martes, 9 de agosto de 2016

SAPO



El SAPO es un anfibio de gran tamaño, con longitudes de los machos entre 60 y 85 mm y de la hembra entre 70 y 120 mm, que pueden superarlas en ocasiones. Su cuerpo es robusto, con la cabeza proporcionalmente pequeña, algo aplastada, ancha y con un arco supraciliar desarrollado; su hocico es corto y redondeado. Tras los ojos, que tienen la pupila horizontal y el iris rojizo, tiene unos abultamientos que corresponden a las glándulas parotoideas, dispuestas oblicuas entre ellas, alargadas y muy desarrolladas; los tímpanos son poco visibles. Su piel es rugosa y tiene abundantes verrugas por todo el cuerpo, que ocasiones pueden mostrarse coriáceas y espinosas; el patrón de coloración es variable, si bien dominan tonos de fondo pardo o amarillento, y dependiendo de la región pueden ser desde casi completamente negro a pálido o incluso verdoso; el vientre es blanquecino y está salpicado de manchas oscuras.

Las patas anteriores del sapo común son cortas, con 4 dedos y 2 tubérculos en las palmas, y las posteriores más largas, con 5 dedos con membranas interdigitales no muy desarrolladas. Se desplaza generalmente andando, si bien tiene capacidad para el salto. 

No hay muchas diferencias entre machos y hembras, pero la hembra tiene un tamaño muy superior al macho; éstos tienen las patas delanteras más largas y durante el celo muestran unas callosidades oscuras en los tres primeros dedos de las manos y un tubérculo carpiano que le permite agarrar a la hembra durante el apareamiento.

Los sapos se alimentan de escarabajos, hormigos, ciempiés, milpiés, larvas de insectos y lombrices. Los grandes ejemplares de sapo común pueden llegar a comer crías de ratones recién nacidas.

Es una especie versátil, que se puede encontrar en bosques, zonas de labor, alta montaña, siempre que presenten cursos de aguas lentos o calmos con más de 50 cm de profundidad. Aparece desde el nivel del mar a los 2600 m en Sierra Nevada. Su actividad es crepuscular y nocturna, si bien en tiempo lluvioso y de calor suave puede aparecer a pleno día. Durante el día se encuentra bajo piedras, tocones, hojarasca, grietas o madrigueras.

El sapo común entra en celo, dependiendo de la altitud, a mediados de invierno o en primavera, cuando la temperatura media está en torno a los 12ºC. Son fieles con los puntos de agua que utilizan para reproducirse año tras año, realizando intensas migraciones hacia ellos. Los machos son los primeros en llegar y esperan a las hembras en el agua, que llegan unos días después; su canto es apagado al no tener saco bucal. Hay muchos más machos que hembras, por lo que pelean para subirse encima de una de ellas, y en ocasiones puede haber varios machos encima de una hembra, que puede morir por asfixia o ahogamiento; además, es normal encontrar machos apareándose con objetos o individuos muertos. La hembra permanece el tiempo justo del amplexus y después se retira, pero los machos continúan en el agua esperando por más hembras. La puesta es la mayor de los anuros ibéricos, hasta 12000 huevos que la hembra va depositando en cordones de varios metros de longitud, con huevos negros en varias filas que el macho va fecundando; los enredan a plantas o ramas sumergidas o los depositan directamente en el fondo. La eclosión de las larvas se produce a los 5-15 días, dependiendo de la temperatura; miden entonces unos 4 mm, que se dispersan por la charca hacia zonas más superficiales, con más radiación, donde su desarrollo se acelera cada vez más. Las larvas del sapo común son detritívoras y se alimentan de algas, materia vegetal, fitoplancton, etc. A pesar de contener toxinas, dísticos, larvas de libélulas, peces o larvas de salamandra las consumen. Su desarrollo dura entre 2 y 4 meses y al finalizar la metamorfosis aparecen sapos de unos 15 cm de longitud, que abandonan el agua pero permanecen en las cercanías de la charca, alimentándose de pequeños invertebrados. El crecimiento de primer año es rápido, alcanzando el tercero como adultos.

Entre sus depredadores están la culebra de collar Natrix natrix, rapaces, mustélidos, otros anfibios, Reptiles, etc.; existe una mosca, Bufolucilia bufonivora que deposita sus huevos sobre el cuerpo de los sapos, y luego las larvas se introducen en él, devorándolo vivo hasta la muerte. Las toxinas de su piel son potentes y los mamíferos que intenten comérselos pueden sufrir problemas graves, por lo que suelen, como hace la nutria, depellejarlos antes de comerlos; en las glándulas parotoides producen una secreción venenosa amarillenta, y además, se hinchan de aire, levantan las patas traseras y agachan la cabeza, aumentando su volumen y dificultando su ingestión por culebras.

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