Un EPÍTETO
es un adjetivo
calificativo que resalta las características y cualidades de un
sustantivo el frío en
la nieve, el calor en
el fuego, la humedad en
el agua, etc. Sin distinguirlo de los demás de su grupo. Son muy frecuentes
acompañando nombres de divinidades, reyes o personajes históricos, tales como
Atenea «Partenos» Atenea «Virgen», Alejandro «Magno», Alfonso X «el Sabio»
Los epítetos expresan cualidades
objetivas en terminología tradicional, «adjetivos calificativos» limitándose a
describir al referente me gustan las motos grandes o a definirlo me gusta la moto grande.
Por el contrario, los epítetos
subjetivos expresan la propia consideración subjetiva del hablante, fruto de su
valoración en lugar de la experiencia. Esta actitud puede dividirse en dos
subclases principales, la de los epítetos apreciativos un gol magnífico y la de los peyorativos una
película horrible.
En castellano, un tipo muy
frecuente es el epithetum
constans, que conviene intrínsecamente al sustantivo la blanca nieve, pero cuya
definición no debe extenderse a todo el término «epíteto»
Ciertos adjetivos pueden
expresar, dependiendo del contexto o su posición respecto al nombre al que
acompañan, tanto la actitud del hablante como un intento de expresión objetiva
de éste una mujer pobre /
una pobre mujer.
En contraste con los epítetos se
encuentran los adjetivos llamados por la gramática funcional «clasificadores».
Como ejemplo:
«Los actuales representantes sindicales mexicanos».
Pueden distinguirse de los
epítetos porque no admiten grados de comparación o de intensidad un castillo muy medieval y tienden a estar
semánticamente unidos al nombre (por ejemplo: «valor catastral», en contraste con otros
valores, como el sentimental, y que no admite, en su contexto, otra forma de
clasificación).
En castellano, es frecuente que
el epíteto se anteponga al nombre frío
hielo en lugar de hielo
frío, aunque no suceda siempre:
blanco tu ardiente fuego y frío hielo...
―Fernando de Herrera, Sonetos.
al acero valiente, al mármol frío...
Por ti la verde hierba, el fresco viento,
el blanco lirio y colorada rosa
y dulce primavera deseaba…
En la
literatura épica, se denomina epítetos a los apelativos que alternan con el
nombre del personaje o lo acompañan. Por ejemplo, cuando en el Cantar de mio Cid se
designa a Ruy Díaz «el
que en buena hora ciñó espada», o cuando en la Ilíada se habla de «el ingenioso Ulises».
En la literatura del Antiguo
Egipto, se llama epítetos a los apelativos que alternan con el
nombre del personaje, resaltado sus características.
Por ejemplo, «toro victorioso» se
utiliza en la titulatura real como epíteto de faraón.
Se utilizó con profusión para
referirse a sus dioses. Amón fue denominado «el oculto», «padre de
todos los vientos», «alma del viento», «el dios único que se convierte en
millones», «Aquel que habita en todas las cosas», «Amón-Ra, señor de los tronos
de las dos tierras», «el toro de su madre», «el eterno»; y en función de los
lugares de culto, como «hijo real de Kush», «Toro del desierto», o «señor de
los oasis».
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