SANCHO PANZA es uno de los personajes ficticios en
la novela El ingenioso hidalgo Don Quijote de
la Mancha, escrita por Miguel de Cervantes Saavedra.
Don Quijote,
personaje principal, es un caballero que decide salir en busca de aventuras. La
tradición manda que todo caballero
andante tenga un
escudero, así que convence a "Un
labrador vecino suyo, hombre de bien, pero de muy poca sal en la mollera"
para tal cometido Primera parte, capítulo VII. Sancho Panza, a diferencia de su
señor, es un hombre realista y práctico que lo seguirá fielmente en un jumento,
a pesar de que no entiende sus idealismos. Mientras Don Quijote se dedica a
deshacer imaginarios entuertos en su camino; Sancho, sencillo y bonachón,
tratará de disuadirle para que no se meta en complicaciones.
El refranero representa
el bagaje cultural popular acumulado a través de los siglos. Tradicionalmente,
el campesino ha recurrido a los refranes como manera de solventar las limitaciones
culturales y lingüísticas, típicas de épocas pasadas. Los dichos populares le
permitían manifestar su parecer y justificar su modo de obrar de forma rápida y
sencilla; pues conseguía resumir todo su pensamiento en una frase que
sabiamente lo expresaba mejor y más eficazmente. Sancho es reflejo literario de
esa costumbre, y a lo largo de la obra presentará multitud de dichos populares
que la ejemplificarán.
Don Quijote, por el contrario,
hombre culto, se enredará muchas veces en sus pensamientos, haciéndoselos
incomprensibles a Sancho; quien, por su parte, recurrirá a los refranes para
compensar su ignorancia en muchos temas. Algunos ejemplos son:
Donde una puerta se
cierra otra se abre.
No con
quien naces, sino con quien paces.
De
noche todos los gatos son pardos.
Ándeme
yo caliente, ríase la gente.
Cuando
a Roma fueres, haz como vieres.
A tantos refranes recurría
Sancho, que Don Quijote terminó por decirle:
"–No más refranes, Sancho, pues cualquiera de los que has dicho basta para dar a entender tu pensamiento; y muchas veces te he aconsejado que no seas tan pródigo en refranes y que te vayas a la mano en decirlos; pero paréceme que es predicar en desierto, y "castígame mi madre, y yo trómpogelas".
–Paréceme
–respondió Sancho– que vuesa merced es como lo que dicen: "Dijo la sartén
a la caldera: Quítate allá ojinegra". Estame reprehendiendo que no diga yo
refranes, y ensártalos vuesa merced de dos en dos.
–Mira,
Sancho –respondió don Quijote–: yo traigo los refranes a propósito, y vienen
cuando los digo como anillo en el dedo; pero tráeselos tan por los cabellos,
que los arrastras, y no los guías; y si no me acuerdo mal, otra vez te he dicho
que los refranes son sentencias breves, sacadas de la experiencia y
especulación de nuestros antiguos sabios; y el refrán que no viene a propósito,
antes es disparate que sentencia. Pero dejémonos desto, y, pues ya viene la
noche, retirémonos del camino real algún trecho, donde pasaremos esta noche, y
Dios sabe lo que será mañana."
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