lunes, 3 de junio de 2013

DIANA DE POITIERS



Diana de Poitiers, duquesa de Valentinois y de Étampes nacida en Saint-Vallier Drôme, 3 de septiembre de 1499. Murió en Anet, Eure-et-Loir, 25 de abril de 1566, fue una importante figura aristocrática de la Francia del siglo XVI, además de ser la más notable amante del Rey Enrique II de Francia.

Diana nació en el castillo de Saint-Vallier, en la ciudad de Saint-Vallier, Drôme, en la región Rhône-Alpes de Francia (aunque algunas biografías sitúan su nacimiento en Étoile-sur-Rhône, hija de Jean de Poitiers, conde de Saint-Vallier y vizconde de Estoile, y de Jeanne de Batarnay. A los seis años se quedó huérfana de madre y pasó el resto de su infancia y su pre adolescencia como dama del séquito de Ana de Francia, hija de Luis XI, una mujer fuerte que ocupó la regencia de Francia durante la minoría de edad de su hermano.

El 16 de abril de 1515, a la edad de 15 años, es casada en París con un hombre 39 años mayor que ella, Luis de Brézé, Gran Senescal de Normandía, conde de Maulévrier, vizconde de Bec-Crespin y de Marny y señor de Anet, hijo de Carlota de Valois, que a su vez era hija ilegítima del Rey Carlos VII de Francia engendrada con su amante Agnés Sorel. Por tanto, era nieto del Rey Carlos VII y sirvió en la corte de Rey Francisco I. A pesar de esa gran diferencia de edad, según las crónicas de la época, Diana lo amó y respetó sinceramente, incluso tras su muerte, ocurrida en 1531, cuando Diana adoptó para el resto de su vida el negro de luto como color principal de su vestimenta, añadiendo más adelante el blanco y el gris. Desde ese momento, su gran interés y astucia en asuntos financieros y jurídicos se hicieron más que evidentes: una vez viuda, se dispone a administrar los bienes familiares haciendo crecer su fortuna de una manera considerable, y además, continúa percibiendo los ingresos que los cargos de su marido le proporcionaban, consiguiendo incluso ser reafirmada en el título de Gran Senescala de Normandía.

En 1524, su padre es acusado de complicidad en la traición del condestable Carlos III de Borbón, hijo de Ana de Francia. Convertido en el principal chivo expiatorio del asunto, se enteró de que Francisco I le había perdonado la vida cuando ya pisaba el patíbulo, gracias a la intervención de su yerno, Luis de Brézé, que había alertado al Rey del asunto. Después, el padre de Diana terminará sus días encerrado en la fortaleza de Loches.

Diana fue dama de honor de Claudia de Francia, Reina Consorte de Francia y Duquesa de Bretaña. Después de la muerte de la Reina, fue dama de honor de la madre del Rey, Luisa de Saboya, duquesa de Angulema y de Anjou, y por último, también de Leonor de Austria, Reina Consorte de Francia.

De su matrimonio con Luis nacieron dos hijas:

Francisca de Brézé vivió de 1518 a 1574, condesa de Maulévrier, baronesa de Mauny y de Sérignan. Casada con Roberto IV de La Marck, duque de Bouillon y conde de Braine.

Luisa de Brézé vivió de 1521 a 1577, dama de Anet, casada con Claudio de Lorena, duque de Aumale y marqués de Mayenne.

Hacia 1538 se convirtió en la amante de Enrique II cuando éste era aún el Delfín de Francia ya casado con la princesa Catalina de Médicis. Se dice que ejerció gran influencia sobre él, hasta el punto de ser considerada la verdadera soberana. Su etapa como cortesana le valió el ducado de Valentinois en 1548 además del ducado de Étampes, que le arrebató a su enemiga, Ana de Pisseleu, en 1553. Recibió también preciosos regalos en forma de castillos, como el de Chenonceaux, o magníficas joyas de la Corona. La enemistad y el odio entre Catalina y Diana fue creciendo hasta que la muerte del soberano puso punto y final.

Cuando Enrique fue herido de muerte en 1559, Catalina prohibió terminantemente a Diana visitarle durante sus últimas horas. Además, tras la muerte de Enrique, sube al trono Francisco II y Diana no tuvo más remedio que abandonar la corte, retirándose a su castillo de Chaumont-sur-Loire. Le fue prohibido hasta asistir a los funerales, y fue expulsada inmediatamente de Chenonceau y obligada a devolver todas las joyas de la corona con las que el Rey le había obsequiado.

Derrotada por la reina Catalina, Diana se retiró en sus últimos años a su castillo de Anet, donde murió un par de años más tarde, en 1566, a los 67 años de edad. Su hija mayor hizo erigir una estatua conmemorativa en su honor en la iglesia de la villa, que después fue trasladada en 1576 a la capilla del castillo, lugar donde Diana recibió sepultura. En 1795, durante la Revolución francesa, su tumba fue profanada y sus restos mortales, junto con los de dos de sus nietas, fueron arrojados a una fosa común, cerca de la iglesia. Los miembros del Comité Revolucionario se quedaron con su cabellera, como trofeo, que terminó perdiéndose en la Historia. Además, su sarcófago fue desmantelado y el plomo de su base fue utilizado para hacer balas. Más recientemente, de 1959 a 1967, se restauró por completo la capilla del castillo de Anet, gracias a la iniciativa de la familia Yturbe, propietaria del mismo. En 2009, los restos mortales de la duquesa de Valentinois fueron rescatados de la fosa común y colocados en un nuevo sarcófago en su lugar original.

Como curiosidad cabe mencionar que durante el año 2008, un equipo de científicos estudiaron los restos mortales de la duquesa de Valentinois y descubrieron que tenían inexplicablemente una concentración de oro muy alta. En dichos estudios se baraja el hecho de que Diana, obsesionada por el deseo de la eterna juventud y el brillo de una belleza sobrenatural que le caracterizó toda su vida, habría tomado cada día el elixir de la vida, una solución líquida de oro potable que le habría dado una tez muy pálida y un halo místico. Según estos informes, resulta entonces muy posible que Diana terminase falleciendo de anemia debida a una intoxicación grave de oro líquido.


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