La victoria parecía total, y
Gandhi, que había abandonado las vestimentas europeas en señal de protesta,
partió definitivamente de Sudáfrica con su mujer y sus hijos. A largo plazo
todos los logros de la comunidad india se perdieron y las autoridades de aquel
país endurecieron aún más su política racista, pero Sudáfrica había sido el
banco de pruebas donde Gandhi desarrolló y comprobó las tácticas que más tarde
habría de utilizar en su tierra natal.
El
Mahatma
Gandhi
llegó a la India en 1915 como un verdadero héroe, con la aureola de sus
campañas en el extranjero. Las masas de Bombay le tributaron un caluroso
recibimiento, el gobernador inglés acudió a saludarlo y el poeta Rabindranath
Tagore le dio la bienvenida en su Universidad Libre de Santiniketan. A poco de
llegar, en la ciudad de Ahmedabad fundó una comunidad casi monástica en la que
estaban prohibidas las vestimentas extranjeras, las comidas con especias y la propiedad
privada. Sus miembros se dedicaban únicamente a dos trabajos materiales: la
agricultura, para obtener el sustento, y el tejido a mano, para procurarse el
abrigo. Aquí dio comienzo a una lucha que Gandhi habría de sostener durante
toda su vida: la batalla contra las lacras del hinduismo y a favor de los
intocables. El primer paso fue admitirlos como miembros de la comunidad.
En
esos primeros años Gandhi abandonó toda agitación política a fin de apoyar los
esfuerzos bélicos de Gran Bretaña en la Primera Guerra Mundial, llegando
incluso al reclutamiento de soldados para el ejército inglés. Su entrada en la
política india no se produjo hasta febrero de 1919, cuando la aprobación de la
Ley Rowlatt, que establecía la censura y señalaba duras penas para cualquier
sospechoso de terrorismo o sedición, le abrió los ojos acerca de las verdaderas
intenciones de los imperialistas ingleses en su país. Gandhi pasó entonces a
encabezar la oposición a la ley. Organizó una campaña de propaganda a nivel
nacional mediante la no-violencia, que comenzó con una huelga general. Ésta
pronto se extendió a todo el país y las protestas se sucedieron en las
principales ciudades, donde se registraron algunos focos de violencia pese a la
insistencia del líder en el carácter pacífico de las manifestaciones. Cuando
acudía a Delhi a apaciguar la población, Gandhi fue detenido. Días después, el
13 de abril, el brigadier general Dyer ordenaba disparar a sus gurkas sobre la
multitud reunida en el Jallianwala Bagh de la ciudad de Amritsar. La dominación
inglesa había mostrado su verdadero rostro sanguinario y brutal: casi
cuatrocientas personas fueron asesinadas y otras miles heridas. Pero las
autoridades británicas se vieron obligadas a reconsiderar sus tácticas y la Ley
Rowlatt jamás entró en vigor.
En
los años siguientes a la masacre de Amritsar, Gandhi se convirtió en el líder
nacionalista indiscutido, alcanzando la presidencia del Congreso Nacional Indio,
partido fundado por Alan Octavius Hume en 1885, que él supo convertir en un
instrumento efectivo en pro de la independencia. De una agrupación de las
clases medias urbanas, pasó a ser una organización de masas enraizada en los
pueblos y en el campesinado. Se pusieron en marcha las grandes campañas de
desobediencia civil, que iban desde la negativa masiva a pagar impuestos hasta
el boicot a las autoridades. Miles de indios llenaron las cárceles y el mismo
Gandhi fue detenido en marzo de 1922. Diez días más tarde comenzaba «el Gran
Juicio», en que el Mahatma se declaró culpable y consideró la sentencia a seis
años de prisión como un honor, con lo que la sesión terminó con una reverencia
mutua entre juez y acusado.
Cuando
salió de la cárcel, una apendicitis hizo que las autoridades coloniales lo
liberaran en 1924, encontró que el panorama político se había modificado en su
ausencia: el Partido del Congreso se había dividido en dos facciones y la
unidad entre hindúes y musulmanes, conseguida con el movimiento de
desobediencia civil, había desaparecido. Gandhi decidió entonces retirarse de
la política, para vivir como un anacoreta, en absoluta pobreza y buscando el
silencio como fuerza regenerativa. Retirado en su Ashram se convirtió en esos
años en el jefe espiritual de la India, en el dirigente religioso de fama
internacional que muchos occidentales en busca de la paz espiritual trataban
como un gurú.
Su
retiro finalizó de manera brusca en 1927, cuando el gobierno británico nombró
una comisión encargada de la reforma de la Constitución, en la que no
participaba ningún nativo. A la cabeza de la lucha política, Gandhi consiguió
que todos los partidos del país hicieran el boicot a dicha comisión. Poco
después, la huelga de Bardoli, en apoyo a la negativa a pagar impuestos,
terminaba en un éxito total. La victoria del movimiento animó al Congreso a
declarar la independencia de la India, el 26 de enero de 1930, y se encargó al
Mahatma la dirección de la campaña de no violencia para llevar a la práctica la
resolución. Éste eligió como objetivo de la misma el monopolio de la sal que
afectaba particularmente a los pobres-, y partió de Sabartami el 12 de marzo
con 79 voluntarios con rumbo a Dandi, población costera distante 385
kilómetros. El pequeño movimiento se extendió como las olas de un estanque
hasta alcanzar toda la India: los campesinos sembraban de ramas verdes los
caminos por donde pasaría ese hombre pequeño y semidesnudo, con un bastón de
bambú, camino del mar y al frente de un enorme ejército pacífico. El día del
aniversario de la masacre de Amritsar, Gandhi llegó a orillas del mar y cogió
un puñado de sal. Desde ese momento la desobediencia civil fue imparable:
diputados y funcionarios locales dimitieron, los prohombres locales abandonaron
sus puestos, los soldados del ejército indio se negaron a disparar sobre los
manifestantes, las mujeres se adhirieron al movimiento, mientras los seguidores
de Gandhi invadían pacíficamente las fábricas de sal.
