miércoles, 3 de diciembre de 2014

CATACUMBAS



Las CATACUMBAS son unas galerías subterráneas que algunas civilizaciones mediterráneas antiguas construyeron y utilizaron como lugar de enterramiento. Las más conocidas y las mejor estudiadas son las catacumbas de la ciudad de Roma. También son conocidas las catacumbas de París, aunque su origen es muy distinto.

Desde un punto de vista etimológico, el origen de la palabra catacumba es incierto. Algunas fuentes creen que viene del griego hacia abajo, y túmulo; o también de κατά hacia abajo y κυμβή penetración. Otras dicen que viene del latín cumbo, de un verbo que combinado con las partículas ad, cum y de, significa yacer, o estar acostado, de ahí que catacumba signifique "lugar donde se está acostado". Su traducción literal es "agujero", nombre de un distrito periférico de Roma, en cuyas proximidades había un cementerio subterráneo, donde en el siglo III, se trasladaron provisionalmente los cuerpos de San Pedro y San Pablo. En castellano es un término que empezó a utilizarse en el siglo XVIII.

Las catacumbas son subterráneos excavados en el suelo para organizar cementerios y salas de bailes para dar culto a los dioses de los muertos de los paganos, judíos y primeros cristianos en la Roma del siglo II. Se empezó a llamar con este nombre a la cripta del cementerio de San Calixto; se llamó ad catacumbas, y en la Edad Media, por extensión, aplicaron el nombre al conjunto de enterramientos hechos en el subsuelo del campo romano que formaba alrededor de la ciudad una inmensa necrópolis. También se llamó a las catacumbas Roma subterránea. Estos subterráneos fueron lugar de culto, además de enterramiento y en época de persecuciones, lugar de protección y escondite, ya que estaban protegidos por una ley que prohibía la entrada a los perseguidores. Era como un derecho de asilo, pues el derecho romano tenía por sagrada e inviolable cualquier sepultura, con independencia del credo religioso del fallecido. Se supone que las catacumbas como enterramiento fueron construidas antes de la muerte de San Pedro.

Según teorías del siglo XVIII el origen de las catacumbas eran excavaciones que habían creado los romanos en el subsuelo de la ciudad para extraer arenas y materiales de construcción. Cuando se agotaban o se abandonaban estas canteras, los cristianos las aprovechaban como cementerios añadiéndoles nuevos túneles. Sin embargo esta teoría ha ido siendo abandonada al realizarse nuevas investigaciones.

En el siglo XIX los científicos lo pusieron en duda y comenzaron a desarrollarse grandes y serios estudios al respecto. La iniciativa de estos estudios se debió al padre jesuita Marchi; al cabo del tiempo la hipótesis de los arenales se fue abandonando y se tuvo definitivamente la certeza de que las catacumbas son obra de cristianos con la finalidad de enterramiento. Dos argumentos importantes dieron fin a la controversia:
La naturaleza del terreno, en su mayoría roca, era poco apta para la construcción.
Las formas arquitectónicas de la obra no pueden ser concebidas para otra cosa que no sea enterramientos.
El conocimiento que se tenía de antiguos areneros nada tenía que ver con estas excavaciones, no son nunca rectilíneos o verticales, además de que necesitan mucho espacio, pasajes amplios para maniobrar con las carretas y las bestias.
Las catacumbas por el contrario tienen corredores estrechos, rectilíneos, con excepciones como las catacumbas de San Sebastián, en Roma. Excavadas en toba calcárea, su trazado evitaba las zonas de mayor dureza en la roca y paredes verticales especialmente diseñadas para los nichos.

Pero, el descubrimiento de catacumbas judías anteriores a las cristianas, en Villa Torlonia y en Villa Randanini, indica que, al menos desde 50 años antes de Cristo, la comunidad de los judíos romanos ya enterraba a sus muertos en catacumbas. De hecho queda mucho por estudiar sobre el papel que los judíos de Roma desempeñaron en la propagación del cristianismo en la ciudad y, en particular, en el origen de las catacumbas cristianas.

Por lo general el espacio consta de diversos núcleos, dispuestos en pisos, casi siempre excavados en distintas épocas. Cada piso tenía su entrada propia hasta que con el tiempo se fueron comunicando hasta quedar reunidos.

En las catacumbas podemos distinguir varias partes: un trazado laberíntico de galerías denominado "criptas", las cuales a veces se ensanchan formando una especie de cámaras poligonales llamadas "cubículos", donde se enterraban los muertos por martirio. Es frecuente que estos cubículos estén decorados con pintura mural al fresco.

