El
término «DIENTES DE SABLE» es un término genérico que se usa para
describir a numerosas especies de mamíferos dotados de enormes caninos que vivieron durante diferentes épocas
del Cenozoico.
Estas especies
adquirieron sus característicos dientes de sable de forma totalmente
independiente. La morfología de los dientes es un excelente ejemplo
de evolución convergente, ya que ha ocurrido
repetida e independientemente en por lo menos cuatro grupos diferentes de
mamíferos: los macairodontes (Machairodontinae),
una subfamilia de los félidos que incluye al famoso Smilodon;
los nimrávidos (Nimravidae), una familia emparentada
con los felinos, pero diferente; y finalmente, un par de casos aislados dentro
de los creodontos (que no son considerados carnívoros
auténticos) y los tilacosmílidos,
una familia extinta de metaterios sudamericanos.
El atributo
más espectacular y evidente de todos los mamíferos con dientes de sable son los
inmensos caninos superiores. Aunque el consenso general de acuerdo a su
dentadura es que se usaban para cazar denotando con ello una alimentación carnívora, la forma exacta en la que se usaban ha sido
motivo de debate desde la década de 1880, cuando el Smilodon fue descrito por primera vez.
Algunos
paleontólogos creen que el propósito principal era el de agarrar y sujetar
presas grandes. La evidencia sin embargo no da suficiente respaldo a esta
teoría, ya que se ha demostrado que unos dientes tan largos usados de esa forma
podrían romperse con facilidad, y los cráneos fósiles con los dientes rotos son
raros.
Una
hipótesis más aceptada sugiere que los dientes de sable se usaban para dar
mordiscos en la garganta o el abdomen de presas grandes (Akersten, 1985), o para
causar heridas punzantes profundas que desangrarían al animal.
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