La
campaña terminó con un pacto de compromiso entre Gandhi y el virrey de su
majestad británica, en virtud del cual se legalizaba la producción de sal y se
liberaban los cerca de 100.000 presos detenidos durante las movilizaciones. Por
otra parte, Gandhi era enviado a Londres para participar en la conferencia que
discutía los pasos a seguir para establecer un gobierno constitucional en la
India. La presencia del Mahatma en Inglaterra, al margen de la gran acogida
popular que le dispensaron los barrios londinenses, no supuso resultados
favorables para la causa, y al regresar a su país se encontró con que Nehru y
otros líderes del Congreso se hallaban una vez más en prisión.
Hacia
la independencia
Varias
veces en su vida Gandhi recurrió a los ayunos como medio de presión contra el
poder, como forma de lucha espectacular y dramática para detener la violencia o
llamar la atención de las masas. La falta de humanidad del sistema de castas,
que condenaba a los parias a la absoluta indigencia y ostracismo, hizo que
Gandhi convirtiera la abolición de la intocabilidad en una meta fundamental de
sus esfuerzos. Y desde la prisión de Yervada, donde había sido confinado nuevamente,
realizó un «Ayuno hasta la muerte» en contra de la celebración de elecciones
separadas de hindúes y parias. Ello obligó a todos los líderes políticos a
acudir junto a su lecho de prisionero para firmar un pacto con el
consentimiento inglés. La labor de «Pedagogía popular» para curar a la sociedad
hindú de sus llagas no terminó aquí. Distanciado del Congreso ante la decepción
que le provocaban las maniobras de los políticos, se dedicó a visitar pueblos
lejanos, insistiendo en la educación popular, en la prohibición del alcohol, en
la liberación espiritual del hombre.
El
estallido de la Segunda Guerra Mundial fue el motivo de que Gandhi, una vez
más, retornara al primer plano político. Su oposición al conflicto bélico era
absoluta y no compartía la opinión de Nehru y otros líderes del Congreso,
proclives a apoyar la lucha contra el fascismo. Pero la decisión del virrey de
incorporar el subcontinente a los preparativos bélicos de Gran Bretaña sin
consultar con los políticos locales, clarificó las aguas, provocando la
dimisión en masa de los ministros pertenecientes al Congreso. Tras la toma de
Rangún por los japoneses, Gandhi exigió la completa independencia de la India,
para que el país pudiera escoger libremente sus decisiones. Al día siguiente,
el 9 de agosto de 1942, era arrestado junto a otros miembros del Congreso, lo
que produjo una sublevación en masa de los nativos, seguida por una serie de
revueltas violentas en todo el territorio indio. Ésta fue la última prisión del
Mahatma y quizá la más dolorosa, porque desde su presidio en Poona se enteró de
la muerte de su mujer, Kasturbai. Era ya un anciano frágil y debilitado cuando
salió en libertad en el año 1944.
Finalizada
la guerra, y tras la subida al poder de los laboristas en Inglaterra, Gandhi
desempeñó un rol fundamental en las negociaciones que llevaron a la liberación.
Sin embargo, su postura opuesta a la partición del subcontinente nada pudo
contra la determinación del líder de la Liga Musulmana, Jinnah, defensor de la
separación del Pakistán. Dolido por lo que consideró una traición, en 1946 el
Mahatma vio con horror cómo los antiguos fantasmas indios resurgían durante la
celebración del Nombramiento de Nehru como primer jefe de gobierno, que fue
pretexto de violentos disturbios motivados por la pugna entre hindúes y
musulmanes.
Gandhi
se trasladó a Noakhali, donde habían comenzado los enfrentamientos, y caminó de
pueblo en pueblo, descalzo, tratando de detener las masacres que acompañaron a
la partición en Bengala, Calcuta, Bihar, Cachemira y Delhi. Pero sus esfuerzos
sólo sirvieron para acrecentar el odio que sentían por él los fanáticos
extremistas de ambos pueblos: los hindúes atentaron contra su vida en Calcuta y
los musulmanes hicieron lo propio en Noakhali. Durante sus últimos días en Delhi
llevó a cabo un ayuno para reconciliar a las dos comunidades, lo cual afectó
gravemente su salud. Aun así, apareció de nuevo ante el público unos días antes
de su muerte.
El
30 de enero de 1948, cuando al anochecer se dirigía a la plegaria comunitaria,
fue alcanzado por las balas de un joven hindú. Tal como lo había predicho a su
nieta, murió como un verdadero Mahatma, con la palabra Rama 'Dios' en sus
labios. Como dijo Einstein, «Quizá las generaciones venideras duden alguna vez
de que un hombre semejante fuese una realidad de carne y hueso en este mundo».
No hay comentarios:
Publicar un comentario