La privación de los genitales externos
masculinos emasculación o evisceración
puede efectuarse de manera parcial o total. La manera parcial es la castración
propiamente dicha, es decir la extirpación por corte o la inutilización por
golpes de los testículos.
Otra manera parcial es la extirpación por corte del pene. La manera total es
cuando se mutila radicalmente, cortando pene y testículos.
Por relación directa, la palabra eunuco puede ser referida a hombres poco
viriles o afeminados, y era una
forma común de denominar a los homosexuales y transexuales durante el Imperio
romano.
Históricamente, el convertido en
eunuco, cambia así a una nueva condición de género social, quiere decir que la
cultura en la que está inmerso el individuo, una vez producida la mutilación
física de sus genitales externos, le asignaba un trato diferenciado.
A pesar que una consecuencia es una
"feminización" que de lo hormonal afecta la distribución lipídica
corporal, biológicamente el macho humano castrado no se convierte en hembra en
el sentido que no se produce cambio genético. En cambio, socioculturalmente, el
eunuco no es ya hombre ni tampoco es mujer, se le considera así de un nuevo
género.
En la especie humana -como en todos
los primates y mamíferos en general- la hembra o mujer tiene principalmente sus
genitales ocultos y protegidos hacia el interior, mientras que en la disposición
anatómica del macho o varón sus genitales principalmente están expuestos y
desprotegidos hacia el exterior, siendo la parte más vulnerable del macho,
expuesto a un dolor excruciante y agónico, siendo posible incluso la muerte del
macho por el intenso dolor provocado por el estallido o aplastamiento de sus
testículos. Por ello en la historia de la humanidad -aunque en un porcentaje
ínfimo- son numerosos los hombres que han perdido accidentalmente sus
genitales. Posibilidad física real que si se concreta es muy probablemente la
experiencia más traumática en la vida de un hombre. El gran miedo a esta
posibilidad ha sido motivo de importantes estudios, en especial psicoanalíticos
desde Sigmund Freud.
Para Freud, el descubrimiento femenino
y masculino del sexo opuesto, produce en las mujeres un sentimiento inicial de
pérdida o carencia, y en los hombres un temor u horror a la pérdida. Es lo que
Freud denomina Complejo de castración.
Enfermedades, accidentes o agresiones,
para cualquier macho mamífero como el hombre mantienen la peligrosa posibilidad
de una castración que los convertiría en eunucos. Entre las enfermedades que
constituyen una grave amenaza, se encuentran el cáncer de testículos, el cáncer
de pene, y algunas enfermedades venéreas entre otras. Entre las agresiones: las
guerras, los celos, accidentes o el sometimiento moral y físico por otro macho
más dominante son los motivos más habituales de la castración involuntaria.
Otro caso distinto sería la castración
voluntaria. Aparte de los deseos de ser castrado, muy frecuente en los hombres
pero pocas veces ejecutado, existe el caso más frecuente de castración por
orden médica. El caso más habitual es el de hombres de cierta edad que padecen
o tienen riesgo de padecer cáncer de próstata. La testosterona -hormona
segregada por los testículos- puede disparar y acelerar este cáncer, por lo
que, si el médico considera que el hombre ya no va a necesitar sus testículos
para reproducirse, o que dicha función reproductora no vale más que la vida del
paciente, puede prescribir la castración del paciente, incluso contra la
voluntad de éste. Sólo en Estados Unidos se calcula que cada año unos 300.000
hombres son castrados por sus médicos como tratamiento del cáncer de próstata.
En la historia humana -aunque en otro
porcentaje ínfimo- no dejan de ser numerosos los hombres que han perdido sus
genitales en manos -literalmente- de otros hombres, en actos violentos como la
guerra por ejemplo.
En la Grecia antigua eran muy temidas
las Amazonas, un pueblo de feroces guerreras con
una sociedad matriarcal, que según algunas versiones de la leyenda mataban o
mutilaban hombres cuando no los necesitaban para la reproducción.
Son famosas las costumbres
institucionalizadas de convertir hombres en eunucos que en etapas de su
historia se practicaban en los imperios babilonio, chino, persa, bizantino,
árabe y turco. En estos casos, los hombres socioeconómicamente acomodados del
país, encomendaban a los eunucos especialmente el cuidado de las mujeres del harén.
Algunos eunucos llegaron a ser importantes funcionarios y alcanzar una
considerable influencia política, los más hábiles incluso se las ingeniaban
para decidir políticas de Estado que afectaban las relaciones internacionales
con los países vecinos. En estos países hubo eunucos que alcanzaron en lo
social mucha fama, en lo económico muchas riquezas, y en lo político mucho
poder.
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