El HARA-KIRI o harakiri. «Corte del vientre» es el suicidio ritual japonés por desentrañamiento, si bien en el idioma
japonés se prefiere el
término, puesto que la palabra harakiri se considera vulgar. La diferencia entre seppuku y harakiri está en la lectura y el orden de los kanjis.
El seppuku era una práctica común
entre los samuráis,
que consideraban su vida como una entrega al honor de morir gloriosamente,
rechazando cualquier tipo de muerte natural. Por eso, antes de ver su vida
deshonrada por un delito o falta, recurrían con este acto a darse muerte.
La práctica de seguir al amo en la muerte por medio del harakiri es conocida como oibara o tsuifuku
Las palabras harakiri "vientre"+"cortar" y seppuku se
escriben con los mismos caracteres,
aunque con distinto orden y distinta lectura: harakiri utiliza
la lectura kun original
japonesa y seppuku la lectura on de
origen chino. Ocurre algo similar con los términos oibara "seguir"+"vientre" y tsuifuku, aunque en este caso el orden de los caracteres es el mismo.
El seppuku era una parte clave del bushidō,
el código de los guerreros samurái.
El acto podía ser voluntario, usado por los guerreros para evitar caer en manos
del enemigo o para expiar un fallo al código del honor, u obligatorio, por
mandato de un señor feudal daimyō, shōgun o tribunal en caso de que un samurái
cometiera un delito de asesinato, robo, corrupción, etc. En tal caso, lo
habitual era poner al acusado bajo la custodia de un daimyō de confianza, concediéndosele un plazo
para la consumación del seppuku. De no producirse, el reo era automáticamente
ejecutado. Lo normal era que se efectuase el seppuku a su debido tiempo, ya que
la familia de un ejecutado heredaba su deshonor y era despojada del patrimonio
a su cargo, lo que significaba perder la pertenencia a la casta samurái y
prácticamente morir de hambre en muchos casos.
Previamente a ejecutar el seppuku, se
bebía sake y se componía un último poema de
despedida llamado zeppitsu o yuigon, casi siempre sobre el dorso del tessen o abanico de guerra. En el fatídico
momento, el practicante se situaba de rodillas en la posición seiza,
se abría el kimono —habitualmente de color blanco, que aún hoy sólo visten los
cadáveres—, se metía las mangas del kimono bajo las rodillas —para impedir que
su cuerpo cayera indecorosamente hacia atrás al sobrevenirle la muerte—,
envolvía cuidadosamente la hoja deltantō, daga de unos 20-30 cm en papel de
arroz —puesto que morir con las manos cubiertas de sangre era considerado
deshonroso—, y procedía a clavarse la daga en el abdomen.
El ritual completo consistía en
clavarse el tantō por el lado izquierdo con el filo hacia
la derecha, cortar hacia la derecha firmemente y volver al centro para terminar
con un corte vertical hasta casi el esternón.
Pero, naturalmente, esto resultaba demasiado doloroso y al mismo tiempo
desagradable para el público. Fácilmente podía resultar en la salida de parte
del paquete intestinal que se desparramaría por el suelo. Además el samurái no
moría al instante, sino que sufría una agonía de varias horas. Puesto que ni el
practicante de seppuku quería sufrir tanto, ni al público le apetecía
contemplar ese macabro espectáculo, se ponía a disposición del practicante un
ayudante en el suicidio, kaishaku en japonés. Este kaishaku era a menudo seleccionado para tal fin
por el propio condenado. Numerosas veces era un amigo o un familiar. Su misión
era permanecer de pie al lado del practicante y decapitarlo en el momento
apropiado. Ese momento solía ser establecido de antemano a voluntad del
suicida. Lo más habitual era acordar una señal que tendría que dar el que se
disponía a morir, tras la cual el ayudante actuaba con rapidez mortal.
En la mayoría de los casos, los
ejecutantes no llegaban a clavarse el tantō y el simple ademán de empuñar la daga
y acercársela constituía la señal para el kaishaku. Algunos samuráis
cuantificaban el valor de los practicantes del seppuku según lo lejos que
habían llegado en la práctica del ritual antes de que el ayudante procediera a
la decapitación, siendo considerados de excepcional valor los que llegaban a
practicarse el corte vertical hacia el esternón.
Las mujeres nobles podían enfrentarse
al suicidio por multitud de causas: para no caer en manos del enemigo, para
seguir en la muerte a su marido o señor, al recibir la orden de suicidarse,
etc.
Técnicamente, el suicidio de una mujer
no se considera harakiri o seppuku, sino «suicidio» a secas, jigai
en japonés, en oposición al término habitual para la palabra, jisatsu.
La principal diferencia con el seppuku
es que, en lugar de abrirse el abdomen, en el jigai se practicaba un corte en
el cuello, seccionándose la arteria carótida con una daga con hoja de doble
filo llamada kaiken. Previamente, la mujer debía
atarse con una cuerda los tobillos, muslos o rodillas, para no padecer la
deshonra de morir con las piernas abiertas al caer.
El harakiri o seppuku forma parte imprescindible de la
historia de los 47 rōnin.
