ORFEO es
un personaje de la mitología griega.
Según los relatos, cuando tocaba su lira, los hombres se reunían para oírlo y hacer descansar sus
almas. Así enamoró a la bella Eurídice y logró dormir al terrible Cerbero cuando bajó al inframundo a
intentar resucitarla. Orfeo era de origen tracio; en su honor se desarrollaron los Misterios Órficos, rituales de contenido poco conocido.
No hacen mención de Orfeo ni Homero ni Hesíodo,
pero era conocido en la época de Ibico, y Píndaro
se refiere a él como «el padre de los cantos».
Desde el siglo
VI a. C. en
adelante fue considerado como uno de los principales poetas y músicos de la Antigüedad, el inventor de la cítara y quien añadió dos cuerdas a la lira: antes, la lira tenía siete cuerdas;
la lira de Orfeo, nueve, en honor a las nueve musas. Con su música, Orfeo era capaz no sólo
de calmar a las bestias salvajes, sino incluso de mover árboles y rocas y
detener el curso de los ríos. Como músico célebre, fue con los Argonautas en busca del vellocino de
oro. Se le supone como uno de los pioneros de la civilización,
habiendo enseñado a la humanidad las artes de la medicina, la escritura y la
agricultura. En su aspecto más conectado con la vida religiosa, fue augur y
profeta. Practicó las artes de la magia, en especial la astrología.
Fundó o hizo accesibles muchos cultos importantes, como los de Apolo y Dionisos;
instituyó ritos místicos, tanto públicos como privados; prescribió rituales
iniciatorios y de purificación. Se dice que visitó Egipto y que allí se familiarizó con los
escritos de Moisés,
y con la doctrina de una vida futura.
De acuerdo con la tradición
más conocida, Eagro, rey de Tracia, y la musa Calíope fueron los progenitores de Orfeo así como de Marsias,
Ialemo y Lino. Otras versiones afirman que su madre es Clío. Según otras fuentes, su padre no era Eagro, sino Apolo. Esto
último es más coherente con la devoción de Orfeo por este dios, que es el dios
de la música. Orfeo aprendió la música de Lino o
de Apolo, que fue también su amante, y quien le entregó su propia lira fabricada
por Hermes con el caparazón de
una tortuga, como un presente de amor.
A pesar de su origen
tracio, Orfeo se unió a la expedición de los Argonautas, cuyo jefe, Jasón,
había sido informado por Quirón de que sólo con la ayuda de Orfeo se podría
pasar indemne a través de las Sirenas. Las Sirenas vivían en tres pequeñas
islas rocosas llamadas Sirenum scopuli y cantaban hermosas canciones que
atraían a los marineros hacia ellas. Entonces los devoraban. Cuando Orfeo oyó
sus voces, sacó su lira y tocó su música, que era más bella que la de ellas,
tapándola y ahogándola. De este modo consiguieron atravesar la zona sanos y
salvos.
La historia más conocida sobre Orfeo
es la que se refiere a su esposa Eurídice,
que a veces es conocida como Agriope. Algunas versiones cuentan de Eurídice que
murió al ser mordida por una serpiente
mientras huía de Aristeo;
otras, que el hecho fatal ocurrió mientras paseaba con Orfeo.
En las orillas del río Estrimón,
Orfeo se lamentaba amargamente por la pérdida de Eurídice.
Consternado, Orfeo tocó canciones tan tristes y cantó tan lastimeramente que
todas las ninfas y todos los dioses lloraron y le
aconsejaron que descendiera al inframundo (catábasis)
en busca de su amada. Camino de las profundidades del inframundo, Orfeo tuvo
que sortear muchos peligros; empleando su música, hizo detenerse los tormentos
del inframundo por primera y única vez, y, llegado el momento, ablandó los
corazones de Hades y Perséfone,
que permitieron a Eurídice que volviera con Orfeo al mundo de los
vivos, pero con la condición de que él caminase delante de ella y no mirase
atrás hasta que hubieran alcanzado el mundo superior y los rayos de sol bañasen
a la mujer.
A pesar de sus ansias, Orfeo no volvió
la cabeza en todo el trayecto: ni siquiera se volvía para asegurarse de que
Eurídice estuviera bien cuando pasaban junto a un demonio o corrían algún otro
peligro. Orfeo y Eurídice llegaron finalmente a la superficie. Entonces, ya por
la desesperación, Orfeo volvió la cabeza para ver a su amada; pero ella todavía
no había sido completamente bañada por el sol, y aún tenía un pie en el camino
del inframundo, así que se desvaneció en el aire, y esa vez para siempre.
