viernes, 9 de junio de 2017

LIPIZZANO



Durante cuatro siglos se ha formado y consolidado el caballo de raza lipizzana, que se originó en la dura tierra del Carso, en Lipica —pronunciado Lipitza—Eslovenia. Ya en los tiempos de los romanos se hablaba mucho sobre el caballo cársico, el antepasado del lipizzano, que habitaba los yermos pastos de esta región. La sangre del caballo tordillo del Carso se había mezclado con la de los caballos españoles, napolitanos, árabes y de Kladruber. Así nació el lipizzano de hoy, conocido por su blanca belleza, por su inteligencia y por su movimiento —su atracción se encuentra justamente en su movimiento armónico—.
En el siglo XVI las tierras eslovenas pertenecían a la monarquía austriaca de los Habsburgo. La monarquía era grande y para poder dominarla, los caballos fueron indispensables para las necesidades de la corte, para los transportes, el correo –y también para la Escuela Española de Equitación. Como la cría caballar española, que fue la más importante y distinguida en la Europa occidental y central, empezó a decaer, la monarquía austriaca decidió independizarse y crear su propia cría de caballos.
Por estas razones el archiduque austriaco Carlos II (entronizado príncipe de las regiones eslovenas bajo la corona austriaca), compró el 19 de mayo de 1580 el pueblo de Lipica con sus alrededores (estando convencido de que el terreno cársico se parecía al terreno andaluz e italiano), así como la caballeriza con su rebaño de caballos cársicos. Así empezaron con la cría de los caballos de la primera clase. Al principio la llamaron «caballos de raza cársica de cría lipizzana», sin embargo, hace doscientos años cambiaron el nombre en «Lipizzano» según el pueblo Lipizza (en esloveno: Lipica).
Durante todos estos años, algunas veces, por las guerras que se cebaban en la región del Carso, los caballos de Lipizza fueron trasladados a otros lugares del Imperio austrohúngaro, pero siempre regresaron a su pueblo natal. Sin embargo, después de la Segunda Guerra Mundial, el rebaño de caballos de Lipizza fue repartido: una mitad de ellos fue trasladada a Italia, la otra mitad a Austria, y sólo después de muchos esfuerzos, las autoridades angloamericanas (bajo cuya autoridad se encontraba Lipizza entonces) devolvieron tan sólo once caballos lipizzanos a Lipizza, que entonces pertenecía a Yugoslavia. La yeguada lipizzana, que antes poseía más de 300 caballos, tuvo que empezar de nuevo.

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