Suceso real a principios del período Edo,
que posteriormente fue narrado en la obra literaria medieval más importante de Japón,
e inmortalizada mediante el kabuki. La
trama de la historia es la siguiente:
Dos daimyō,
'señores feudales', llamados Asano Takuminokami Naganori y Kira Kozukenosuke
Yoshinaka se encontraban en la corte del shōgun y surgió una discusión, en la que Kira
insultó a Asano, el cual desenvainó suwakizashi e hirió a Kira en la frente. Debido a
que estaba prohibido desenfundar armas en la «gran casa» delshōgun, Asano fue condenado a cometer
harakiri. Además, por tratarse de un delito muy grave, toda su familia fue
expulsada de sus tierras. Sus criados se quedaron sin trabajo. Entre ellos,
numerosos samuráis se convirtieron en rōnin,
'guerreros sin señor'.
Este incidente fue considerado como
una grave ofensa y por lo tanto se reunieron a deliberar si debían vengar a su
amo matando a Kira. De todos los guerreros empleados del clan Asano, sólo se
comprometieron a colaborar en la venganza unos 60, firmando con su sangre un
documento. El resto se dispersó. Muchos de los guerreros que se habían comprometido,
flaquearon y abandonaron su causa. Al final, tras dos años de muchas penurias,
consiguieron completar los preparativos de la venganza. Una noche de diciembre,
mientras caía una intensa nevada, los 47 rōnin restantes asaltaron la mansión de Kira
y le ofrecieron cometer harakiri con la misma hoja que había usado su amo. Al
negarse, fue decapitado, tras lo cual recogieron la cabeza y se dirigieron a
ofrecerla en la tumba de su amo, que había sido enterrado en el templo budista Sengakuji.
Por este acto, los 47 rōnin fueron condenados por el shōgun a cometer harakiri como forma de
restablecer su honor —debido al delito de asesinar a un daimyō—
y fueron enterrados en el templo de Sengakuji junto a la tumba de su amo.
Se puede decir que, en realidad,
quienes cometieron harakiri fueron 46 rōnin, ya que al matar a Kira, uno de
ellos Terasaka Kichiemon regresó
a su pueblo mandado por Oishi a
contar lo sucedido a los familiares y se libró de la ejecución, muriendo años
después de viejo. A su muerte, su cadáver fue trasladado al templo Sengakuji en Tokio y enterrado con sus compañeros.
Hay que tener en cuenta que estos
samuráis pasaron dos años planificando la venganza de su amo, haciéndose pasar
por borrachos, vagos, vagabundos e inclusive locos, rodeándose de lo que era
peor visto por la sociedad puesto que, tras la muerte de su señor, el shōgun mandó que se les vigilase para evitar
algún atentado a la vida de Kira. Tomando los guerreros esta actitud pretendían
engañar a quienes les vigilaban.
Después de esos dos años, los enviados
del shōgun reportaron
lo sucedido y la vigilancia fue retirada, siendo esta la oportunidad que los rōnin esperaban para vengar a su daimyō,
como previamente se menciona.
Esta historia fue llevada al cine en
1962 por el director Hiroshi
Inagaki con la
actuación del actor Toshiro
Mifune. En el año 2013 la productora Universal
Pictures la adaptó de
una forma mas 'libre' dirigida por el director Carl Erik Rinsch bajo el nombre
de La Leyenda del samurái, 47 ronin.
Si bien en Japón el seppuku fue
oficialmente prohibido en 1873 como pena judicial, su práctica real
no ha desaparecido por completo. Existen docenas de casos documentados de
personas que han realizado seppuku voluntariamente desde entonces, incluyendo
el caso en 1895 de varios militares que lo efectuaron como protesta por la
devolución de un territorio conquistado a China; es el caso del
general Maresuke Nogi, educador
del emperador Hirohito,
y su esposa a la muerte del emperador Meiji en 1912, y el de muchos
soldados que prefirieron morir antes que aceptar la rendición tras la Segunda Guerra Mundial.
El 25 de abril de 1911, el famoso escritor
italiano Emilio
Salgari se quitó la
vida en Turín practicando esta técnica con un yatagán.
En 1970, el famoso escritor Yukio Mishima y uno de sus seguidores realizaron un
seppuku semipúblico como protesta por la miseria moral y la degradación que
suponía el haber abandonado las antiguas virtudes japonesas y haber adoptado el
modo de vida occidental. Mishima lo realizó en el despacho del General
Kanetoshi Mashita, tras haberse dirigido a las tropas del cuartel para que se
les unieran en el acto de protesta. Su kaishakunin,
un hombre de 25 años llamado Masakatsu Morita, intentó tres veces decapitarlo
sin éxito. Finalmente, fue Hiroyasu Koga quien realizó la decapitación.
Posteriormente, Morita procedió a efectuar su propio harakiri, en
arrepentimiento por no haber sido capaz de asistir al de Mishima. Aunque sus
cortes no fueron lo suficientemente profundos para ser mortales, hizo una señal
a Koga para que también lo decapitase.
No hay comentarios:
Publicar un comentario