COSMOGONÍA es una narración mítica que pretende
dar respuesta al origen del Universo y de la propia humanidad.
Generalmente, en ella se nos remonta a
un momento de preexistencia o de caos originario, en el cual el mundo no
estaba formado, pues los elementos que habían de constituirlo se hallaban en
desorden; en este sentido, el relato mítico cosmogónico presenta el
agrupamiento —paulatino o repentino— de estos elementos, en un lenguaje
altamente simbólico, con la participación de elementos divinos que pueden
poseer o no atributos antropomorfos.
La cosmogonía pretende establecer una
realidad, ayudando a construir activamente la percepción del universo espacio y
del origen de dioses, la humanidad y elementos naturales. A su vez, permite
apreciar la necesidad del ser humano de concebir un orden físico y metafísico
que permita conjurar el caos y la incertidumbre.
Desde la antigüedad, los mitos han
sido relatos compuestos por acciones simbólicas que se transmitieron por
generaciones para ofrecer respuestas sobre el origen del universo y del hombre,
relacionándolos con dioses y mensajeros que actuaban a nombre de éstos.
Los mitos ofrecieron a las distintas
culturas una visión integradora del mundo, al facilitar su percepción de los
fenómenos que le parecían extraños a una creencia colectiva que dio origen a
los que los acompañaron y proporcionaron la seguridad psicológica para la
construcción de una identidad para la vida en comunidad.
En los mitos, algunos investigadores
han señalado que los dioses suelen representar las fuerzas elementales de la
naturaleza, que pueden percibir, de los cuales se derivan los fenómenos
naturales que condicionaron sus vidas. Sin embargo, este postulado simplista y
etnocéntrico ha ido quedando progresivamente superado para dar cuenta del mito
como un especial espacio simbólico a partir del cual el ser humano puede
atribuir significados conscientes e inconscientes a deidades, héroes y acciones
míticas en estrecha relación con la vida psíquica, intersubjetiva, social y
cultural. Esto quiere decir que un determinado mito puede tener relación con el
proceso de madurez interno de determinada persona, pero también puede servir
para generar cohesión social en una comunidad, o para legitimar determinadas estructuras
de poder; no existe una explicación unívoca.
La palabra «mito» deriva del griego mythos,
que significa ‘palabra’ o ‘historia’. Un mito tendrá un significado diferente
para el creyente, para el antropólogo y para el filólogo. Esa es precisamente
una de las funciones del mito: consagrar la ambigüedad y la contradicción. Un
mito no tiene por qué transmitir un mensaje único, claro y coherente.
La mitología no es sino una
alternativa de explicación frente al mundo que recurre a la metáfora como
herramienta creativa. Entonces, los relatos se adaptan y se transforman de
acuerdo a quien los cuenta y el contexto en el que son transmitidos. Los mitos
no son dogmáticos e inmutables sino que son fluidos e interpretables.
Las teorías científicas proporcionan actualmente al imaginario
popular los elementos para la descripción del origen del universo y lo que hay
en él; orígenes que anteriormente eran explicados sólo a través de la
cosmogonía presente en las diferentes religiones. Así, actualmente las ciencias
describen la evolución del universo,
particularmente a través de la teoría del Big Bang; y el origen y la evolución de la
vida, a través de la teoría de la síntesis evolutiva moderna.
El pensador Teilhard de Chardin propone una reconciliación entre el
punto de vista científico y el de la religión cristiana, interpretando la
génesis como una transformación organizada de la materia a través del tiempo,
desde niveles simples como los átomos hasta niveles mucho más complejos, como
la especie humana. Sin embargo, no considera al hombre como la culminación de
la evolución sino como un paso intermedio hacia lo que denomina el Punto Omega de unidad final con Dios preexistente. Aunque las ideas de Teilhard de
Chardin fueron rechazadas inicialmente por parte de la doctrina católica, el
papa Benedicto XVI ha admitido que el jesuita francés fue
un gran visionario a este respecto.
Dentro del ámbito de las ciencias
naturales, Richard
Dawkins, en su texto El gen
egoísta 1976,
narra la descripción científica del origen de la
vida como el momento
en el cual aparece sobre la Tierra una molécula, formada accidentalmente, que
tenía la propiedad de crear copias de sí misma un protobionte.
Luego, a partir del ancestro común universal, Dawkins
explicará el desarrollo de la vida, evolución biológica, describiendo las diversas
ramificaciones en especies en lo que él denominó «errores en la replicación».
Más allá de las pretensiones evolucionistas del discurso dawkinsiano, la idea
de una molécula que se forma por accidente en un punto impreciso y que a partir
de la misma se origina la cadena vital, tiene muchas resonancias con el mito demiúrgico.
El demiurgo agrupa el material disperso en forma molecular, de donde se
originan todas las formas vitales sobre la faz de la Tierra, pero el demiurgo
no está sujeto a su propia creación, por lo que resulta lo que señala Dawkins,
que no todo está determinado por nuestros genes.
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