lunes, 12 de junio de 2017

PONTÍFICE



PONTÍFICE. El Papa es Obispo de Roma, Vicario de Jesucristo, Sucesor del Príncipe de los Apóstoles, Sumo Pontífice de la Iglesia Universal, Patriarca de Occidente, Primado de Italia, Arzobispo y Metropolita de la provincia Romana, Soberano del Estado Vaticano, Siervo de los Siervos de Dios.

El más importante es el último, el de los Siervos de los Siervos de Dios, que fue un título que fue acuñado por primera vez por el Papa San León Magno.

Cuando Jesucristo instituye su Iglesia, hizo de Simón Pedro, el rudo pescador del lago de Bethsaida en Galilea, la piedra de su Iglesia. Le entregó las llaves de ella y lo instituyó pastor del rebaño. El Papa no tiene otro oficio que el de ser depositario de las llaves de la Iglesia y pastor del gran rebaño que forma la Iglesia Católica.

Esta sucesión de personas, desde San Pedro hasta nuestros días, se ha continuado a través de 21 siglos en la persona que todos conocemos hoy como Santo Padre, Papa, o Sumo Pontífice de la Iglesia Universal. San Pedro recibió de Jesucristo este poder de “atar y desatar” y se ha ido transmitiendo a través del tiempo. Él residió primero en Antioquia, después, de acuerdo a lo que dice el cronista del año 354, por 25 años residió en Roma en donde encontró el martirio en el año 64 o 67 de nuestra era. Muchos de sucesores han pagado con su sangre la fidelidad a esta sucesión. Desde esa época el Papa vive en Roma con excepción del período en que los Papas vivieron en la ciudad francesa de Avignon a finales del siglo XIV.

Roma es pues, la ciudad de los Papas. Existe una bella tradición que nos recuerda el por qué se ha tenido a Roma como la ciudad de residencia de los Papas. Se cuenta que una noche San Pedro huía de la ciudad de Roma, presa del miedo y el descorazonamiento. Huía por la via Appia, la avenida de los largos cipreses. Sería la madrugada cuando justo a las afueras de la puerta de San Sebastiano, habiendo ya burlado la guardia romana, se encuentra con Cristo que viene por el camino en dirección contraria a Pedro. Éste se sorprende y le pregunta sorprendido: “¿Adónde vas Señor?” (Quo vadis Domine, en latín). Y Jesús se dice que le respondió: “Voy a Roma a ser crucificado de nuevo” Y en uno de esos arranques de generosidad, muy propios del temperamento primario de aquel pescador de Bethsaida, Pedro desanda sus pasos y vuelve a la ciudad de Roma.

Hoy en día, la Iglesia de “Quo vadis?” nos recuerda este momento dramático en la vida de San Pedro. Además, algunos estudios arqueológicos han demostrado que justo debajo del Altar de la Confesión en la Basílica de San Pedro, se han encontrado los huesos de quien se cree fue San Pedro.

Al Papa, obispo de Roma y sucesor de San Pedro, le toca ser el principio y fundamento perpetuo y visible de la unidad, tanto de los obispos, como de la muchedumbre de los fieles. A él le corresponde confirmar en la fe a todos sus hermanos, es decir a todos los católicos. “El Romano Pontífice goza de esta infalibilidad en virtud de su ministerio cuando como Pastor y Maestro supremo de todos los fieles que confirma en la fe a sus hermanos, proclama por un acto definitivo la doctrina en cuestiones de fe y moral”.

Es para todos los católicos una gracia muy especial el saber que las enseñanzas del Papa son las mismas enseñanzas que las enseñanzas de Cristo. Los católicos no creemos simplemente en lo que dice el Papa. Sabemos que lo que dice el Papa es lo mismo que ha dicho Cristo. El Papa goza de esa asistencia especial de Cristo de forma que no pueda equivocarse en todo lo relacionado con la fe. Esta ayuda especial es lo que se llama la infalibilidad.

Junto con el oficio de Maestro está también el de Pastor que Cristo le da a Pedro al final del evangelio de San Juan. Por tres veces Cristo le pregunta a Simón Pedro si le ama y ante la respuesta afirmativa de Pedro, Jesús le ordena “Apacienta mis corderos... Apacienta mis ovejas... Apacienta mis ovejas”. Tres veces le pregunta y tres veces le responde. ¿Mayor confirmación que ésta para darle el encargo de Pastor universal de los hombres? Y así lo entendieron los apóstoles desde aquellos tiempos. Sabían que Pedro tenía un lugar privilegiado entre ellos, por indicación del mismo Cristo. Por lo tanto, al Sumo Pontífice le corresponde también ser el Pastor Universal de la Iglesia Católica. Como Pastor debe guiar a las ovejas hacia los mejores pastos, debe ayudarlas en sus necesidades y dificultades.

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