El término «SEMITA» se refiere a aquellas personas cuya lengua materna es una lengua semita.
El término se empleó originalmente en
el ámbito lingüístico para referirse a una gran familia de
lenguas originarias del Próximo y Medio Oriente y que actualmente se conocen como
lenguas semíticas.
Pese a carecer de toda base étnica, y al igual que
sucedió con el término ario, la voz «semita»
durante el siglo XIX transfirió su sentido lingüístico original a uno
nuevo, pseudocientífico y de corte racial.
Con el fin de la Segunda
Guerra Mundial, el segundo sentido del término ha quedado en desuso.
El término «semita» hace referencia a los pueblos citados
en la Biblia,
descendientes de Sem, primer hijo de Noé, en referencia a que Jafet era el hijo del medio y Cam el menor. En el libro del Génesis, el primero de la Biblia
se encuentra la narración del Diluvio
universal y en ella
está la «tabla de los pueblos», donde se hace referencia a la genealogía de los semitas. Los antiguos pueblos
de habla semítica incluyen a los habitantes de Aram, Asiria, Babilonia, Siria, Canaán, incluidos los hebreos
y Fenicia.
El término fue propuesto inicialmente
por August Ludwig von Schlözer en el Repertorium
de Eichhorn, para referirse a las lenguas
emparentadas con el hebreo.
En la Enciclopedia católica consta que ya en 1807, «semita» se
había adoptado como término étnico. Por extensión, «semita» se empezó a
utilizar para designar a los pueblos hablantes de las lenguas semíticas y sus
realizaciones culturales.
En lingüística y etnología,
el término «semita» se usa para referirse a una familia lingüística de origen predominantemente medio-oriental,
ahora llamada lenguas semíticas. Esta familia lingüística
incluye las formas antiguas y modernas del acadio,
el amhárico,
el árabe,
el arameo,
el fenicio,
el ge'ez,
el hebreo,
el maltés,
el yehén y el tigriña.
Los pueblos de lengua semita estaban
constituidos por un conjunto heterogéneo de pueblos y etnias, todos ellos
pertenecientes a la antigua familia lingüística semita. La acepción racial de «semita» es hoy considerada pseudocientífica,
y su uso es desaconsejado. La relación entre los pueblos semitas se debe
exclusivamente a su origen lingüístico y cultural, por lo que el uso de
«semita» se debe circunscribir a estos ámbitos. Es, pues, impropio hablar de
razas indoeuropeas o de «razas» semitas, sino que debe
hablarse de pueblos que hablaron alguna de estas lenguas.
Es especialmente en la clasificación propia de la lingüística y al considerarse las familias de lenguas, donde se determinan
regiones con grupos que hablan las diferentes lenguas, entre las que también
existen las lenguas semíticas.
A finales del siglo XIX se acuñó el neologismo antisemitismo en panfletos que exhortaban a la
hostilidad ideológica y racial contra los judíos.
Ese ha sido y sigue siendo el significado exclusivo del término, es decir,
aplicado exclusivamente a los judíos y no a otros pueblos con lenguas semíticas,
como los árabes. Sin embargo, al decaer la ficticia teoría racial en la que se sustentaba el término
cuando fue creado, y dado que las actitudes antijudías actuales neo
antisemitismo se basan en unos supuestos distintos a los de la época
del caso Dreyfus o del racismo de Estado de los nazis y, sobre todo, con el fin de evitar
confusiones en referencia a otros pueblos que hablan lenguas semíticas,
últimamente se prefiere el uso de términos equivalentes no ambiguos, como judeofobia o antijudío, reservando antisemitismo para su uso en referencias históricas
a las ideologías antijudías de la segunda mitad del siglo XIX y la primera
mitad del siglo XX.
No hay comentarios:
Publicar un comentario