BERBERÍA o costa
berberisca es el término que
los europeos utilizaron desde el siglo XVI hasta el XIX para referirse a las
regiones costeras de Marruecos, Argelia, Túnez y Libia. El nombre deriva de
los bereberes,
entonces llamados berberiscos.
En Occidente, el término normalmente
se usa para hablar de los piratas y los comerciantes de esclavos que poblaban esas costas y basaban en
estas actividades su economía y que
suponían una amenaza constante para las embarcaciones comerciales e incluso
para las ciudades costeras del Mediterráneo. Corresponde, aproximadamente, a
lo que es hoy el Magreb.
Aunque fue unificado durante
breves espacios de tiempo por el Imperio
almohade y por los háfsidas,
el territorio prácticamente nunca tuvo un gobierno unificado. Antes del siglo
XVI, estaba dividido entre Ifriqiya,
en Marruecos, y Tlemcen o Tiaret en Argelia. Los europeos consideraban
que su «capital» era Trípoli, en lo que es ahora Libia, aunque Marraquech era la ciudad bereber más importante
de la época. Otros consideraban que Algiers o Tánger la capital.
Desde el siglo XVI en adelante, se
encontró dividida entre Marruecos, Argelia, Tunicia hoy Túnez y Tripolitania
hoy Libia. Entre los gobernantes más célebres de estos territorios estuvieron
el pachá o bey de Argel, el bey de Túnez y
el bey de Trípoli,
todos ellos tributarios del sultán del Imperio
otomano, pero con gran autonomía de gobierno.
En la historia de España, la región tiene una gran
relevancia como patria de acogida de los moriscos,
quienes a lo largo de los gobiernos de Felipe III y Felipe IV fueron
especialmente activos en acciones de piratería.
La República de Salé, por ejemplo, estuvo
gobernada por piratas berberiscos, que aprovechando los
conocimientos de las costas españolas de los moriscos, asolaron el Levante
español durante buena
parte del siglo XVI.
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