La PENTARQUÍA del griego "pentarchía",
gobierno en conjunto de cinco personas es un término en la historia del Cristianismo que hace referencia a la idea de la
autoridad universal sobre la Cristiandad por parte de la cabeza de las cinco
sedes episcopales principales del Imperio romano. Iglesias patriarcales de la Iglesia indivisa durante el primer milenio de
su historia, cuyos obispos fueron considerados primados. Por orden
cronológico de fundación:
La Iglesia de Jerusalén: fundada por los
apóstoles en Pentecostés.
La Iglesia de Antioquía: fundada por gentiles
y judíos no sectarios que huyeron de la persecución por causa de Esteban no por
los apóstoles.
La Iglesia de Alejandría: fundada por Marcos el Evangelista.
La Iglesia de Roma: fundada por Simón Pedro y Pablo de
Tarso, según San Ireneo de Lyon, y Eusebio de Cesarea, padre de la Historia
de la Iglesia.
La Iglesia de Constantinopla: fundada por Andrés el Apóstol y hermano de Simón Pedro.
La idea de pentarquía se puede encontrar en forma
sólidamente expresada en las leyes del emperador Justiniano I 527–565, especialmente en su Novella 31. Él mismo convocó a un concilio llamado Concilio Trullano II o Concilio Quinisexto en el palacio imperial
de Constantinopla sin representaciones de Occidente ni delegados papales. No es
considerado por tanto Concilio Ecuménico, y no fue reconocido
por la Santa Sede,
que lo denominó sínodos erráticos. Muchas de los
nuevos cánones apuntaron a establecer diferencias entre las Iglesias de Oriente
y Occidente en lo referente a la observancia ritual y a la disciplina
eclesiástica. Llevado a cabo bajo el auspicio bizantino con un clero
exclusivamente oriental, estas regulaciones fueron consideradas por la
costumbre de la Iglesia constantinopolitana como la práctica ortodoxa. Por lo
demás, varias prácticas de la Iglesia de Occidente fueron condenadas.
El Papa Sergio I, de origen sirio, rechazó estos
cánones "novedosos" y se negó a firmarlos. El emperador Justiniano II ordenó su arresto y reclusión en Constantinopla,
para lo cual envió al violento Protestatario Zacarías.
Éste fue finalmente contenido por las milicias de la exarquía de Rávena.
En 607 d C, el obispo de Roma,
Bonifacio III, recibió de Focas, emperador de Oriente, el título de Obispo
Universal, título que fue rechazado por los otros patriarcados, generando el
cisma de Oriente, dando origen a la formación de la Iglesia Ortodoxa. Hubo
varios esfuerzos por volver a unir a las iglesias, pero la negativa del obispo
romano de rechazar la posición de jefatura dada por Focas, impidió tal reunión.
Un precedente del Cisma tuvo
lugar en el año 857 cuando el emperador bizantino Miguel III,
llamado el beodo, y su ministro Bardas, expulsaron de su sede de Constantinopla
a San Ignacio,
que reprendía sus crápulas. Le reemplazaron por Focio, quien en seis días
recibió todas las órdenes de la Iglesia. Focio se sublevó contra el Papa y se
declaró patriarca universal. Fue descrito como "El hombre más artero y
sagaz de su época: hablaba como un santo y obraba como un demonio". Su
tentativa fracasó. Fue encerrado en un monasterio, donde murió en 886.
En el año 1054, el Papa León IX quien,
amenazado por los normandos, buscaba una alianza con Bizancio, mandó una
embajada a Constantinopla encabezada por su colaborador, el cardenal Humberto de Silva Candida, y formada por
los arzobispos Federico de Lorena y Pedro de Amalfi. Los legados
papales negaron, a su llegada a Constantinopla, el título de ecuménico al
Patriarca Miguel I Cerulario y, además,
pusieron en duda la legitimidad de su elevación al patriarcado. El patriarca se
negó entonces a recibir a los legados. El cardenal respondió publicando
su Diálogo entre un romano y un constantinopolitano, en el que se burlaba
de las costumbres griegas y, tras excomulgar a Cerulario mediante una bula que
depositó el 16 de julio de 1054 sobre el altar de la Iglesia de Santa Sofía, abandonó la
ciudad. A su vez, pocos días después 24 de julio, Cerulario respondió
excomulgando al cardenal y a su séquito, y quemó públicamente la bula romana,
con lo que se inició el Cisma. Alegaba que, en el momento de la excomunión,
León IX había muerto y por lo tanto el acto ex comunicatorio del cardenal de
Silva no habría tenido validez; añade también que se excomulgaron individuos,
no Iglesias.
Con esto se ve que el Gran
Cisma fue más bien resultado de un largo período de relaciones difíciles entre
las dos partes más importantes de la Iglesia universal. Las causas primarias
del cisma fueron sin duda las tensiones producidas por las pretensiones de
suprema autoridad (el título de "ecuménico") del Papa de Roma y las
exigencias de autoridad del Patriarca de Constantinopla. Efectivamente, el Obispo de
Roma reclamaba
autoridad sobre toda la cristiandad, incluyendo a los
cuatro Patriarcas más importantes de Oriente; los Patriarcas, por su
lado, alegaban, según su entendimiento e interpretación de la Sagrada Tradición Apostólica y las Sagradas Escrituras, que el Obispo de
Roma solo podía
pretender ser un "primero entre sus iguales" o "Primus inter pares". Por su parte,
los Papas, según su interpretación de la Tradición Apostólica y las Sagradas
Escrituras, declaraban que "es necesario que cualquier Iglesia esté en armonía
con la Iglesia de Roma, por considerarla depositaria primigenia de la Tradición
apostólica" San Irineo de Lyon, s. II d. C.
También tuvo gran influencia el Gran Cisma en las variaciones de las prácticas
litúrgicas calendarios y santorales distintos y disputas sobre las
jurisdicciones episcopales y patriarcales.
Finalmente, en 1054 se selló
la ruptura definitiva de la Pentarquía original en el Cisma de Oriente y Occidente, dividiéndose
en dos la Iglesia cristiana original que viene de los apóstoles de Cristo
en : Iglesia Católica Apostólica Romana Iglesia de Occidente y la Iglesia
Ortodoxa Iglesias de
Oriente. Ambas Iglesias afirman ser la verdadera Iglesia Católica y que la otra
fue la que se separó de la verdadera Iglesia cristiana: Una Santa, Católica, y
Apostólica.
Luego de las conquistas árabes
del siglo VII y la pérdida por Bizancio del corredor Roma-Ravena, sólo quedó
el patriarcado de Constantinopla asegurado en la capital del Imperio Romano; el
obispo de Roma era independiente, Jerusalén y Alejandría estaban bajo el
dominio musulmán y Antioquía estaba en la línea de frontera disputada durante
siglos entre Bizancio y los califas musulmanes.
Durante la Edad Media el
centro de gravedad de la cristiandad se había trasladado hacia el norte y la
mayoría de los cristianos de Egipto y Siria, países gobernados por los
musulmanes, eran cristianos no calcedonios que no reconocían la autoridad de Roma
ni la de Constantinopla. Todos estos cambios históricos y políticos hicieron
que la idea original de cinco grandes centros que cooperaran para administrar
toda la Iglesia cristiana se fuera alejando de las posibilidades reales.
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