Las fosas de enterramiento excavadas en las paredes de las catacumbas podían ser de dos tipos: rectangulares, denominadas loculi o semicirculares, llamadas arcosolio.

Al principio las paredes no tenían ningún tipo de ornamentación, sólo tomaron como práctica el fijar en los muros monedas y camafeos y de este modo señalar la fecha. Esta costumbre ha facilitado mucho el estudio y la datación a los arqueólogos. Algunas monedas llevan la efigie de Domiciano (51-96), incluso de emperadores más antiguos como Vespasiano o Nerón. Sólo más tarde y durante los periodos de calma en que no había persecuciones, se fueron llenando las paredes de pinturas.

Entre la gran cantidad de cementerios subterráneos de Roma, unos 60 son conocidos por su nombre. De entre ellos, unos toman los nombres de un santo o de varios que fueron allí sepultados; tal es caso de Santa Inés oSan Pancracio. Otros cementerios conservan el nombre primitivo de las localidades donde se habían establecido, como Ad Ursum Pileatum, Ad Sextum Philippi. Otros tomaron el nombre de los propietarios del terreno debajo del cual se hicieron los enterramientos, o bien el nombre de sus fundadores o de algún personaje que lo amplió. A partir de la época de Constantino muchos de esos cementerios fueron perdiendo poco a poco sus primitivos nombres y se convirtieron en santuarios o lugares consagrados a algún santo importante. De esta manera, la catacumba de Domitila que sería una propietaria, se convirtió en cementerio de los santos Nereo, Aquiles y Petronila. El de Balbina se llamó de San Marcos y el de Calixto fue San Sixto y Santa Cecilia. Siguiendo el estudio de estas denominaciones, los arqueólogos han podido muy bien averiguar las dos fechas cumbres: la de las persecuciones y la del triunfo.

Los enterramientos de las catacumbas pudieron ser excavados de manera legal porque o bien las tierras eran compradas o bien sus propietarios se convirtieron al cristianismo o al menos simpatizaron con los nuevos cristianos. Las matronas romanas, mujeres muy piadosas, dieron buen ejemplo de generosidad ofreciendo parte de sus tierras. Testimonio de este hecho son los numerosos nombres dados a los cementerios: Priscila, que era la madre del senador Pudens dio lugar a la catacumba de santa Priscila, un vasto cementerio sobre la vía Salaria. Ella misma fue enterrada en este sitio. Luciana, Justa y muchas otras, cuyas propiedades están muy bien documentadas.

Las catacumbas son por encima de todo, cementerios. Las múltiples galerías o corredores que se multiplican en todas ellas no son sólo para acceder de un lugar a otro sino que están destinados a ser ellos mismos un cementerio. Sus paredes están repletas de nichos donde se disponen los cuerpos en horizontal por niveles. En algunas hay hasta 12 niveles y en otras tan sólo 3. Todo depende de la altura de la galería construida además de la solidez de la roca. Los corredores son largos y estrechos, tan estrechos que malamente pueden caber dos personas que se crucen. Se cortan los unos a los otros de mil maneras y el resultado es un verdadero laberinto que puede llegar a ser peligroso si no hay un guía conductor.
Servían las catacumbas también como lugar de culto en determinadas ocasiones. En tiempos difíciles y de persecuciones, aquí se refugiaba la comunidad cristiana para llevar a cabo los misterios religiosos. Por eso se encuentran en infinitud de lugares verdaderas criptas o iglesias en las que se recibían los sacramentos o se escuchaban sermones. En este caso, dichas iglesias constaban de dos estancias, destinadas cada una a cada sexo. Algunas son bastante grandes y en el centro se encuentra el altar y al fondo del presbiterio, la silla episcopal. Las pequeñas tienen como altar un arcosolio en el fondo; éstas no recibían comúnmente la afluencia de fieles, tan sólo en los aniversarios de los mártires que en ellas se veneraban. Las paredes y bóvedas estaban revestidas de estuco y sobre el estuco, las pinturas.

En algunos casos tenían luz solar que entraba por una abertura que daba al campo y que servía también para introducir los cadáveres. Pero estas aberturas no eran muy frecuentes; lo común era que la iluminación se diese por medio de las lámparas de bronce suspendidas de la bóveda por unas cadenas. Las galerías también tenían su iluminación con unas lámparas de arcilla que se ponían en los entrantes de los propios nichos. Hoy, todavía, se pueden apreciar las manchas de humo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario