FLAVIO
JOSEFO, Historiador judío. Miembro del partido de los fariseos,
descendía de una antigua familia de sacerdotes. En el año 64 se vio implicado
en Roma en el proceso contra los judíos deportados por orden del procurador
Félix. Salió con bien del proceso gracias al apoyo de Popea, esposa de Nerón.
Al iniciarse la guerra contra Roma organizó la administración y la defensa de
Galilea, pero tuvo que capitular en el 67 y fue conducido ante Vespasiano,
quien le concedió el perdón al predecirle Josefo que se convertiría en
emperador de Roma. Cumplida la profecía, Josefo pasó a ser Flavio Josefo y se
instaló en Roma, donde gozó del beneficio de una pensión imperial. Escribió en
lengua griega La guerra de los judíos, Antigüedades judaicas y Contra Apión, tratado contra el antisemitismo grecorromano.
Nacido en el seno de una distinguida
familia, su padre pertenecía a la aristocracia sacerdotal de Jerusalén; su
madre pretendía descender de la casa real de los Asmoneos. Recibió la
acostumbrada instrucción que las familias sacerdotales daban a sus hijos, hasta
el punto de poder afirmarse que poseía una vasta cultura en todo el saber
hebraico en su triple expresión farisea, saducea y esenia. Pasó, al parecer,
algún tiempo en el desierto con los esenios, volviendo, sin embargo, a seguir
la regla de los fariseos y a ejercer las funciones sacerdotales después de
regresar a Jerusalén. A los veintiséis años marchó a Roma para obtener la
liberación de algunos sacerdotes que habían sido enviados allí prisioneros por
el gobernador romano Félix, liberación que obtuvo mediante la protección de
Popea, esposa del emperador Nerón.
Vuelto
a Jerusalén en el año 65, encontró el país en plena revuelta. La impresión
general era que la guerra contra Roma se había hecho inevitable. El Sanedrín se
había transformado en un Consejo de guerra y había dividido el país en siete
distritos militares, uno de los cuales, el de Galilea, fue puesto bajo el
gobierno de Josefo. Constituye un misterio el hecho de que fuera elevado a tan
alto cargo; su falta de condiciones militares y su admiración por Roma deberían
de haberlo hecho poco apto para tan delicada misión a los ojos del Sanedrín.
Ante el avance sangriento del ejército
del general Tito Flavio Vespasiano, Josefo pareció convencerse de que la
partida estaba perdida y se preparó para rendir las armas ante la abrumadora
potencia mundial de Roma. Retirado a la fortaleza de Jotapata, se vio obligado
por sus compañeros a resistir hasta el último extremo y a jurar que se daría
muerte antes de caer en manos de los enemigos. Fue uno de los únicos
supervivientes del verano del 67, y se rindió a Vespasiano prediciéndole su subida al trono
imperial "sobre la tierra, sobre el mar y sobre toda la humanidad".
Obtuvo con ello la gracia del general Vespasiano, que lo llevó a Roma como
esclavo de guerra y en el 69, cuando fue nombrado emperador, lo liberó.
Flavio
Josefo se unió al séquito del hijo del emperador y presenció la conquista de
Jerusalén y la destrucción de la Ciudad Santa y su templo. Regresó a Roma,
formó parte del desfile triunfal, y en reconocimiento a sus servicios le fue
concedida la ciudadanía romana, una renta anual y tierras en Judea. Manteniendo
su posición de privilegio en Roma, no se dio por aludido frente a las
acusaciones de traidor que le hicieron sus compatriotas judíos, y se dedicó
hasta su muerte al trabajo literario.
Sus libros más conocidos son los siete
tomos de La guerra de los judíos, inicialmente
escritos en arameo, y los veinte de Antigüedades judaicas,
compuestos en lengua griega, donde pese a su colaboracionismo con los romanos
intentó erigirse en historiador del pueblo judío relatando la historia de los
hebreos desde sus orígenes, con muchos afeites literarios y mucha retórica, y
dejando traslucir cierta veneración por el pueblo hebreo.
La
guerra de los judíos relata las campañas de Vespasiano y
Tito contra los judíos, que finalizaron con la destrucción de Jerusalén 71 d.
de C. Los siete libros que la componen están llenos de elogios al conquistador
y de acusaciones contra los judíos fanáticos e irresponsables, que habían
provocado la catástrofe nacional. El primer libro y parte del segundo, de
manera algo desigual y tomando de varias fuentes, resumen la historia judía
desde los Macabeos hasta que estalló aquella guerra. El relato de la guerra
está fundado en el conocimiento directo del autor, desde el alto cargo que
había desempeñado en la misma. Ya por incapacidad, ya por indecisión, Josefo se
había enajenado el ánimo de sus hombres y no había podido oponerse seriamente a
Vespasiano, quien le tuvo asediado en Jotapata. Tras rendirse fue conducido
ante Vespasiano, y, tomando una actitud de profeta, predijo al general romano
su próxima proclamación como emperador; ello le valió un trato más blando y,
cuando la profecía se realizó, la liberación.
