Se designó
como LOCURA hasta final del siglo XIX a
un determinado comportamiento que rechazaba las normas sociales establecidas. Lo
que se interpretó por convenciones sociales como locura fue la desviación de la
norma del latín vulgar delirare, de lira ire, que significaba originalmente en la agricultura
"desviado del surco recto", por culpa de un desequilibrio mental, por
el cual un hombre o una mujer padecía de delirios enfermizos, impropios del
funcionamiento normal de la razón, que se identificaban por la realización de
actos extraños y destructivos. Los síntomas de ciertas enfermedades, como la epilepsia u otras disfunciones mentales, fueron también
calificados de locura.
Locura, según el diccionario,
significa “privación del juicio o del uso de la razón”. Sin embargo, esta acepción no siempre
ha sido tal. Antiguamente, se creía que era consecuencia de maniobras sobrenaturales,
o netamente demoníacas.
También se pensaba que actuaba en el hombre como castigo divino por la culpa de
sus pecados. En la Edad Media los leprosos pasaron a ser una imagen
distinta del miedo. Temidos y repudiados por los demás, eran excluidos y
encerrados en leprosarios; sus bienes, una vez desaparecida la enfermedad, eran
convertidos en fondos administrados por las ciudades y destinados a obras de
beneficencias y establecimientos hospitalarios.
Una vez desaparecida la lepra, su lugar es tomado
por las enfermedades venéreas, que pronto pasan a ser consideradas asuntos
médicos.
Hasta la segunda mitad del siglo XV,
el tema reinante es la muerte, que aparece bajo el signo de las guerras y
pestes que acompañan este período. Pero ya a finales del período, esta
inquietud gira sobre sí misma. Los hombres dudan de todo y, al dudar también de
la muerte, se abre una nueva perspectiva que permite burlarse de ella, porque
sólo da cuenta de que la verdadera existencia está vedada a los ojos humanos
mientras la realidad sea sólo un espejo de sí misma.
En el Renacimiento,
la locura surge como una nueva encarnación del mal. Es en este momento en que
aparece la denominada "stultifera
navis" nave de los locos que determina la existencia errante de
los locos. Dicha nave fue utilizada para eliminar del territorio a estos seres
molestos que ponían en riesgo la seguridad de los ciudadanos. El furor sin
causa era concebido como un síntoma inequívoco de locura y un motivo de
confinamiento en la nave de los locos. Sin embargo, este viaje no sólo hacía
las veces de barrendero humano, sino que otorgaba al loco la posibilidad de
purificación, sumado al hecho de que cada uno es entregado a la suerte de su
propio destino, pues “cada viaje es, potencialmente, el último”.
A partir de Erasmo de Rotterdam y del Humanismo,
la locura pasa a ser parte directa de la razón y una denuncia de la forma
general de la crítica. Es la locura la que ahora analiza y juzga a la razón.
Los papeles se invierten y dejan ver que una no podría sobrevivir sin la otra,
pues ambas son una misma cosa que, en determinados momentos, se desdobla para
revalidar su necesaria presencia en el mundo.
Sólo en el siglo XVII se dominará a la locura a través del
encierro, con el llamado “hospital de los locos”, donde la razón triunfará por
medio de la violencia.
El concepto
de "locura" fue empleado en Europa históricamente en diferentes
contextos con diferentes significados, que retrospectivamente se sabe que
correspondían a fenómenos distintos, que en la historia de la medicina se
encuentran pobremente definidos y que en ocasiones eran incluso
contradictorios. La cuestión de qué variaciones respecto a la norma eran
aceptadas como "extravagancias" y cuáles como locura podían depender
de la región, la época o las circunstancias sociales del sujeto. No fue hasta
la aplicación de la nosología moderna cuando se delimitaron los diferentes fenómenos
denominados hasta entonces como locura. La locura, en términos clínicos puede
ser entendida como una forma de esquizofrenia e
incluso como un sinónimo.
Como las
manifestaciones de la locura son muy variadas, se pueden considerar síntomas de
diversos estados. En cada caso, el afectado muestra una conducta que se aparta
de la normalidad de una forma determinada. Por eso, los afectados quedan
desplazados de su entorno social. Frecuentemente se manifiesta como una pérdida
de control, en la que los sentimientos se muestran desinhibidamente. La
conducta se desplaza fuera de lo racional y las consecuencias de los propios
actos no se tienen en cuenta. Los actos pueden ser objetivamente absurdos e
inútiles. La diferencia entre lo real y lo irreal puede desaparecer, viéndose
perturbada la percepción de la realidad. Se pueden encontrar en la mitología griega ejemplos
de consecuencias catastróficas de la locura: Heracles mata a sus hijos; Áyax el Grande masacró
un rebaño de ovejas al confundirlo con los líderes aqueos tras una disputa con Odiseo; el rey Licurgo de Tracia confundió a su hijo con una hiedra, símbolo
de Dioniso, cuyo culto había prohibido, matándolo, y Medea mató
a sus hijos. Las características perceptibles de la locura abarcan un área
amplia entre la actividad frenética y la catatonia. De un lado están los maníacos; en el otro los depresivos y
los apáticos. A menudo se dan disfunciones en las capacidades
comunicativas, que pueden disminuir la inteligibilidad del discurso y pueden
parecerse al habla de un niño pequeño: repetición de porciones de frases,
reduplicación, hablar con rimas simples, onomatopeyas o cantar canciones
infantiles.
No hay comentarios:
Publicar un comentario