Según relata Platón,
los dioses del infierno sólo presentaron a Orfeo una aparición de Eurídice. No
le entregaron a su amante porque les parecía que se mostraba cobarde, como buen citaredo,
y no había tenido el arrojo de morir por amor, sino que había buscado el medio
de penetrar con vida en el Hades.
Según cuenta Ovidio, Orfeo
intentó regresar al inframundo, pero Caronte le
negó el paso por el río Leteo, así que Orfeo se
retiró a los montes Ródope y Hemo,
donde permaneció tres años evitando la unión amorosa con cualquier mujer, a
pesar de que se le ofrecieron muchas ninfas. Los tracios decían
que en ese momento inventó la pederastia.
Orfeo seguía cantando y tocando la lira, lo que provocó que los árboles se
conmovieran. En esos montes, fue
visto por las Bacantes tracias,
también conocidas como las Ménades, que se sintieron despreciadas por él.
Apresaron a los animales que lo acompañaban y a él lo apedrearon, lo
despedazaron y esparcieron sus miembros. Su cabeza y su lira fueron arrojadas
al río Hebro; esos restos fueron a parar al mar, y,
cerca de la isla de Lesbos, una
serpiente quiso comerse la cabeza de Orfeo, pero Apolo la transformó en roca. Por su parte, Dioniso castigó a las Bacantes convirtiéndolas
en árboles. Mientras, el alma de Orfeo encontró a la de Eurídice en el
inframundo, y desde ese momento son inseparables.
En otra versión, que fue recogida por Eratóstenes y que se remonta a la obra perdida de Esquilo Las
basárides, Orfeo, al final de su vida, desdeñó el culto a Dioniso, del
que antes presidía los misterios. En cambio, consideró a Helios, a quien
llamó Apolo, como el principal
dios. Por ello, mientras Orfeo se encontraba en el monte Pangeo esperando la salida del sol, Dioniso
envió a las Ménades para que lo despedazaran. Pero unas ninfas reunieron sus pedazos y los enterraron
en un lugar llamado Libetros,
cerca del monte Olimpo.
Mientras, la lira fue colocada por Zeus entre las constelaciones.
Otras versiones, recogidas por Pausanias, señalaban que Orfeo obligaba a
los maridos de las mujeres de Tracia a que lo siguieran en sus viajes. Por eso
lo mataron mientras estaban embriagadas de vino, y por ello se estableció la
costumbre de que los hombres salieran a combatir tras haber bebido. También se
contaba que a Orfeo lo había matado un rayo enviado por Zeus en castigo por
haber enseñado a los hombres misterios inauditos. Otros contaban que, subiendo
del averno, Orfeo se había vuelto para ver si lo seguía Eurídice, y al no
verla, se suicidó. Los tracios decían que los ruiseñores que más alto y mejor cantaban eran los
que anidaban en la tumba de Orfeo.
Por su parte, Higinio recoge otras dos tradiciones. Calíope,
madre de Orfeo, había participado como juez en la disputa entre Afrodita y Perséfone por la posesión de Adonis.
Afrodita, al no satisfacerle el veredicto, hizo que todas las mujeres tracias
se enamoraran de Orfeo hasta tal punto que llegaran a despedazarlo. Otros
contaban que la causa había sido que Orfeo había sido el primero en mantener
relaciones amorosas con hombres, lo que había supuesto una ofensa para las
mujeres.
Según Platón, los dioses impusieron a
Orfeo el castigo de morir a manos de mujeres por no haber tenido el arrojo de
morir por amor como Alcestis,
hija de Pelias, que
había muerto en lugar de su marido Admeto.
La tradición que sostenía que los
restos de Orfeo habían estado en un principio en Libetros recogía la leyenda de
que un oráculo de Dioniso
había dicho que cuando el sol viera los restos de Orfeo la ciudad de Libetros
sería destruida por ataque de jabalí.
Pues bien: un pastor se acostó junto al sepulcro de Orfeo, empezó a cantar
versos de éste entre sueños y unos agricultores y otros pastores se reunieron
para oír el canto, se empezaron a pelear por estar más cerca del cantor y
acabaron rompiendo la columna y la urna que contenía los restos, que quedaron
expuestos al sol. La noche siguiente llovió mucho, y el río Sys "Jabalí", que bajaba del monte Olimpo,
arrasó la ciudad y murieron todos sus habitantes y sus animales. Después, los
restos de Orfeo fueron trasladados a Díon.
Decía la tradición que los restos
mortales de Orfeo estaban encima de una columna situada en el camino que iba
desde la ciudad de Díon hasta el monte Helicón,
en Pieria. También
hay un río llamado Helicón que desaparecía bajo tierra y luego
volvía a aparecer. Decía del río la tradición que antaño discurría por la
superficie, y que después se había escondido bajo tierra para evitar que las
que habían matado a Orfeo pudieran purificarse en sus aguas.
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