Todo
esto es narrado con minuciosidad por Josefo, en cuyo relato predomina el
intento de defender a los judíos; quiere demostrar que la guerra fue provocada
sólo por unos cuantos fanáticos, mientras el pueblo y las personas principales
estaban todos por la paz. Así, mientras hacía un buen servicio a los romanos y
a su país, se lo hacía a sí mismo; al encomio de los Flavios y a la defensa
propia acompaña una acerba crítica de sus propios enemigos el primero, entre
éstos, Juan de Giscala, los cuales lo habían declarado traidor.
A pesar
de esta tendenciosidad, la obra tiene mucho valor porque Josefo se valió, al
escribirla entre el 75 y el 79, de las noticias que él mismo había recogido ya
durante la guerra en el campo romano, y de los documentos oficiales; por esto
su información es excelente. La participación del escritor en los hechos, así
como el elemento autobiográfico, dan además a la narración gran vivacidad y
prontitud, al paso que no le faltan los procedimientos que la técnica
historiográfica ofrecía para embellecer el relato discursos, digresiones,
descripciones, etc.
La
guerra de los judíos agradó tanto a Tito que él mismo
ordenó su publicación. El favor que todos habían demostrado por aquel libro,
especialmente Vespasiano y Tito, animó a Josefo, convertido ya en escritor
admirado y celebrado en Roma, a proseguir en la misión de dar a conocer a los
romanos y a los griegos la historia de su pueblo. Decidido a erigirse en el
historiador de su patria, comenzó las Antigüedades
judaicas, obra en veinte libros que contiene la historia del pueblo
judío desde la creación del mundo hasta el reinado de Nerón.
El título y el número de los libros
habían de recordar la Arqueología romana de Dionisio de Halicarnaso. Los 10
primeros libros exponen la historia hebraica más antigua hasta Ester bajo la
guía de la Sagrada Escritura según parece, en la traducción de los Setenta. Los
libros siguientes contienen las vicisitudes posteriores en relación con la
historia de los demás pueblos. Las fuentes de Josefo, en cuanto a esta parte,
nos son desconocidas; parece ser que bebió en una obra literaria anterior. Son
especialmente interesantes los documentos que a menudo reproduce, aunque no
directamente sino tomándolos de otras obras. Se señala de modo particular el pasaje
del libro XVIII 3, 3, 63, en el que Flavio Josefo refiere las más antiguas
noticias acerca de Jesús que han
llegado hasta nosotros. Este pasaje se halla en todos los manuscritos, y ya era
conocido en el siglo IV. Con todo, sus particularidades estilísticas y la fe
cristiana, que claramente lo inspira, hacen que se considere una interpolación,
aunque muy antigua.
El
orgullo de Josefo consiste en haber dado a conocer a griegos y romanos la
historia de su pueblo, entonces universalmente despreciado, pero poco a poco
conocido. El sentimiento patriótico induce a veces a Flavio Josefo a callar o
atenuar lo que menos honraba a los hebreos y a explicar los disturbios que
continuamente provocaban como obra de una minoría de fanáticos. En cuanto a la
religión, subraya su excelencia transportando al Dios de los hebreos los
caracteres de la divinidad de los estoicos. Otra tendencia que ofusca el
crédito que podría merecer es la de agradar a los romanos, y particularmente a
sus protectores, los Flavios.
El estilo, que era bastante bueno en
la Guerra
de los judíos escrita
originariamente en arameo y después traducida al griego, es duro y descuidado
en las Antigüedades, tal vez porque le
faltó el pulimento de la forma. La técnica historiográfica es la de su época,
como se podía esperar dada su imitación de Dionisio. De éste hallamos todo el
bagaje formal, discursos directos, descripciones, episodios, sentencias,
comparaciones, figuras retóricas; su aspiración científica se revela en la
motivación psicológica de las acciones de sus personajes. Entre los antiguos
esta obra obtuvo gran difusión, hasta el punto de que Josefo fue llamado el
Livio griego. Actualmente es la única fuente para conocer los grandes rasgos de
la historia judía, y resulta también muy útil para la historia romana.
Flavio Josefo escribió también una
apología de los hebreos, Contra Apión, dos volúmenes
donde defiende la identidad judía de los ataques de Apión, maestro de escuela
alejandrino autor de un libelo antijudío. Josefo lo refuta celebrando la idea
religiosa y moral de los hebreos contra las concepciones y costumbres del
paganismo grecorromano. También se debe a Josefo, por último, una autobiografía
en la que se defendió contra las acusaciones que le había dirigido Justo de
Tiberíades por su conducta durante la guerra.
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